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02 de mayo de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

Serrat y otros mudos

Curiosamente, el mismo artista que se opuso a la declaración unilateral de independencia impulsada por un hatajo de delincuentes, procesados y sentenciados por ello, le parece bien que se les premie con el borrado de sus delitos

Actualizada 09:39

Me declaro admiradora de Joan Manuel Serrat. De sus letras, de su sensibilidad, de la Lucía que somos todas, de cuando versionó a Antonio Machado o incluso cuando dibujó a una Penélope sumisa y abandonada. Ayudó a conocer a poetas mayores, dio un desplante propagandístico a Eurovisión negándose a cantar el La, la, la en castellano –incluso el estribillo–, y desde entonces se ha erigido como un trovador de la izquierda, pero con una vida aristocrática llena de ceros en la cuenta corriente y silencios, muchos silencios, si no complicidades, con los desafueros de sus conmilitones.
Sin embargo, en 2017 salió del sarcófago donde dormitan las élites felonas catalanas –tan culpables de lo que sucede– para arengar contra el procés y le cayó la del pulpo, como a Loquillo o al mismísimo Borrell, tan tibio ahora con la amnistía. Quizá porque ha aprendido que si te sales del redil te cae encima el calificativo de fascista del que ya no te redimen los sacerdotes progres, a no ser que sobreactúes para limpiarte la letra escarlata. O puede que aquella rebelión cívica de Joan Manuel fuera un espejismo oportunista, y por eso ahora el autor de Mediterráneo está callado como un muerto contra la aberración de la amnistía que su admirado Pedro Sánchez ha aprobado para comprarse siete sucios votos.
Lo último que supe de él fue cuando hace unos meses acudió a la llamada de sus amigos para cantar el poema de Hernández Para la libertad, junto a la pelma de Rozalén, que dedicaron a las víctimas de la guerra civil, pero, como siempre, solo a las de un bando. Curiosamente, el mismo artista que se opuso a la declaración unilateral de independencia impulsada por un hatajo de delincuentes, procesados y sentenciados por ello, le parece bien que se les premie con el borrado de sus delitos y que sea el Estado que se defendió de ellos el que pida perdón y ponga un puente de plata al forajido que escapó en el maletero de un coche.
El club de la zeja, los «abajofirmantes» de todos los manifiestos en favor de Su Sanchidad, están más mudos que Belinda. Lo último que suscribieron fue un documento titulado «Frente al ascenso global de la intolerancia y la deriva autoritaria de la extrema derecha», que fue precisamente el argumento por el que el socialismo sobrevivió al 23 de julio. O sea, lo que hacen siempre Miguel Ríos, Almodóvar, Sabina, el propio Serrat, García Montero, Aitana Sánchez Gijón, Javier y Carlos Bardem y el equipo cínico habitual: anteponer sus resabios sectarios a la libertad de la gente para votar lo que le salga de la peineta de Martirio.
Sujetos al pesebre público, con subvenciones que en muchos casos salvan sus bodrios artísticos, persiguen a Vox y salvan a totalitarios que pisotean la Constitución, que malversan dinero público para sus delirios separatistas, que mataron en nombre del pueblo vasco y que imponen la desigualdad entre españoles. Es decir, para que nos entendamos, los paisanos manchegos de Almodóvar forman parte de los españoles que pagan para que los catalanes vivan mejor. Pero entiendo que para el autor de la película Kika, una cumbre del feminismo en la que él se retrata al rechiflarse de una violación, este pormenor no tiene importancia, comparado con las cuentas en paraísos fiscales que le pillaron hace unos años.
Desgraciadamente, el único de los pelotas sanchistas que se ha salido del redil es Miguel Bosé, cuya coherencia y lucidez intelectual es más que discutible después de haber disparado contra las vacunas anticovid con un discurso extravagante y poco responsable. A la espera de que mi admirado Serrat despierte y diga algo que no sea que Franco era muy malo, le recuerdo la estrofa de una de sus más laureadas canciones, titulada Algo personal, que le viene como anillo al dedo a su jefe de filas, Pedro Sánchez:
«Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad/Viajan de incógnito en autos blindados/A sembrar calumnias, a mentir con naturalidad/A colgar en las escuelas su retrato/Hombres de paja que usan la colonia y el honor/Para ocultar oscuras intenciones/Tienen doble vida, son sicarios del mal/Entre esos tipos y yo hay algo personal».
Y tan personal.
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