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18 de mayo de 2024

Cartas al director

Las personas mayores se quedan sin aliento

A esta etapa, nos guste o no, todos vamos a llegar, y seríamos hipócritas si dijéramos que sólo con salud es suficiente. Está claro que la salud es lo primero, y que sin esta no somos nada, pero dejemos claro que tener una estabilidad económica en nuestra última etapa de la vida ayuda bastante.
Pero aquí nos encontramos con que muchas personas jubiladas pensaban lo mismo, vivir lo que les resta de vida con la tranquilidad de recibir su prestación económica después de años de duro trabajo y que con su sudor se han ganado.
¿Cuál es la realidad? La realidad es que muchas personas mayores no llegan a final de mes con sus bajas pensiones. El encarecimiento de los productos de primera necesidad sumado a la subida histórica de la luz hace imposible sobrellevar esta locura, por lo que la única solución que encuentran es no poner la calefacción en todo el invierno, con las consecuencias nefastas para su salud. Además de esto, el dinero no da para grandes gastos en lo que a los alimentos se refiere, malnutriéndose con productos que no aportan los requerimientos básicos. ¿De verdad toda una vida trabajando para malvivir?
Y la situación se agrava más si cabe para las mujeres, las cuales no alcanzan las cotizaciones exigidas para una pensión digna, ya que para muchas sus trabajos, igual de válidos que los de los hombres, han estado «en la sombra» sin tener regularizada su situación.
Esta situación lleva a la tercera generación a un estado de angustia y ansiedad que nadie cuenta, que sufren en silencio y que en muchos termina en una depresión insalvable, ya que son los grandes olvidados, los que ya no «molestan ni hacen ruido» excluyéndolos de la sociedad sin poner solución, y la rapidez con la que se instalan las nuevas tecnologías en el día a día no ayuda a su inclusión.
Las estadísticas son alarmantes, pero por el momento no se ve un futuro mejor para el bienestar de nuestros mayores, por lo que solo podemos echar mano de la conciencia social, que por suerte en nuestro país de solidaridad vamos bien servidos.

Cristina Basterrechea García

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