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Soto Ivars, Jaume Vives, Herrero y Pablo Velasco departieron sobre la situación actual de los jóvenes en el contexto actualCEFAS

Jóvenes y Compromiso Cívico

«La guerra cultural es algo que fabrican los políticos para legitimarse y luego te acaban metiendo a ti»

La segunda jornada del Congreso Jóvenes y Compromiso Cívico organizado por el Centro de Estudios, Formación y Análisis Social del CEU empezó poniendo las bases de la cancelación

A primera hora, y tras una misa celebrada en la capilla del Colegio Mayor San Pablo, han debatido Pedro Herrero (director del pódcast Extremo Centro), el columnista Juan Soto Ivars, y Jaume Vives, autor de libros y documentales sobre cristianos en el Líbano e Irak, así como responsable de las últimas campañas de la ACdP. Moderados por Pablo Velasco, secretario nacional de Comunicación de la ACdP, han hablado sobre «la imposición del pensamiento único progresista en medios sociales».
Los intervinientes han comenzado señalando que el nacimiento de sus hijos los ha afectado de manera muy positiva a la hora de relacionarse con el mundo. Herrero se ha planteado «¿qué les voy a dejar?»; Vives ha comentado: «Me apetece hacer el gamberro con mi hija, pero ella también me dulcifica». Soto destaca: «desde que tuve al crío me la bufan las reacciones de la gente». Y añade, en relación con el tema del coloquio: «Vivimos en un tiempo de censura, de cancelación, eso es verdad, pero la guerra cultural es algo que fabrican los políticos para legitimarse y deslegitimar al rival, y luego te acaban metiendo a ti». En este sentido, Soto ha recalcado que es más relevante y difícil tener libertad de criterio que mera libertad de expresión, «porque cualquier idiota puede decir cualquier cosa».
Vives dice que tener vínculos fuertes es la raíz de la libertad: «Me he sentido libre, porque he tenido vínculos fuertes; es muy difícil ser libre si uno no se siente amado». Herrero, en relación con la familia, anota: «puedo explorar el mundo, porque tengo una roca a la que volver, que es el hogar». Con su tono enfático que tanto divierte al auditorio y a los demás integrantes de la mesa, Herrero añade que, no obstante, «la libertad de expresión se ha empleado para deshacer los vínculos fuertes».

«Llevamos 10 años tragando mierda»

Soto critica que existan leyes que se entrometen demasiado en la definición de cuestiones delicadas, como la violencia de género. Explica: «en estos temas se ve adónde llega la guerra cultural, porque antes de que se aprueben leyes abusivas hace falta prostituir los conceptos y evitar que se pueda debatir». Comenta que, por fortuna y al menos en España, sí se está discutiendo sobre asuntos como lo «trans y el feminismo radical». En este sentido, añade Vives: «llevamos diez años tragando mierda, y de repente nos escandalizamos de que Celaá diga que los niños no son de los padres, pero desde hace años funcionamos como si los niños no fueran nuestros, admitiendo que nos digan lo que los niños tienen que hacer o incluso comer en el patio».
Velasco cita la reciente intervención de Chantal Delsol en otro congreso celebrado en el CEU, y se ha preguntado si de verdad estamos padeciendo una imposición. Herrero responde: «no estamos en un totalitarismo, lo que pasa es que estáis acojonados, lo que tenéis es miedo, y el miedo personal se derrota saliendo; lo que hay es una melancolía por no resonar en los salones del poder». Y ha añadido dirigiéndose con vehemencia a los asistentes: «Tenéis veinte años; mirad adelante, vosotros sois el futuro». Se explaya: «Esto es lo que mejor que os ha podido pasar; podéis actuar y formar parte de una cultura, tenéis mucha creatividad». En este punto, Vives se ha mostrado en desacuerdo, alegando que sí vivimos en un sistema totalitario, porque todo depende de lo que decida o diga la mayoría, incluyendo lo que es bueno o malo. «Nada es ahora intocable, ni siquiera la educación o la vida, porque nos hemos creído que la verdad es consensuable», asegura.

«Antes de que se aprueben leyes abusivas hace falta prostituir los conceptos y evitar que se pueda debatir»

Por su parte, Soto entiende que «el totalitarismo es otra cosa; aunque estamos bajo el poder de la mayoría, te puedes oponer de varias formas a una ley, sin embargo, en el totalitarismo no puedes». Si bien reconoce: «estamos en un sistema que nos preocupa». Herrero recuerda que «nuestro modelo cultural en el Norte del Mediterráneo depende de nuestro concepto de persona, heredado del judaísmo, el cristianismo, de la idea de vida buena de Aristóteles», y que eso es lo que permite siempre el debate y tener a la persona como centro de la vida social y política. Por eso, Herrero se muestra convencido de que el modelo de vida buena no puede depender de la política o la empresa, ni tampoco de la audiencia, que es un criterio de mercado, sino de una premisa moral previa: «quien crea es porque cree en la premisa moral».
Soto opina que «la cultura de la cancelación se debe, en cierto modo a que a los woke se les hace caso, aunque en algunos sitios la corrección política sí está plenamente impuesta; por ejemplo, en Estados Unidos los medios de comunicación están escorados hacia lo woke y las empresas sí son woke». Algo distinta es la valoración que le merece la situación española: «Aquí las empresas se ponen la banderita gay, porque somos catetos e imitamos a Estados Unidos; pero aquí no se puede hablar de totalitarismo». De este modo, según Soto Ivars, en España hay «indicios», mientras que en Estados Unidos la tendencia ya está muy asentada. Y advierte: «En España lo que hay es una factura tribal, y las tribus se controlan a sí mismas; no hay comunicación entre tribus». Por tanto, el peligro más acuciante, según este columnista, estriba en que la sociedad se ha fragmentado.
Herrero ha seguido con esta línea argumental, pues «el debate consiste en hablar con el otro, y no hablamos más que con nosotros, y no persuadimos; hay que recuperar la libertad y la creatividad y ser los que molan, no ser un coñazo». Para él, esta es la cuestión más importante: «primero eres creativo y molas, y luego llega lo demás». Pone como ejemplo la táctica del mundo progresista, que se planteó cómo se cambia el mundo y se puso a trabajar en ello con ahínco. Por el contrario, dice Herrero, «nosotros estamos a cuadrar presupuestos en un banco, y nuestras enormes capacidades intelectuales las estamos dedicando a eso, de modo que, cuando ponemos un pie fuera del máster del IESE o la educación concertada, no entendemos el mundo». Insiste: «No nos damos cuenta de que sólo les decimos a los jóvenes de las universidades católicas que dediquen su vida a cuadrar presupuestos».
Por eso Herrero trasmite esta admonición a los asistentes del congreso: «Debéis ser una minoría creativa; ahora no resonáis en el poder ni en los salones en la corte, y da igual que tengáis trufados los puestos del Banco de España, no podéis transformar la cultura, porque estáis en ejecutar, no en crear». Se pregunta: «¿Cuántos son los católicos en porcentaje del total de la población, y cuánto crean y cuánto molan?». Sintetiza: «A mí la llorada me sobra; hay que pasar a la acción, y la belleza de tener hijos es la palanca transformación del mundo».