Fundado en 1910
Cosas que pasanAlfonso Ussía

Aquellos ingenios

Si no cambias de actitud te va a pasar lo mismo que a esa figura de Lladró que hay en la librería. Y disparó. La figura pulverizada y el escándalo en la redacción. Ante esa reacción, Gala le prometió a Eugenio que renunciaba a los taxis y que seguiría escribiendo.

La edad pasa su factura. La mía me ha salido muy barata, porque los años que he vivido lo hice rodeado de ingenios que se reunían a partir de las 7 de la tarde en el enorme despacho de Eugenio Suárez y de su inseparable cocodrilo Leopoldo. –Mira, he pasado por mi cocodrilería preferida y he comprado a Leopoldo, que en mi opinión, es un cocodrilo encantador–. Y ahí nos sentábamos un buen rato todas las tardes. Néstor Luján, Álvaro Cunqueiro –que escribió un prólogo delicioso a mi primer libro–, el penalista José María Stampa, y el que era nuestro columnista de referencia, Antonio Gala. Gala, que era más agarrado que una garrapata al cuello de un perro, hablaba con disgusto con Eugenio. –Me tienes que pagar los taxis de Santiago, mi ayudante, cuando venga a cobrar el sobre mensual–. –Tienes más dinero que los Fierro, y tampoco eres tan necesario–. –Pues no vuelvas–. –Me has dado una idea estupenda–.

En aquel Sábado Gráfico, Gala era imprescindible. Y Eugenio me pidió mi intervención diplomática. Quedamos a las 13 horas en su despacho entre los gozos guturales y la mirada del río Zambeze del cocodrilo. Eugenio en su despacho, y Antonio y yo, en los asientos enfrentados a la gran mesa. A las 13.30 se nos uniría Mingote para celebrar la reconciliación en 'La Trainera'. Pero mi intervención no había servido para nada. Seguían con el conflicto del taxi. Eugenio tenía una pequeña biblioteca en su pared de enfrente, y me alarmó su agilidad en disponer en su mano derecha de un revólver digno de John Wayne. –Mira, Antoñito. Si no cambias de actitud te va a pasar lo mismo que a esa figura de Lladró que hay en la librería. Y disparó. La figura pulverizada y el escándalo en la redacción. Ante esa reacción, Gala le prometió a Eugenio que renunciaba a los taxis y que seguiría escribiendo. –La experiencia, Alfonsito. A esta gente sé cómo tratarla–. Por supuesto, Gala no volvió a escribir y cada vez que salía de su casa –todavía en la calle Darro–, lo hacía escoltado y vigilado por el portero del inmueble, la mujer, y un repartidor de leche muy aficionado a los crepúsculos anaranjados. Me llamó Gala. –No sigas con ese energúmeno, ese cocodrilo infernal–. Seguí con él porque éramos amigos y era un tipo sabio y divertido, un Rinconete del siglo XX.

La llegada de Mingote, gloriosa. Entró en el despacho. –Hay dos secretarias desmayadas, por eso he entrado sin anunciarme. Y nos fuimos los tres a 'La Trainera'. Por el sonido del disparo, tampoco volvió por Sábado Gráfico Chicho Sánchez Ferlosio, recién llegado de su autoexilio, personaje genial, yerno de Julián Grimau y ¡cuñado! de nuestro prodigioso columnista y gran filósofo Gabriel Albiac. Escapó de una imaginaria persecución policial saltando del primer piso a la calle y huyendo a toda carrera Bulevares abajo. No fue agradecida con Eugenio la vida. Fundó y creó Sábado Gráfico, El Caso, Velocidad, EL Cocodrilo Leopoldo y la pequeña editorial Sábado Gráfico. Regaló al Zoo de Madrid a Leopoldo. Su segunda mujer fue demoledora para su economía, y murió en su Asturias natal.

No conocí al Hombre que mató a Liberty Valance. Pero recuerdo con emoción y cariño al personaje que no se dejó vencer. El hombre que disparó a Antonio Gala por las facturas de un par de taxis.

¡Aquel Madrid mucho más libre y sorprendente que el de ahora!