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20 de abril de 2024

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De Jesucristo Superstar al `Rebelde´ de Scalpers: un repaso a la iconografía pop de Dios en 50 años

A lo largo de toda una generación, ha cundido la representación de Cristo como un personaje revolucionario. ¿Es cierta esa imagen? ¿Contra qué cabría rebelarse?

En 2021 se ha cumplido medio siglo de la adaptación del álbum Jesus Christ Superstar como musical «ópera rock» que rápidamente inició su andadura en Broadway. Y de Nueva York pasó al resto del mundo; en España fue Camilo Sesto quien dio voz al protagonista, con bastante éxito de público. Dos años después de la adaptación al cine, Sesto publicó un doble disco homónimo, con dos docenas de canciones, más o menos, traducidas al castellano del álbum original. La versión cinematográfica (1973) se rodó en pasajes yermos de Israel y ambienta el álbum con deliberados anacronismos.
Antes que nada, Jesus Christ Superstar es una interpretación o reelaboración de Jesús de Nazareth que refleja no tanto una mirada profunda al personaje real –o al personaje que puede vislumbrarse en los evangelios–, como las dudas de fe y las inquietudes religiosas de su época. De hecho, Jesus Christ Superstar termina tras la crucifixión y entierro del Nazareno, omitiendo toda referencia a la resurrección. Y resulta significativo el peso dramático que adquieren de manera respectiva María Magdalena y un Iscariote con rasgos sutilmente atractivos. En general, es una «ópera rock» que muestra a un Jesús plenamente humano, dudosamente divino. Un Jesús hippie que parece vórtice de un conjunto de quejas que –como resulta evidente en la película– tienen un claro aroma político, fácilmente interpretable en el contexto de los años setenta.

Una influencia pop «innegable»

La influencia del Jesucristo Superstar ha sido innegable. Supuso la popularización de una serie de nuevas formas de entender a Jesús. Atrás quedó el Cristo de la piedad decimonónica; por eso, se ha extendido una versión pop del Sagrado Corazón, como salido de la factoría Andy Warhol. Las canciones en muchas parroquias católicas –con tonadillas sacadas de Simon and Garfunkel o de The Beatles– se han alejado del gregoriano y se han aproximado a esta «ópera rock». En vez de la tradición de los Padres del Desierto, o de los poemas de Teresa de Ávila o Juan de la Cruz, es palmaria la influencia de lo pop-rock en movimientos católicos, como por ejemplo en Hakuna, asociación caracterizada por su tono juvenil y desenfadado. En una de sus canciones se escucha: «Buenazo, entregado y humillado me seduces. | Ábreme la puerta desde dentro, | cuélame en tus entrañas … | Necesito la fuerza que me das para sonreír y amar, | como lo haces tú, como lo haces tú».
Un buen número de representantes de música ligera y comercial ha incluido a Jesús de varias formas. Mecano le dedicó su JC –«Colgado de los palos y amarrado | por los pies y por las manos, | me pregunté ¿quién lo pudo hacer? | Trepé por la madera y aparté | de tu cara la melena, y te besé | Tres palabras rotas escapaban de tus labios | Tú y yo...», cantan–; en bastantes ocasiones Lenny Kravitz ha actuado ante el público con una camiseta en que se lee: «Jesus died for you» (Jesús murió por ti). Una de las canciones más afamadas de Depeche Mode es Personal Jesus: «Someone to hear your prayers, | Someone who cares» (Alguien que escucha tus rezos, alguien que se preocupa).

La transformación de Jesús en icono pop ha conllevado un emborronamiento de la complejidad del Jesús de los evangelios

La transformación de Jesús en icono pop ha conllevado un emborronamiento de la complejidad del Jesús de los evangelios y del predicado por la tradición de la Iglesia. Si en el arte paleocristiano, una imagen muy habitual es la de Cristo como dulce y buen pastor, en el imaginario actual abunda más una mezcolanza de la foto del Che Guevara tomada por Alberto Díaz «Korda» y del Cristo de Zeffirelli (su miniserie de 1977). Durante estos cincuenta años, la disparidad como hoy se ve al Nazareno oscila entre el extremo de La última tentación de Cristo (Martin Scorsese, 1988) y La Pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004).

