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El Consejo de Ministros ha aprobado un anteproyecto de ley que, más allá de la propaganda habitual que lo envuelve todo, aspira a atender un chantaje más de uno de los partidos que respaldó su investidura a cambio precisamente de eso.

En este caso se trata de ERC, la formación encabezada por un condenado por sedición e indultado por Sánchez, que vinculó su apoyo al PSOE a la condonación de una parte relevante de la deuda pública catalana, invertida además en montar una especie de Estado insurgente y excluyente.

Se trata ahora de perdonarle a los independentistas cerca de 18.000 millones de euros y, a la vez, cargárselos al conjunto de los españoles, que es lo que pasará con el conjunto de la deuda.

Porque los 83.000 millones de quita autonómica total no desaparecen, simplemente se trasladan de Administración pero mantienen el mismo acreedor: no lo pagarán sus instituciones regionales, pero sí quienes vivan en los territorios gobernadas por ellas.

Y ese truco, que aumenta una deuda ya inasumible y amenaza a las próximas generaciones, atiende en exclusiva al peaje impuesto por Junqueras, completado por otro aún peor de Puigdemont: aprobar un 'cupo catalán' que les permita gestionar todos los impuestos recaudados en Cataluña, sin duda para ignorar el concepto de solidaridad territorial y de igualdad entre españoles.

Para rematar el despropósito, que socava los pilares constitucionales, Salvador Illa se ha ido a Bruselas a rendir pleitesía a Puigdemont, comisionado por Sánchez, como antes por Zapatero o Cerdán.

Que el PSOE caiga tan bajo retrata la fibra moral y política de quien lo encabeza, pero que someta a España a la humillación de amnistiar, homenajear y aceptar las exigencias de un prófugo es intolerable.

La quita de deuda es otra agresión a la unidad de España, otra extorsión del separatismo y otra prueba más de la falta de escrúpulos de un presidente hipotecado, intervenido y dispuesto a todo para sobrevivir. Es de esperar que las comunidades autónomas gobernadas por el PP ofrezcan la contundente resistencia que se espera de ellas y no escuchen los cantos de sirena de un Gobierno sin escrúpulos ni límites.