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06 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Ayer fue un gran día, créanme

Ya sabemos que los viejos nos dan igual y ya no estamos para aguantar carcamales como Felipe González o Alfonso Guerra, que al sanchismo le parecen deshechos de tienta

Actualizada 01:30

Sí, ya sé que Sánchez reconoció ayer que hay negociaciones sobre la amnistía para «buscar bases de encuentro» con los independentistas. Y por «bases de encuentro» quiere decir encontrar la fórmula de que lo reelijan a él. Que ayer un portavoz de Más Madrid insultó a la presidente de la Comunidad de Madrid en el pleno de la Asamblea. Y que ayer, por no ser exhaustivo, se decidió quitar el nombre de Alfonso Pérez al estadio de Getafe, porque la verdad, cuando es políticamente incorrecta, es intolerable.
Podría escribir sobre cualquiera de estos asuntos, en tono negativo. Pero hoy quiero ser positivo y reivindicar a nuestros mayores que todavía nos dan muchas más alegrías que mis contemporáneos. Déjenme que les explique por qué fue un gran día.
Como saben los lectores de El Debate –y casi nadie más– Marcelino Oreja Aguirre fue investido ayer doctor honoris causa por la Universidad San Pablo CEU en Madrid. Fue un acto académico brillante para el que se escogió la fecha del 5 de octubre. Y había razones muy concretas para datar su doctorado en ese día: se cumplían 89 años del vil asesinato de su padre, Marcelino Oreja Elósegui, el primer mártir de la Asociación Católica de Propagandistas, al que seguiría una veintena más. Oreja Aguirre representa la mejor encarnación de la búsqueda de la concordia en la transición española, desde los escritos del grupo Tácito, al que él dio nombre, y desde el Gobierno de Adolfo Suárez en el que fue ministro de Asuntos Exteriores durante cuatro años. Con Suárez, Oreja y otros fueron propulsores de la concordia con un enorme éxito hasta que llegó el momento inverosímil de destruir todo lo conseguido.
En estos días estamos viendo cómo se pone en peligro la obra de nuestros padres constitucionales y de los promotores de nuestra transición, pacífica por parte del Gobierno y asesina por quienes ahora son los socios potenciales del Gobierno de Sánchez.
Una buena parte del acto y de las diferentes intervenciones se centró en el europeísmo de Oreja Aguirre. Muy especialmente la del autor de la laudatio, el exministro Íñigo Méndez de Vigo, que, en el ámbito de la política, es el hijo de Oreja. Y esa Europa en la que siempre ha creído Oreja –y Méndez de Vigo– es lo contrario del odio nacionalista que vivimos hoy en diferentes partes de Europa y en España más que en ningún otro lugar. Porque ese nacionalismo que no tiene cabida en la Unión Europea es al que hoy se está rindiendo Sánchez dentro de España. Y sí, ya sabemos que los viejos nos dan igual y ya no estamos para aguantar carcamales como Felipe González o Alfonso Guerra, que al sanchismo le parecen deshechos de tienta. Pero quizá por estar ya muerto, puedan recordar la denuncia de François Mitterrand tras visitar las ruinas de Sarajevo «¡El nacionalismo es la muerte!». Ese nacionalismo es el que está blanqueando el PSOE. Y es el enemigo del mejor europeísmo que reivindicó ayer el doctor Marcelino Oreja Aguirre animando a transmitir una cultura de valores que se oponga al relativismo posmoderno. Laus Deo.
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