En la hora de la victoria de Israel
Hay muchos muertos en ambos bandos de este conflicto que inevitablemente han perdido esta guerra. Pero, entre los vivos que no combatieron en la contienda hay un gran derrotado: el Reino de España. Habrá que ver a quién se pide cuentas
Me disculparán si reivindico desde estas líneas a los muy pocos que hemos mantenido nuestro apoyo al Estado de Israel a lo largo de toda la Guerra de Gaza. Una guerra atroz, como casi todas las guerras. Pero una guerra que se libró en un territorio de 365 kilómetros cuadrados, apenas la mitad del Ayuntamiento de Madrid (604,45 kilómetros cuadrados) es necesariamente la guerra en la que las barbaridades propias de un conflicto son filmadas con mayor detalle.
Hamás y buena parte de los gazatíes provocaron esta barbarie y ayer se veía la diferencia entre la celebración en la Knéset israelí y la inexistencia de ninguna celebración en Gaza. Por cierto, era llamativa la nula destrucción que se veía en el hospital al que llevaban a los prisioneros palestinos liberados en Gaza. La autoridad palestina, esa a la que Sánchez y Napoleonchu han reconocido como Estado, no es reconocida por la inmensa mayoría de los presos palestinos que liberó ayer Israel. Y menos que nadie por los dirigentes de Hamás que no han caído en esta guerra. En el campo de batalla, prácticamente ninguno. Porque ellos estaban en despachos fuera de Gaza. Y hasta allí iba Israel a acabar con ellos.
Como era lógico, Benjamín Netanyahu dijo desde el primer día que había que recuperar a los rehenes. Y se mantuvo firme hasta el final. Tuvo que soportar multitudinarias manifestaciones en su contra en Tel Aviv, exigiendo que trajese los rehenes de vuelta a casa. Como si dependiera de él. Cuando la ecuación era exactamente a la inversa. Si Hamás hubiera liberado los rehenes, la guerra se hubiera acabado de inmediato hace muchos meses, si no más de un año. Como ha ocurrido cuando finalmente se han comprometido a hacerlo. Es como si ellos buscaran la destrucción de su pueblo provocando más y más a Israel. Cuando hace dos meses, Netanyahu dijo que había que tomar la ciudad de Gaza para poder acabar con la guerra y los secuestros, recibió una crítica universal y casi unánime. A la vista están los resultados. Los veinte rehenes que seguían vivos fueron liberados ayer y la guerra ha concluido.
Donald Trump será descalificable por sus formas –yo soy el primero en criticarlo– y por algunas de sus políticas. Pero en sus dos mandatos Trump ha hecho más por la paz en Oriente Medio que ningún otro político de nuestro tiempo. Aunque él no se lo crea, incluso más que Napoleonchu. Y a quien le moleste la evidencia, que se rasque.
A partir de aquí viene una puesta en práctica del plan de paz que será un infierno para lograr su cumplimiento. Todo acuerdo con un grupo terrorista al que no le importa la muerte de los suyos es una apuesta casi imposible. Esperemos que no suicida.
Lo que vimos ayer en la Knéset en Tel Aviv fue una demostración de para qué ha servido la barbarie que ha desatado Hamás en Gaza. Miles y miles de muertos, según las cifras del grupo terrorista. Frente a esa barbarie, Donald Trump hizo muy bien en empezar sus palabras ante el Parlamento israelí invocando y dando «las gracias al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob». Bastante ecuménico. La Knéset lo aclamó en pie. ¿Dónde están los que hablaban de oposición a Netanyahu entre la población israelí? A la vista de la sesión de ayer en la Knéset esa oposición se evaporó entre la oposición israelí parlamentaria. Diputados de etnia árabe incluidos.
Son muchas las lecciones que la humanidad entera debe aprender de esta guerra. Empezando por los gazatíes que dieron el poder a Hamás. Pero sin ir tan lejos, aquí en España convendría sacar alguna conclusión de nuestro Gobierno votando un irrelevante embargo de armas a Israel –que no nos las compra– horas antes de que se llegara a un acuerdo de paz. ¿A qué se dedica este CNI? Y qué decir de mandar un barco de la Armada a acompañar las vacaciones por el Mediterráneo de una flotilla de turistas.
Hay muchos muertos en ambos bandos de este conflicto que inevitablemente han perdido esta guerra. Pero, entre los vivos que no combatieron en la contienda, hay un gran derrotado: el Reino de España. Habrá que ver a quién se pide cuentas.