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28 de marzo de 2024

En primera líneaEmilio Contreras

La lapa

Si Felipe González hubiera pactado con comunistas y separatistas en 1996 no habría perdido la presidencia del Gobierno. Pedro Sánchez lleva haciéndolo desde 2020 con una sangría interminable de cesiones

Actualizada 01:30

La deriva que ha tomado la vida política de nuestro país me trae a la memoria algo que me contaron hace años. Estaban varios amigos hablando de política cuando uno de ellos elogió la inteligencia de un dirigente por su capacidad para mantenerse en el poder a pesar de las circunstancias más adversas. Un compañero le rebatió contando esta historia.
«Viajaba un sabio en un barco cuando estalló una galerna que hundió la nave. El sabio se abrazó a un madero que flotaba en el lugar del naufragio y logró alcanzar a nado una roca a la que se agarró con todas sus fuerzas. Las olas batían el peñasco con violencia y el sabio se aferraba a él en un intento desesperado por salvar la vida. De repente, observó cómo una lapa se mantenía pegada a la roca con tal fijeza que las olas no conseguían moverla ni un milímetro. Hasta que un tremendo golpe de mar arrastró al sabio al fondo. Mientras la lapa, imperturbable, seguía pegada a la roca.»
«El sabio murió ahogado y la lapa se salvó. ¿Quiere esto decir que la lapa era más inteligente que el sabio?»
Viene esta historia a cuento de los elogios que, seguidores y detractores, hacen de Pedro Sánchez por su capacidad para permanecer en el poder con solo 120 diputados. Capacidad que recuerda a la del molusco, ¿pero cuáles son las ventosas que le permiten emularlo?
La más poderosa es decir una cosa y hacer la contraria si eso le sirve para seguir en la Moncloa.
En julio de 2019, rechazó el pacto con Podemos y lanzó este dardo a Pablo Iglesias: «Necesito un vicepresidente del Gobierno que defienda la democracia». Cuatro meses después anunció el acuerdo con él que le permitió continuar en la Moncloa. Esta es la segunda ventosa que le aferra a la roca del poder.
Ilustración: lapa

Lu Tolstova

Necesitaba, además, otros pactos con partidos a los que había descalificado. De los separatistas catalanes dijo en octubre de 2019: «El independentismo más radical está replicando el mismo modelo de sociedad que la extrema derecha». Pero no dudó en pactar con ellos. Le han suministrado respiración asistida en el Congreso a cambio, entre otras muchas cesiones, de pactar con ellos que el 25 por ciento de las clases en Cataluña no se impartan en castellano, incumpliendo una sentencia firme.
Le han sometido a la humillación de tener que entregarles la cabeza de la directora del Centro Nacional de Inteligencia por investigar sus andanzas ilegales, y de comprometerse a que el CNI deje de investigar en Cataluña y País Vasco.
Pero la concesión más escandalosa fueron los indultos a los separatistas condenados a penas de entre 9 y 13 años por los delitos de malversación y sedición; y ahora va a reformar este último para reducir los años de condena. Es el peaje para que la ventosa separatista lo mantenga en el poder. Rufián lo confirmó con retranca el 23 de junio de 2021: «¿Ha sido valentía política o necesidad?»
En septiembre de 2016 el hoy presidente afirmó en Antena 3: «Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo repito veinte veces». Y en rueda de prensa en junio de 2019 insistió: «Con Bildu no se acuerda nada». En vista de lo cual, pactó pocos meses después su abstención para que la socialista María Chivite consiguiera la presidencia de la Comunidad Foral de Navarra, y correspondió al apoyo de Bildu absteniéndose para que su candidato consiguiera la alcaldía de municipios como Huarte. El apoyo de los filoetarras ha sido clave para aprobar los presupuestos y otras leyes, y ahora el presidente trata de lavar la imagen de ETA con la Ley de Memoria Democrática. Ha acercado a cárceles del País Vasco a un centenar de etarras que asesinaron a más de 300 personas. Y el Gobierno vasco ha aplicado el tercer grado a una treintena de ellos, entre los que está el asesino del político socialista Fernando Buesa. Este ha sido el precio de la tercera ventosa que lo sostiene en el poder.
Si tras las elecciones de 1996 Felipe González hubiera pactado con comunistas y separatistas, como Sánchez hizo en 2020, habría seguido en la presidencia del Gobierno porque habría tenido mayoría en el Congreso. Pero no lo hizo, aunque le costó perder el poder. Pedro Sánchez ha pactado con comunistas, separatistas y Bildu para llegar al poder y sigue haciéndolo cada día para mantenerse en él. Felipe González gobernó trece años y medio y dejó un partido fuerte. Veremos cuántos gobierna Pedro Sánchez y qué PSOE deja.
Llegado a este punto, me temo que voy defraudar a algún lector si no comparo al presidente con una lapa. Y no lo voy a hacer por dos razones: porque si lo situara en el nivel intelectual de un molusco rebasaría los límites del respeto institucional, algo a lo que siempre me he negado por profundas que sean mis discrepancias; y porque la experiencia enseña que en una democracia las ventosas de un político son mucho más débiles que las de un molusco en el mar. Y todos los sondeos y las elecciones del último año anuncian que no será un golpe de mar sino de votos lo que sacará a Sánchez de la Moncloa.
Decir una cosa y hacer la contraria puede ser un mérito para mantenerse en el poder a corto plazo, pero un demérito para permanecer en él más de una legislatura.
  • Emilio Contreras es periodista
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