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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Todos los caminos no condujeron a Roma

Que el presidente del Gobierno de España no acudiera a la Ciudad Eterna es una suerte de declinante actitud que no solo priva a España de una oportunidad diplomática sin parangón, sino que es absolutamente destructiva para la imagen de Sánchez, que se ha hartado de visitar a Francisco en la indisimulada pretensión de acercarlo ideológicamente a la izquierda

Actualizada 01:30

Que un primer ministro no haya acudido este fin de semana a Roma —pocos no lo han hecho— podría ser interpretado, si interpelara a un político responsable, como una manera de no empañar la presencia de los Reyes. Pero ese razonamiento es inaplicable a un decadente dirigente, enfermo de altivez y acomplejado por su inexistente talla política. Su ausencia es la de una persona incapaz de superar sus limitaciones personales, que se siente achatada por la dimensión institucional y humana de Felipe VI. Por tanto, también en este terreno está invalidado para ser el primer ministro de una Monarquía Parlamentaria.

No ir a una cita internacional del calado de los funerales del Papa Francisco retrata a un personaje cuyas patologías de orden personal son conocidas. Un acontecimiento como el del Vaticano se produce pocas veces en la vida de un dirigente, una o a lo sumo, dos, y, en este caso, en un momento político de inquietante horizonte, con un mundo en erupción, sin apenas certezas y con todas las incertidumbres abiertas tras la ruptura del presidente norteamericano con su tradicional aliado, Europa occidental, y el reordenamiento de la geoestrategia en el planeta.

Que el presidente del Gobierno de España no acudiera el 26 de abril de 2025 a la Ciudad Eterna es una suerte de declinante actitud que no solo priva a España de una oportunidad diplomática sin parangón -ausencia atenuada, eso sí, por la proyección de los Reyes-, sino que es absolutamente destructiva para la imagen de Sánchez, que se ha hartado de visitar a Francisco en la indisimulada pretensión de acercarlo ideológicamente a la izquierda. Un Papa de usar y tirar. Como todos los que se acercan a Pedro. Una nueva manera de que los españoles visibilicemos nuestra orfandad, nuestra derrota en reputación exterior, convirtiendo nuestra imagen exterior en un auténtico dislate, depositada en esta primavera romana en dos vicepresidentas carentes del mínimo sentido institucional y en un ministro como Bolaños, bombero-torero de la propaganda sanchista. En el bodegón no faltó una de las ministras más sectarias de los Gobiernos socialistas, Isabel Celaá, a la sazón embajadora ante la Santa Sede.

Primeros ministros como Scholz (Alemania), Meloni (Italia), Starmer (Reino Unido), Bart de Wever (Bélgica), Luc Frieden (Luxemburgo), Ulf Kristersson (Suecia) o Dick Shollf (Países Bajos) no dudaron en estar allí donde la nomenclatura mundial no podía faltar, con Donald Trump sentado en una primera fila ganada a codazos diplomáticos, muy cerca de Don Felipe y Doña Letizia, ellos sí, en un lugar prevalente ganado por años de historia y fe católica en nuestro país. La ausencia de Sánchez y Albares era la mera demostración de su inoperancia internacional, enfangados hasta el cuello en las secretas razones del cambio histórico de la posición española sobre el Sahara Occidental, en la abierta hostilidad con Israel o en la irresponsable visita, en plena guerra arancelaria, al dictador chino.

Sánchez solo dedica ya su tiempo a las miserias domésticas con el objeto de poder calentar el colchón de Moncloa unos meses más. El presidente está dedicado a enjuagues caseros como sus broncas con Sumar e IU por un plan de rearme inviable, a sacrificar en el altar de su ego a un ministro quemado como la pipa de un indio, Marlaska, al que mantiene porque en la agenda personal del exjuez está detallada la basura política generada por su jefe desde la moción de censura de 2018, o a socavar la Constitución para que el fugado de Waterloo pueda pasear lo antes posible por España.

Sánchez está aquejado sin cura del síndrome de Paiporta, cuando su escapada de la zona cero de la dana ofreció un retrato de la falta de consistencia política y la cobardía humana de quien debería trascender a cualquier debilidad y subrayó los perfiles institucionales y humanos del Rey, contra el que actuará ya sin bridas si le es necesario para mantener los apoyos de los enemigos de España y de su Monarquía democrática; Sánchez es hoy un zombi en manos de sus caseros, obsesionado por la intachable popularidad del Monarca, contra el que siente unos celos insuperables.

Permitió que Feijóo fuera en la delegación oficial, una vez que se descartó él. Era obligada la presencia del dirigente del partido que ganó las elecciones, aunque le pese a quien acostumbra a usar la cabeza para hacer daño a los que considera sus enemigos: todos menos su familia, sus partidarios y los dictadores del globo. Si hay algo de inteligencia en su cerebro, el presidente del Gobierno la destina a construir un muro de intolerancia contra media España, a la que no solo desatiende como gobernante sino a la que detesta. Pero Santa Teresa lo tuvo claro: «La verdad padece, pero no perece».

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