Es poderosa la mentira, pero más lo es la verdad
Si por Sánchez fuera, lo obtendrían todo, pues solo importa otro día en la Moncloa para el plagiario ignorante, engreído, mendaz y desleal que mancha la presidencia del Gobierno
La situación del Gobierno es la de un vehículo en equilibrio precario, a punto de caer por un precipicio, cuyos ocupantes se agolpan en el lado equivocado. Un análisis racional y aséptico indica que no aguantarán ni… sesenta telediarios. Y es así por mucho que el acomplejado y extraviado líder de la oposición se empeñe en blanquear al régimen con esmero digno de mejor causa. Aun así, el Gobierno va a caer por muchas razones: del desprestigio internacional a la apuesta por la inmigración ilegal masiva, y de los ataques a la Justicia al trucaje del TC, pasando por una debilidad parlamentaria de vértigo y por la imposibilidad de contentar a unos socios delincuenciales fuertemente motivados para batir sus ya notables marcas en corrupción y traición. Si por Sánchez fuera, lo obtendrían todo, pues solo importa otro día en la Moncloa para el plagiario ignorante, engreído, mendaz y desleal que mancha la presidencia del Gobierno. Hasta está dispuesto a alimentar la teoría conspirativa según la cual el atentado de las Ramblas lo organizó el Estado contra Cataluña. Es difícil imaginar algo más repugnante, pero por ese lado la podre separatista y Sánchez nunca fallan. Sin embargo, no está a su alcance cumplir con la más apremiante de las exigencias del loco de Waterloo: que le alcance la amnistía. Salvo que Sánchez convierta su autogolpe blando en una asonada de gorila.
La preeminencia del relato en esta fatigosa posmodernidad ha convencido a los asesores de cabecera del sanchismo (mucho ‘paper’, pocas lecturas) de la posibilidad de cambiar la realidad con una adecuada política de comunicación. La alteración de las percepciones. El fondo filosófico de todo esto es el solipsismo, hoy más extendido que en la época de George Berkeley, toda vez que en el actual conocimiento académico la realidad no existe. Usan fuentes secundarias que obvian cada guiño hiperbólico. En Nietzsche, en Lyotard, en Derrida. Y entonces creen que «todo es relato». Los titulados flojos en ciencias blandas se preguntan con Pilato ¿qué es la verdad? Y, en el mejor de los casos, la circunscriben a las ciencias duras. A menudo ni eso. Es el espíritu de los tiempos. En consecuencia, se considera viable apuntalar para siempre al régimen con falsedades encadenadas dirigidas al puro mantenimiento del poder.
Si a esa «política de comunicación» le añades una política de no comunicación del adversario (autocensura de los pusilánimes, espiral del silencio, cancelación woke y, muy pronto, censura), miel sobre hojuelas. Pero, para su desgracia, la realidad existe, y la exterior a su pensamiento grupal es abrumadora, aplastante. Tú puedes hacer como que no ves lo que pasa. Puedes practicar el ilusionismo político y dirigir la mirada del público hacia un lugar opuesto a aquel en el que perpetras el truco. Pero al final la realidad se impone. Y está a punto. Así las cosas, o Sánchez convoca elecciones ya… o usa realmente los colmillos, situándose fuera de cualquier parámetro democrático. A ver.