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05 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

La España amoral

Los independentistas catalanes ya han comprendido que lo que más beneficia a sus tesis es que el poder en Madrid esté en manos del PSOE. Y la dependencia del PSOE respecto de esos tres partidos saben que es la base perfecta para ir sacando al Gobierno de la nación absolutamente todo

Actualizada 01:30

Creo que lo más preocupante del momento que vive España no son las graves amenazas a su unidad, que ya son relevantes, lo peor es el grado de amoralidad que se ha impuesto en nuestra sociedad. Una amoralidad que permite gobernar desde una ausencia total de principios y de rechazo de la Verdad.
A lo largo de los últimos veinte años hemos vivido la imposición de una gigantesca mentira en España que ya ha sido asumida por una mayoría de la población española y apenas se discute o contradice: la Guerra Civil la han ganado los que la perdieron. Y en buena medida la asunción de esa mentira se basa en que los hijos y herederos de los ganadores de la guerra, los que crearon la España del desarrollo y trajeron la democracia, no se han atrevido a reivindicar el papel que jugaron sus mayores. Y no solo eso, muchos de ellos han acabado en posiciones de izquierda llegando incluso a decir que sus familias fueron represaliadas por el franquismo cuando fueron en realidad parte activa del régimen.
Una sociedad en la que se puede imponer una mentira tan descarada como ésta, un relato totalmente ajeno a la verdad, es una sociedad débil en la que ahora es muy fácil imponer otra falsedad. El franquismo terminó en 1975, hace 48 años. Los medios y la imposición de una falsa historia pueden afectar al criterio de muchas personas. Pero el intento de golpe de Estado de Puigdemont fue hace menos de seis años. Cualquier español que ya tuviera uso de razón entonces recuerda lo que ocurrió. Todos sabemos cuál fue la actitud de Pedro Sánchez ante el 155 de Rajoy. Sus manifestaciones públicas de apoyo y sus zancadillas soterradas, como impedir la toma de control de TV3, la gran máquina de propaganda del independentismo. Todos recordamos cómo la huida de Puigdemont fue condenada hasta por Oriol Junqueras, a quien dejó plantado con una cita fijada en su despacho a la que Puigdemont no acudió porque ya era un prófugo.
Toda España sabía el 23 de julio pasado que Sánchez tenía intención de gobernar con partidos como Junts, EH Bildu y ERC. Por no hablar del Partido Comunista de España o toda la patulea de más de 40 formaciones integradas en Sumar. Y, aun así, Sánchez logró un escaño más que hace cuatro años. Un tipo que todo el mundo sabe que miente, que le da igual decir una cosa y la contraria, que desde que se descubrió el plagio de su tesis doctoral no ha parado de mostrar la mayor indiferencia hacia lo que representa el respeto por la verdad.
Una sociedad así sólo puede acabar muy mal. Es una sociedad en la que los independentistas catalanes y vascos saben que pueden imponer sus mentiras porque no tienen consecuencias negativas para ellos en el resto de España. Su alianza con el PSOE no penaliza a este partido en el resto de España y le premia en Cataluña. Porque los independentistas catalanes ya han comprendido que lo que más beneficia a sus tesis es que el poder en Madrid esté en manos del PSOE. Y la dependencia del PSOE respecto de esos tres partidos saben que es la base perfecta para ir sacando al Gobierno de la nación absolutamente todo. Y camino de la independencia, que el resto de los españoles paguemos sus deudas con nuestra Hacienda española. Es decir, con nuestro dinero. Las mismas deudas en las que los demás no hemos incurrido. Y se lo darán. Con un par. ¿Qué no se puede esperar de una sociedad tan profundamente amoral?
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