Mañana qué

De Ulpiano, jurista romano, son tres preceptos fundamentales del derecho: vivir honestamente, no dañar a otros y dar a cada uno lo suyo. Y esto, dos mil años después, sigue vigente.

Cada día me sorprende algo peor que lo del anterior y compruebo con pesimismo y tristeza que la idiocia es similar en tamaño a las tragaderas de más de media España. ¿Qué tiene que pasar?

Roban cobre por intencionada e interesada desidia de quien tiene que evitarlo exponiéndonos a riesgos imprevisibles. Costeamos ministerios y toda su cohorte de paniaguados para que un trans pueda boxear con una mujer nacida mujer en su misma categoría, o peor aún, para que con su inepcia liberen a violadores. Pagamos cama y colocación de barraganas a ministros y allegados sin el más mínimo rubor de quienes son responsables por consentir o actuar de celestinas en estas tropelías. Mueren cientos de personas por no limpiar unos cauces porque vale más una mata de juncia que una vida humana y, sin embargo, la lían parda porque aparece un pato muerto.

Vivo en el campo, donde conviven jilgueros, garcillas bueyeras, cigüeñas, sedentarias tórtolas turcas, gatos, conejos y alimañas que no veo, pero intuyo. Rara es la mañana que no encuentro rastros de esa inexorable struggle for life que los idiotas desconocen creyendo que presa y cazador juegan de noche alrededor de fuegos de campamento.

Defienden al perro Excalibur los activistas del aborto y la eutanasia. Cerramos las nucleares, pero tenemos el cinismo de comprarle a Francia energía de este origen. Estamos en contra de un abrigo de piel, sobre todo si tiene pelos, no sé por qué, pero ¡ay! las chupas Easy Rider que no sean de escay.

Paro, si sigo me pongo peor y tampoco soy masoca.