Romance de la lagartija

No lució lucido aspecto
Pedro Sánchez en Sevilla.
El cuerpo, cuello hacia abajo
resbala por la camisa,
sus dulces ojos de antaño
son dos luces mortecinas.
Su cara ya no es su cara,
ha exiliado a su sonrisa,
sus andares pisan odio
su mirada está perdida,
y cuando Begoña acude
a consolarle sus cuitas,
Pedro le grita de todo
porque su esposa le irrita,
porque Koldo le preocupa,
porque Ábalos le encabrita
porque Cerdán, su Frank Nitti
en la cárcel se marchita,
porque su hermano David
el de la batuta pírrica
tiene cita con el juez
y con malas perspectivas,
porque a las Pardo de Vera
ni a Inchaurrondo necesita
porque están achicharradas
histéricas, y perdidas
como el pobre Pulgarcito
del bosque, pero sin migas.
Su aspecto de hortera sano
es el de una lagartija,
o una vaca de Somalia
o un disidente en la China.
Pena me da tanta pena,
penita tanta penita.
Llegó a creer sus traiciones
llegó a creer sus mentiras,
pactó con la repugnancia
para seguir en la cima
y ahora está junto al abismo
que le aturde y se avecina.
Su fiscal está imputado,
Zapatero está en la mina,
Su altanera pompa falsa
En Paiporta fue un mal síntoma
y de faisán presumido
ha pasado a ser gallina.
Dos meses mudo de espanto,
cinco días en Sevilla
tres en la Quinta de Mora
y en Doñana, sin noticias.
Los calzoncillos se mudan
cuatro veces cada día
y a mí, que tanto le quise
cuando no le conocía,
qué pena me da su pena,
que penita su penita,
se nos ha quedado en nada
su lustrosa altanería.
La traición a una nación
no se paga en calderilla,
Huya a tiempo a toda leche
huya a tiempo a toda prisa
que el mar Caribe le aguarda
su presencia de por vida.
Ay, qué cara se le ha puesto,
qué careto, qué carita.
No hay maquillador que pueda
disimular su agonía.
Me gustan los animales
pero no las sabandijas.