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HorizonteRamón Pérez-Maura

El error Tamames

El Gobierno mostró su victoria estratégica al salir en el turno de contrarréplica la vicepresidenta Yolanda Díaz a presentar su candidatura a la Presidencia del Gobierno. Ella no estaba allí para participar en un debate ni mucho menos para dar a Tamames la respuesta a la que el candidato tenía derecho

En una moción de censura, lo verdaderamente relevante es la intervención del candidato alternativo y la respuesta del presidente del Gobierno a quien se está censurando. En esta sexta moción de censura de la democracia de la Constitución de 1978, no lo fue. Por la sencilla razón de que fue mucho más demoledor para el Gobierno el discurso del proponente de la moción de censura, Santiago Abascal, que el discurso de Tamames. Abascal puso muy nervioso a Sánchez, que hizo réplica y contra réplica en su mayor parte con intervenciones escritas con anterioridad y que, en puridad, no eran réplicas. Abascal habló con el tono muy suave, muy calmado, pero cantando las cuarenta al Gobierno. Le achacó a Sánchez «delirios de autócrata» ser un «déspota cruel» y le acusó de que «la cuantía que tienen que pagar los autónomos es un robo». Como era previsible porque siempre es así, Sánchez no contestó a nada y se puso en evidencia al acusar a Abascal de hablar de forma furiosa cuando la intervención de Abascal ayer fue probablemente de las más calmadas y nada tensa que le hemos visto en las Cortes desde que es diputado.
Algunos de los grandes estadistas del siglo XX como Winston Churchill y Franklin D. Roosevelt jamás hubieran alcanzado sus cimas de gloria en tiempos de la televisión. Y no diré yo que se pueda comparar a Tamames con ninguno de ellos, pero en términos audiovisuales –que son primordiales hoy en día– su intervención fue catastrófica. Sentado, con la cabeza agachada, luciendo una calva mal cubierta por un flequillo menguante y con un tono cansino, aquello era difícil de sobrellevar. Llegados a ese punto en que el censor Tamames estaba muerto, Sánchez lo resucitó. A un discurso de Tamames de 45 minutos replicó con otro de una hora y cuarenta minutos. A lo que Tamames respondió que en ese tiempo «Asimov explicaba la República Romana y probablemente hubiera podido explicar también el Imperio Romano». Como Sánchez carece de ningún sentido del humor, no fue capaz de reírse de sí mismo. Ni siquiera de atisbar una sonrisa.
El garrafal error de plantear esta moción de censura se demostró con esa extensión temporal de la replica de Sánchez a Tamames. Pero cuando el candidato a presidente del Gobierno hizo a Sánchez una contrarréplica de apenas 15 minutos, mucho más atractiva dialécticamente que su primera intervención, el Gobierno mostró su victoria estratégica al salir en el turno de contrarréplica la vicepresidenta Yolanda Díaz a presentar su candidatura a la Presidencia del Gobierno. Ella no estaba allí para participar en un debate ni mucho menos para dar a Tamames la respuesta a la que el candidato tenía derecho. Eso a Díaz le importaba lo que haber pisado una hormiga por el campo.
La intervención de Díaz sólo tuvo un punto en el que tenía razón, que es el de que el candidato a la Presidencia del Gobierno debe presentar su programa de Gobierno. Tamames no hizo eso de ninguna manera. Pero venir a denunciar eso cuando ella se había colado en el debate inventándose que intervenía en representación del Gobierno para replicar, y después no hacerlo, era una trampa manifiesta. En la moción de censura de Felipe González a Adolfo Suárez salieron varios ministros a replicar al candidato socialista para poner a prueba los conocimientos del candidato González, pero ni uno solo para proponerse como candidato en las siguientes elecciones. En estas circunstancias, a nadie puede sorprender que la contrarréplica de Tamames, de unos 15 minutos, tuviera una respuesta de Yolanda Díaz de 65 minutos. Con la cursilería habitual abundaron las frases del tipo de «éste es un Gobierno que dialoga con la esperanza» –a ver si me la presentan, que estoy deseando conocerla. Y estuvo plagado de mentiras como la de que los de Vox son los herederos de Alianza Popular, que se habría opuesto a la Constitución. El único heredero legal de Alianza Popular es el Partido Popular. La mayoría del grupo parlamentario de Alianza Popular votó a favor de la Constitución de la que Manuel Fraga, entonces secretario general de AP, fue uno de los «padres». Y Alianza Popular en pleno hizo campaña a favor del «sí» a la Constitución en el referéndum del 6 de diciembre de 1978. Pero la verdad es irrelevante para Díaz como lo es para Sánchez.
Sobre lo que sí conviene reflexionar a Vox es sobre la utilidad de esta nueva moción de censura. Abascal lo hizo mucho mejor que Tamames. Y si el sentido de presentar a Tamames era captar respaldos a la censura fuera de su entorno inmediato, veremos hoy el resultado, pero todo apunta a una cosecha propia del paso de una «pertinaz sequía», en términos propios de la oprobiosa.