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03 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Las marcas

Espero que, a partir de Madrid, Nike prescinda de Bolaños, del suegro de Sánchez, de Karmele Marchante y de Pam, y nuestro campeón sea agraciado con la ropa que le corresponde

Actualizada 01:30

Descanso de política y de golfos. Sigo atentamente el gran torneo de tenis de Madrid, que se disputa en la Caja Mágica. En el mundillo del tenis es conocido como el quinto «Grand Slam» después de Roland Garros, Wimbledon, Nueva York y Merlbourne. Entre Santana, Tiriac y el apoyo de los alcaldes José María Álvarez del Manzano, Alberto Ruiz Gallardón, Ana Botella, y Jose Luis Almeida, se consiguió el milagro. Justo es reconocer que durante el gobierno municipal de Manuela Carmena, a pesar de la animadversión de sus concejales más necios, la alcaldesa izquierdista se impuso, y se mantuvo el torneo. Sin olvidar a sus patrocinadores, en los últimos años, la Mutua Madrileña. El «Másters 1000» de Madrid ha terminado con el Godó de Barcelona, de tradicional prestigio, pero como todo lo que se organiza en Barcelona, víctima de la depresión y la melancolía, si bien el público del Real Club de Tenis Barcelona no parece que sea el sostén electoral de la infumable Colau, que ahora ama íntimamente a la nobleza de Neguri. El Godó fue el gran torneo español, lo tuvo todo a favor para romper su techo, y corrió la misma suerte que el condado que lo creó, en trance de disminución de importancia y prestigio. Sobrevive gracias al Banco de Sabadell, que pone huevos en todas las cestas, práctica habitual en la banca.
Gallardón fue un gran alcalde de Madrid, a pesar de la mala influencia de su mano derecha –mejor, izquierda–, Alicia Moreno Espert, una calamidad de mujer. Y levantó la Caja Mágica en contra de todo el retroprogresismo. Y aquí lo tenemos, el «Masters» digo, con quince días de competición, torneos masculino y femenino, y un éxito de público formidable. El actual director, Feliciano López, lo está haciendo, como poco, igual de bien que Manolo Santana, y el torneo crece año tras año.
Pero ¡ay! También mandan las marcas de ropa deportiva. Sólo Wimbledon exige la uniformidad blanca, estética de una tradición centenaria. En el resto de los «Grand Slam», «Masters 1000» y torneos menores, las marcas deportivas imponen, generalmente, su mal gusto, y utilizan como maniquíes a los mejores tenistas.
La camiseta o polo o niqui que le han endilgado este año a Carlos Alcaraz parece haber sido diseñada entre Bolaños y Karmele Marchante. Una horrorosa combinación azul y amarilla, una constelación fulgurante que ciega y enloquece al público, al árbitro y al adversario. Lleva bordada la rúbrica, el logotipo de la marca Nike, que parece ignorar que Carlos Alcaraz, nuestro Carlitos, no necesita de esos horrores indumentarios para ganar al que se le ponga por delante. Anteayer disputó los cuartos de final a un ruso de dos metros y muy buen tenis, también vestido por Nike. Pero su estética resultaba envidiable. Un blanco hueso que bien podría haber superado los trámites textiles de Wimbledon. ¿Por qué –dinero aparte– se impone a muchos de los grandes tenistas la exhibición de tan espantosas prendas? Nadal no le anda a la zaga a Carlos en modelos inadmisibles. Por el contrario, Federer y Nole jamás han saltado a la pista principal con espeluznantes combinaciones. Creo que Nike se equivoca con Carlos Alcaraz. Por buen tenista que sea, que lo es y en mi modesta opinión, el mejor, por simpático, por natural, por osado, por ingenioso y por inimitable, no creo que sus centenares de miles de seguidores que practican el tenis compren el espanto que le han diseñado para Madrid. El tenis es un deporte que exige elegancia y buen gusto. No es elitismo, sino tradición e historia.
La camiseta, o polo, o niqui de Carlos Alcaraz no se merece a quien la muestra. En Nike alguien desea detener su imparable progreso. Va a ganarlo todo. Espero que, a partir de Madrid, Nike prescinda de Bolaños, del suegro de Sánchez, de Karmele Marchante y de Pam, y nuestro campeón sea agraciado con la ropa que le corresponde.
El mundo, España, Carlos Alcaraz y yo, se lo agradeceremos.
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