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19 de marzo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Plantando cara a las políticas LGTBXYZ

En Estados Unidos, promover políticas de género tiene consecuencias para quien las defiende. A ver si aprendemos un poco en España

Actualizada 03:52

Afortunadamente, Estados Unidos es un país en el que las iniciativas de todo tipo tienen consecuencias muy concretas, a diferencia de lo que ocurre en España. Aquí llevamos años sufriendo la implementación de las políticas woke sin que ningún cargo público mueva un dedo. Para quien no sepa qué es lo woke, se trata de un término surgido en la década de 1930 en Estados Unidos como parte de la expresión stay woke, afroamericanismo para reivindicar el tomar conciencia de los problemas sociales de los negros. De ahí pasó a abarcar las políticas de género y de orientación sexual, siendo en la actualidad un término utilizado mayoritariamente por la izquierda para defender sus políticas LGTBXYZ.
Resumiendo una larga historia, en Florida se ha aprobado una Ley de Derechos de los Padres en la Educación que promueve exactamente lo contrario de lo que se propone hacer el Gobierno español en los colegios: prohíbe orientar en las clases a los niños en materia de «identidad de género» y orientación sexual hasta llegar a la adolescencia, edad a la que se les podrá orientar de acuerdo con sus años. Algo de sentido común si no estás intentando destruir tu sociedad por la base.
Algunas compañías, y destacadamente Walt Disney Co., se han opuesto a la ley y han anunciado su alineamiento con las políticas woke. En la mayoría de los estados norteamericanos las encuestas señalan que al menos el 50 por ciento de la población está en contra de esas políticas. Pero la minoría quiere imponerlas como un derecho básico. Y una compañía como Disney ha cometido un gigantesco error al meterse en esta pelea en la que ha alineado a una empresa que produce material para consumo familiar con un público que en su mayoría carece de una familia en el sentido riguroso del término y casi no tiene hijos. Esta estrategia no se le ocurre ni al que asó la manteca. Pero el lobby gay tiene un poder infinito.
Esto ha provocado a la corporación problemas imprevistos. El copyright del nombre y la imagen de Mickey Mouse expira a finales de 2023. Igual que otros productos de la compañía, el Congreso les ha prorrogado su copyright en varias ocasiones. Esta vez, el representante republicano por Indiana, Jim Banks, ha pedido que al convertir al ratón Mickey en un símbolo de una lucha política, se cancele la nueva prórroga de su copyright y pase a ser de propiedad universal y de uso libre por cualquiera. Golpe brutal a las cuentas de Disney. Pero la cosa no queda ahí. En 1967 y a petición del propio Walt Disney, el Estado de Florida otorgó a un terreno propiedad de la compañía, en el entorno de Orlando, de casi 100 kilómetros cuadrados, unos privilegios fiscales únicos, exención de las normas medioambientales del Estado y fiscalidad propia. Tienen hasta sus propios bomberos. Ahí está ubicado Walt Disney World, el parque de atracciones de renombre internacional.
Son bastantes los diputados estatales que se han levantado contra esos privilegios que tiene Walt Disney Co. Eran privilegios para una empresa de «ocio blanco» que ahora quiere hacer política. Sus accionistas están en su derecho de hacer lo que quieran con su empresa. Pero lo que es intolerable es que esa empresa mantenga los privilegios que tiene si decide entrar en el activismo woke, que es un activismo político. Anthony Sabatini, miembro del Congreso de Florida en representación de Orlando y candidato a la Cámara de Representantes en Washington, ha declarado que plantar cara «al corporativismo woke y a la tiranía corporativa» de compañías como Disney será un elemento central de su campaña al Congreso. Y, lo que es más relevante, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, ha tomado partido contra la compañía: «Disney ha tenido demasiada influencia, fueron capaces de conseguir mucho trato especial durante años. Y si eso se acaba ahora, lo que debería suceder, sería bueno para Florida».
En Estados Unidos, promover políticas de género tiene consecuencias para quien las defiende. A ver si aprendemos un poco en España.
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