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TribunaAlfredo Liñán

Bailando con lobos

Actualizada 01:30

Y, al fin, llegó septiembre. Y, como todos los años, el tirorirorí, tin, tin, tirorí de Bobby Darin me martillea en el recuerdo de aquellos septiembres de vuelta al colegio, mientras miro pasar, retranqueados a reata de sus madres, a los hoy niños con ojos de sueño y carteras relucientes. Nihil novum. Y, un año más, los aprendices de gurú impostarán la voz para machacarnos con el síndrome post vacacional. Y en las fiestas de la vendimia los pregoneros declamarán sus loas de granos de oro y mostos arrebolados. Y los leones del Congreso seguirán impasibles ante el desasosiego apresurado de sus bronceadas señorías.

Cuando llegue septiembre, todo será igual que antes. O no. Quizá este año sea la excepción y ahora que ha llegado septiembre todo será aún peor, tras este largo y cálido verano de rufianes, garrapatas y rompehuevos encaramados en sus torres de barro. Lo ha resumido muy bien Guillermo Fernández Vara -esa gran decepción extremeña- desde su tapabocas en el Senado al afirmar que «en la Constitución cabe todo», o lo que es lo mismo, que nuestra tan traída y llevada carta magna es papel mojado que no sirve ni para utilidades higiénicas. ¡Ay Sir William! ¡Qué cosas hay que hacer! ¡Ay Guillermo qué fácilmente cambiaste medicina por golosina!

Y mientras, aculado en la Moncloa, su jefe sonríe displicente y la vicepresidenta, en funciones de trotaconventos, manosea al garduño desertor -misi gatito, pan conejito- a ver si acaso consiguen entre todos desencuadernar España y que parezca un accidente. Los viejos socialistas se remueven incómodos y elevan el tono; los nuevos sociolistos, miran de reojo mascullando improperios, no sea que al final las diatribas de los santones les conduzcan al paro. Cuando llegue septiembre… El presidente en funciones de ídem saca pecho pavoneándose de que está acostumbrado a bailar con lobos. El ex honorable en funciones de lobo feroz sonríe relamiéndose ante la infeliz caperucita y sueña con hacer un sabroso caldo con la abuelita. Alberto Núñez Feijóo en disfraz de cazador se pierde en el bosque y va dibujando interrogaciones de árbol en árbol. Y los españolitos que andamos por el mundo nos miramos confundidos preguntándonos cómo pudimos llegar a esto.

Dicen los que saben que, a estas alturas, es impensable imaginar que en el horno de esta vieja piel de toro se esté pre cocinando un golpe de estado. Salvo, dicen también los que saben, que el muñidor sea el mismísimo gobierno en funciones de vaya usted a saber qué. Y si, como afirma sir William Fernández Vara, en la Constitución cabe todo, la cosa puede estar más horneada de lo que nos imaginamos, claro que, en temeraria correspondencia, dicen que ya hay voces que recitan de corrido su artículo octavo.

Es peligroso bailar con lobos. Pregúntenle a Úrsula von der Leyen que ahora se plantea si ha sido buena idea esa de proteger al lobito después de que, el muy desconsiderado, se comiera a su entrañable pony. Bailar con lobos no es bailar.

Ha llegado septiembre y miramos al cielo, temerosos de la tormenta que se anuncia cercana. Y ya nada será igual que antes.

  • Alfredo Liñán Corrochano es licenciado en Derecho
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