La ligereza de la maldad
Una sociedad rica de ciudadanos pobres es la mayor perversión de un Estado. Traerá desigualdad, revolución y violencia. En nuestro caso, ¿si la economía del país está fuerte, por qué el 75 % de las familias llegan con dificultades a final de mes?
Decía Goethe que «la mente mala solo se encarga de fabricar el mal».
La perversidad acecha ante un hombre despistado en el extenso campo ideológico, desinformado a pesar de la abundante supuesta información. Creemos saberlo todo y no sabemos casi nada.
Desde nuestro escaso poder, nos empeñamos en auto engañarnos acerca de nuestro melifluo conocimiento de las realidades que nos rodean y que, ya los gobernantes, se encargan de transformar a su gusto.
La esclavitud del hombre contemporáneo se dibuja desde la obsesión por el afán de pertenecer a la masa. La consecuencia inmediata: la falta de libertad. Sin embargo, imaginamos que no es así y que hemos alcanzado una libertad soñada, diseñada desde el placer, lo que me apetece y, apartando a un lado la obligación que comporta nuestras propias decisiones.
Son modelos asumidos que hacen las delicias de los políticos que cocinan su perversión. Sirva como ejemplo la solidaridad perfilada desde la asunción y derecho de supresión de la libertad de otros, okupación o los sucesos que acontecieron en la clausura de la vuelta ciclista en Madrid.
El fomento del odio también se ha dogmatizado. Dependiendo de donde venga, es odio o «jarabe democrático». Nunca me gustó el oficio de desenterrador y, mucho menos, si lo que se desentierra es el odio. Después de casi cien años, vivimos con los fantasmas de una Guerra Civil, Europa con los de la Guerra Mundial, pero en nuestro caso, nuestro gobierno necesita ser ese todopoderoso juez que ponga orden ante tanta ignominia. Con lo cercano que tiene el 11M para poder hacer justicia a todos los caídos... Qué curioso.
Mentira, fomentar división, ausencia de libertad de expresión, debilidad y cobardía. Signos de identidad de un sistema que pretende ser justo y tan solo se construye perverso y amordazado.
No hay amor. No sabemos amar. También nos lo han polarizado. Que nos digan los que gobiernan cómo debemos educar a nuestros hijos, formar nuestras familias y cuál ha de ser nuestro sentimiento religioso.
Narcisismo en el halago compartido de señores poderosos: Bill Gates dice que con Pedro Sánchez, España es un país más comprometido con el mundo. Me pregunto que opinará sobre esto Canarias, Valencia, León, Extremadura...
Una sociedad rica de ciudadanos pobres es la mayor perversión de un Estado. Traerá desigualdad, revolución y violencia. En nuestro caso, ¿si la economía del país está fuerte, por qué el setenta y cinco por ciento de las familias llegan con dificultades a final de mes? ¿Por qué ha aumentado la precariedad de los autónomos? ¿Por qué estamos a la cola de Europa en Inversión Pública?...
Tantas preguntas que no tendrían sentido, si lo escrito en estas líneas fuera mentira.
La convivencia está en peligro porque la ligereza de la maldad se ha enraizado en el mundo. Nos la han vendido como una idea maniquea, yo no sabía, yo no pensaba que...
La maldad es mentira, violencia, narcisismo, droga, trata de seres humanos, prostitución. Toda ella inflige dolor y miseria.
¿Todos aquellos que comulgan con la maldad, son malos? ¿Acaso es esto mentira?
Entonces... ¿Quiénes están gobernando el mundo?
Nuestra democracia nunca nos hizo sospechar de la maldad de los otros, a pesar de las diferencias, y cuando alguien la ejercitaba, se apartaba del ciudadano.
Así que, señoras y señores, jóvenes, a trabajar, a pagar impuestos y «boquita cerrada».
Que tiempos aquellos.
Pedro Fuentes es humanista