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05 de mayo de 2024

Perro come perroAntonio R. Naranjo

María Chivite no puede presidir Navarra

Dar por inevitable que la socialista debe gobernar el reino gracias a Bildu es inaceptable: hay otras opciones y Sánchez retratarse con urgencia

Actualizada 01:30

Todo el mundo parece dar por hecho que, más pronto que tarde, María Chivite volverá a ser investida presidenta de la Comunidad Foral de Navarra donde, por segunda vez, volvió a perder las elecciones y sólo puede aspirar al cargo con el apoyo de Bildu.
Que lo haga con una abstención o votando a su favor es irrelevante a efectos prácticos: si el partido de Otegi no quiere, la perdedora socialista no accederá al mando de la región donde más cosas relevantes se juegan en España, por mucho que no tenga ni el peso ni la atención que sus homólogas madrileña, catalana, vasca o valenciana.
Porque en Navarra se puede consolidar o romper el delirante proyecto nacionalista instalado en el País Vasco, que solo puede empeorar si los pronósticos de crecimiento de Bildu se consolidan y las expectativas del PNV se recortan ante ese empuje y el previsible respaldo socialista, llegado el momento, a un lehendakari criado a los pechos de Batasuna.
Porque si Sánchez tiene una opción de gobernar, pasa por reeditar un pacto en el que Bildu y ERC son decisivos y podrán imponer sus exigencias: algo parecido a un referéndum en Cataluña y la progresiva inmersión abertzale de Navarra, que ya ha sido formidable en los tristes cuatro años de Chivite al mando.
Por eso ahora es el momento de exigirle una respuesta a Sánchez, que juega con los calendarios navarros para evitar aclarar su postura y dejar que se asiente la idea de que el Gobierno de Chivite, bajo el tutelaje de Bildu, es inevitable. Y que parezca un accidente.
Pero hay alternativa, y es bien sencilla: que el PSOE haga en el Reino de Navarra, indispensable para explicar y entender la propia historia de España, lo mismo que el PP ha hecho en Vitoria y Barcelona. Si sus 11 diputados apoyan a UPN, la mayoría absoluta estará garantizada y se cerrará fácilmente el acoso abertzale a una comunidad que forma parte del enfermizo imaginario nacionalista, donde aparece un País Vasco conformado por dos regiones excluidas ahora de su territorio formal, una al norte en Francia y otra al sur en Navarra.
La investidura del presidente foral dispone de un plazo de tres meses, suficiente para esquivar el matrimonio con Bildu antes del 23-J, que se confirmará si Sánchez sigue gobernando y probablemente también si no lo hace. Pero nada les impide a todos los partidos constitucionalistas exigirle al líder socialista que aclare hoy su postura.
¿Está o no dispuesto a hacer en Navarra lo que los demás han hecho, en favor del mal menor, en las capitales del País Vasco y de Cataluña? Por abismales que sean las diferencias entre el PSOE y UPN, ¿apuesta por defender la españolidad de Navarra o se decanta por abrir definitivamente las puertas a la ocupación abertzale del territorio?
El 28-M ha enviado al desván a todos los partidos y gobiernos que, desde un cantonalismo provinciano, han intentado implantar una semilla nacionalista en Baleares, Valencia o incluso Aragón, conformando un peligroso eje de ruptura, con distintas intensidades, que los ciudadanos han volatilizado de un manotazo.
Pero queda Navarra, que puede convertirse en uno de los grandes problemas políticos de España en la próxima década. En ese escenario, ¿qué es eso de dar por hecho que Chivite, una rehén de Otegi que paga su rescate con facturas insoportables, tiene que ser presidenta sin haber ganado y sin tener otra opción que acatar las órdenes de la sucursal renovada de Batasuna?
UPN, el PSOE y el PP suman 29 escaños, tres más de los necesarios para lograr la mayoría absoluta y traducir correctamente el sentir mayoritario de los navarros. Y Sánchez está obligado a responder si defiende ese acuerdo o si, por el contrario, prefiere echarse una vez más en manos de Bildu. No se puede llegar al 23-J sin conocer su respuesta. Y sorprende que casi nadie le haga siquiera la pregunta, día y noche si hace falta, hasta que se retrate.
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