De la Magdalena «ambigua» al Rebelde

La película de Scorsese habla no sólo de un Cristo muy humano y poco divino, sino de un hombre repleto de dudas y obsesiones que rayan la neurosis. Por el contrario, el Cristo de Gibson procura –en contra de la tendencia que, en cierto modo, inauguraba Superstar– aproximarse al hombre que vivió en la Judea del siglo octavo de la fundación de Roma, la Galilea de hace dos milenios. Prueba de ello es que en la película de Gibson los actores hablan en arameo y, en menor medida, en latín o griego, las lenguas que se manejaban en aquel lugar y época. También la Magdalena de Gibson rompe con la imagen más sólita hoy: la mujer que interpreta Monica Bellucci es de una impactante belleza, dignidad, humildad, devoción y hondo sentido penitencial, sin atisbo alguno de otras intenciones. No es la Magdalena ambigua hacia Cristo que tan abundante se antoja hoy.
Como demostración de este triunfo del Jesus-pop, ha irrumpido en las Navidades el anuncio de la marca de ropa Scalpers. Aparece un Cristo delgado, enjuto, con aire del Jesús de Zeffirelli, pero sin su temple hierático, distante, frío. Se trata de un Cristo que camina descalzo, con la elegancia cuidadosamente desaliñada de un hípster. Representa al Cristo rebelde, seguro de sí mismo, contradictorio, iconoclasta, casi irreverente. Incluso algo faltón, o displicente, como cuando espeta: «Yo nunca celebro el [cumpleaños] tuyo». Evidentemente, el objetivo de Scalpers es comercial. Pero también se cuela un elemento que, cuando menos, puede generar una pequeña reflexión. ¿Por qué celebrar la Navidad? ¿Qué se celebra en Navidad? El Cristo de Scalpers termina así la pieza publicitaria: «La cuestión es esta: ¿tú qué quieres celebrar? ¿Una fecha, una tradición o una forma de nacer y de vivir?».
Imagen del anuncio de Scalpers con un Cristo hipster malasañero

Imagen del anuncio de Scalpers con un Cristo hipster malasañeroScalpers

La iconografía de un Jesús hippie

Poco se puede dudar de que el Jesus-pop habla más de los anhelos de nuestra época que del propio Jesús de Nazareth. La iconografía de un Jesús hippie y rebelde parte de una simplificación de aspectos que, si bien pueden tener su justificación en los evangelios, no cuadran con la complejidad de estos textos, ni de la interpretación que desde los Padres de la Iglesia se ha dado. Por un lado, Jesús dice: «No he venido la traer la paz a la tierra, sino la espada» (Mateo 10:34), pero también asegura: «Tomad mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11:29). De igual modo, nunca se escuchan de sus labios palabras contra el orden establecido, e incluso, a la pregunta de si es lícito pagar o no los impuestos al dominador extranjero, responde: «Dad al César lo que es el del César, y a Dios lo que es de Dios» (Mateo 22:21). Sin embargo, a los apóstoles les comenta: «Los gobernantes de las naciones sojuzgan a sus pueblos y, además, se hacen llamar bienhechores, pero vosotros no seáis así, sino que el que hace cabeza sea como el que sirve» (Lucas 22:25-26). Jesús cura al esclavo de un centurión romano, pero no conmina a este militar a que manumita al siervo. Incluso asegura que este gentil tiene más fe en Dios que los judíos. La verdadera liberación consiste en el perdón de los pecados.

Cristo enseña al hombre lo que es el hombre. Por tanto, de algún modo, Cristo encaja en las preocupaciones y anhelos también de esta época

Ciertamente, sobrepasando las contingencias de nuestra época, Joseph Ratzinger –siendo Benedicto XVI– publicó Jesús de Nazareth, un libro dividido en tres grandes partes, una de ellas dedicada a la infancia. Sale al paso de la dicotomía de «Jesús histórico versus Cristo de la fe» que se ha impuesto en ciertos ambientes durante el último siglo –si el Cristo de la fe no es el Jesús histórico, entonces no atañería a la fe, porque sería falso–. A lo largo de esas páginas, el pontífice bávaro aporta las pistas históricas y teológicas suficientes para bosquejar el perímetro donde se halla el verdadero Jesús. Un Jesús que, tal como entiende Ratzinger y recuerda Francisco, es plenamente actual. Como decía Ireneo de Lyon, y ha repetido el Concilio Vaticano II, Cristo enseña al hombre lo que es el hombre. Por tanto, de algún modo, Cristo encaja en las preocupaciones y anhelos también de esta época. ¿Hay algo de verdad en el Cristo pop-rock? Quizá, a tenor de lo que relata la Biblia –un Dios que se complace jugando con los hijos de los hombres y que desea consolarnos como una madre que da el pecho a sus criaturas, según el profeta Isaías–, cueste imaginarse a un Cristo que, en el Cielo –o en la tierra con Lázaro y sus hermanas–, «no celebre tu cumpleaños». Pero sí que podemos imaginar a un Cristo que, como el de Scalpers, nos pregunte por qué estamos celebrando la Navidad: «su» Navidad.
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