Trabajar en tiempos de IA

La irrupción de la inteligencia artificial en el mundo laboral ha despertado una inquietud comprensible: ¿serán las máquinas las que terminen haciendo todo nuestro trabajo? La pregunta aparece en conversaciones cotidianas, titulares alarmistas y debates políticos, muchas veces formulada desde el miedo más que desde el análisis. Y aunque es innegable que la IA ya está transformando profundamente el empleo, reducir el debate a una sustitución total de las personas por máquinas resulta, al menos, simplificador.

Es cierto que muchos trabajos cambiarán, y algunos desaparecerán tal como los conocemos. Tareas repetitivas, mecánicas o altamente automatizables están siendo asumidas por sistemas más rápidos y eficientes. Negarlo sería ingenuo. Pero también lo sería pensar que todo empleo humano es reemplazable. La historia demuestra que cada revolución tecnológica destruyó ciertos oficios, pero también creó otros nuevos, muchas veces impensados en su momento.

La diferencia actual es la velocidad. El cambio es tan rápido que genera sensación de desamparo, especialmente en quienes no tuvieron tiempo ni recursos para adaptarse. Aquí surge el verdadero problema: no la existencia de la inteligencia artificial, sino la falta de preparación social, educativa y política para convivir con ella. Si la IA se utiliza solo para maximizar beneficios y reducir costos laborales, el resultado será más desigualdad. Si, en cambio, se la integra como herramienta que potencie capacidades humanas (creatividad, criterio, empatía, pensamiento crítico), el escenario puede ser distinto.

No todos los trabajos serán sustituidos por máquinas, pero casi todos serán transformados. La pregunta central no debería ser si la IA nos quitará el trabajo, sino qué tipo de trabajo queremos construir con ella. El futuro laboral no está escrito por la tecnología, sino por las decisiones humanas que tomemos hoy.