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06 de mayo de 2024

Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

Desobediencia civil

Es esencial la apelación a los valores de la propia sociedad y no a la particular ideología o convicción

Actualizada 01:30

Una de las alternativas posibles (y necesaria) para afrontar la infamia que el Gobierno comete contra la nación es la desobediencia civil. Creo que sería más eficaz que los recursos de inconstitucionalidad, las manifestaciones y la acción directa. Se trata de una opción estrictamente democrática. Consiste en el incumplimiento de una ley o disposición del Gobierno para denunciar su injusticia, o la de otra en el caso de que no se pueda incumplir directamente la que se aspira a derogar, y exigir su abolición. Debe distinguirse de la objeción de conciencia y de la rebelión. El objetor no pone, en principio, en cuestión la norma; simplemente invoca motivos de conciencia, morales o religiosos, para negarse a su cumplimiento. Un caso es el del médico que se opone a la práctica de una operación de aborto voluntario alegando que su conciencia se lo impide. Puede incluso no aspirar a cambiar la norma, pero se niega a cumplirla. El rebelde se opone, incluso mediante el uso de la fuerza, al régimen vigente y pretende derrocarlo.
La desobediencia civil, por el contrario, consiste en la desobediencia de una ley, la que se rechaza u otra, y es pacífica. El desobediente asume el castigo y no intenta eludirlo, pretende el cambio de una ley o disposición del Gobierno, pero apela no a su conciencia ni a sus preferencias o convicciones, sino a la opinión pública, a la Constitución y a sus valores y principios. El desobediente no apela a su concepción particular de la justicia, sino a la concepción dominante o compartida que ha sido, en ese caso, vulnerada. Algunos ejemplos históricos pueden aclarar su naturaleza y fines. El escritor Thoreau emprendió, en el siglo XIX, una protesta (se negó a pagar impuestos) contra la guerra emprendida por su país, Estados Unidos, contra México por considerarla injusta y contraria, y esto es lo decisivo, a los valores de la Constitución americana. Es preciso distinguir la desobediencia civil de la insumisión. Gandhi encabezó un movimiento de resistencia pacífica contra la dominación inglesa de la India, pero lo hizo invocando los principios de la política británica y de sus valores democráticos y liberales. Martin Luther King desobedeció las leyes segregacionistas contra los negros en algunos estados de la Unión, argumentando su vulneración del principio de igualdad consagrado en la Constitución. Es esencial la apelación a los valores de la propia sociedad y no a la particular ideología o convicción. Esto confiere a la desobediencia civil un valor de ejemplaridad. Es cierto que entraña el incumplimiento de la ley y esto siempre es grave, pero, en ocasiones, es preferible ese incumplimiento a la obediencia a una ley inicua.
Creo que estos supuestos se dan en la España actual. La nómina es conocida y se aumenta y agrava cuando vamos teniendo más información sobre las concesiones del presidente del Gobierno en funciones al separatismo. Vulneran, al menos, el fundamento de la Constitución, la unidad nacional y la igualdad de los ciudadanos ante la ley. Por cierto, también cabe la desobediencia civil a las sentencias del Tribunal Constitucional.
Creo que es posible la desobediencia civil contra las cesiones del Gobierno, empezando por la ley de amnistía. ¿Quiénes podrían encabezarla? Por ejemplo, los expresidentes del Gobierno, un grupo de jueces y magistrados o una o más asociaciones de ellos, los partidos políticos que se oponen a las concesiones, un grupo de ciudadanos o cualquier persona. La desobediencia puede consistir, según los casos, en dejar de pagar impuestos, incumplir las normas que entrañan beneficios penitenciarios, absentismo en las instituciones o acciones de resistencia pacífica.
Se trata de un instrumento que es, en principio, ilegal. Pero, como afirma una sentencia clásica, la autoridad que no se somete a la ley no merece consideración de autoridad. Es compatible con la democracia y sus principios. Y no solo eso; además puede ser imprescindible para salvaguardarla.
La situación política en España es terrible. La ambición de poder no puede acabar con la supervivencia de la nación y los derechos y libertades de los ciudadanos. La desobediencia civil es un recurso que nuestra cultura jurídica democrática nos ofrece. Creo que no deberíamos rechazarlo.
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