Napoleonchu desde la isla de Elba
Todo el reinado de Juan Carlos I dio a España un papel muy relevante en la escena internacional. El más sobresaliente que hemos tenido en casi dos siglos. Y nos viene Napoleonchu ahora a decir que la política exterior española es hoy la más relevante de la Historia. Con un par. Si es que es igual que el Emperador de Elba
Hace unos meses, un buen amigo y fiel seguidor de las andanzas de Napoleonchu en El Debate, me dijo que nos iba a invitar a varios matrimonios amigos a la isla de Elba para que conociese el lugar del primer destierro de Napoleón y le pudiera enviar mi foto desde allí a Napoleonchu. La invitación se ha hecho realidad y he tenido esta semana la suerte de conocer la Isla de Elba donde Napoleón Bonaparte pasó diez meses de exilio antes de regresar a Francia para imponer el Imperio de los Cien Días. En realidad, lo que se descubre en Elba sobre Napoleón es la perfecta imagen de lo que era un primer Napoleonchu.
Después de abdicar en Fontainebleau en abril de 1814 Napoleón se trasladó a la isla de Elba donde se le creó el Principado de Elba. Allí se instaló entre el 4 de mayo de ese año y el 26 de febrero de 1815. Como ya no debía tener abuela, pasó de ser Emperador de los franceses a ser nombrado, en un caso único, Emperador del Principado de Elba, aunque la isla tenía solo unos 12.000 habitantes. Y desde luego vivió todo menos una reclusión. Tenía dos residencias, una en la ciudad, el palacio Mulini –actualmente en restauración– y otra en el campo, la villa San Martino, de una pretenciosidad indescriptible. Allí desarrolló una intensa vida de gobernante en la que reorganizó la administración local, introduciendo reformas económicas y legales. Puso en marcha la construcción de caminos y puertos y reformó el sistema educativo y fomentó la minería del hierro. En resumen, se creía un grande, siendo casi nada bajo la vigilancia de las potencias europeas, especialmente por Gran Bretaña. Al fin el 26 de febrero de 1815, Napoleón escapó de Elba con un pequeño contingente de soldados en el barco 'Inconstant'. Desembarcó en Golfe-Juan (sur de Francia) el 1 de marzo y comenzó su marcha hacia París en el famoso ocaso de aquel dios menor conocido como el Imperio de los Cien Días.
Es a ese Napoleón final al que tanto recuerda nuestro Napoleonchu Albares. España ha tenido una gran política exterior durante décadas. Todo el reinado de Juan Carlos I dio a España un papel muy relevante en la escena internacional. El más sobresaliente que hemos tenido en casi dos siglos. Y nos viene Napoleonchu ahora a decir que la política exterior española es hoy la más relevante de la Historia. Con un par. Si es que es igual de pretencioso que el Emperador de Elba.
Cuando yo escuché por primera vez a un diplomático referirse a Albares como Napoleonchu, desconocía los orígenes del apelativo, que ya había sido atribuido en la historia política de España al primer lendakari del Gobierno vasco. En noviembre de 1936 los republicanos diseñaron una ambiciosa ofensiva de sus fuerzas en el Cantábrico para tomar Vitoria y Miranda de Ebro y batir al Ejército Nacional del Norte, mandado entonces por Mola y todavía con fuerzas numérica y armamentísticamente inferiores.
En esa ofensiva correspondió a un contingente nacionalista vasco de casi 6.000 hombres, el Euzko Gudarostea, tomar Villarreal de Álava, punto clave de toda la maniobra. José Antonio Aguirre se implicó personalmente, mientras Villarreal era defendida por apenas un batallón del Ejército nacional –500 hombres. Los nacionales no solo resistieron, sino que contraatacaron, destrozaron al Euzko Gudarostea y su aniquilación hundió toda la operación republicana que acaba en Nochebuena de 1936, cuando el Ejército del Norte inicia la ofensiva victoriosa que ya será imparable. Por su bochornoso fracaso en Villarreal de Álava se llamó a Aguirre Napoleonchu. Lo que en el fondo era un ascenso porque hasta entonces se le conocía como «Aguirrechocolate» porque tenía una chocolatería.
No sé si sigue habiendo muchos afrancesados en España. Pero sí tengo la certeza de que tenemos personajes en nuestra vida pública que son la caricatura de lo peor de la historia de Francia. Y Napoleonchu encabeza hoy el escalafón.