Fundado en 1910
Sor Olvido, una de las religiosas que atiende a los pacientes del dispensario de San Antonio

Sor Olvido, una de las religiosas que atiende a los pacientes del dispensario de San AntonioLUIS LOPEZ

Funciona desde 1947 gracias a los capuchinos

Gratis y con médicos voluntarios: un dispensario del centro de Madrid atiende a 5.000 pacientes al año

«Aquí lo tenemos todo, menos dinero», comenta uno de los religiosos, que recuerda que, antiguamente, los médicos «cobraban en chorizos y gallinas»

En el bullicioso barrio de Cuatro Caminos, en Madrid, entre unas calles que han cambiado de cara con los años, hay un lugar que parece que no ha perdido ni un ápice de su esencia desde 1947: el Dispensario Benéfico San Antonio. Nació del sueño y la generosidad de la condesa de Gavia, quien legó su patrimonio con la condición de que se utilizara para los pobres, según recoge Elena Magariños en el último número de SomosCONFER.

Entre sus muros resuena el eco del trabajo incansable de fray Faustino, franciscano capuchino, y sor Rosario, misionera de Jesús y María. Dos pilares fundamentales de esta obra, quienes desde sus respectivas vocaciones dirigen, curan, acompañan y acogen a quienes acuden en busca de ayuda. «Aquí lo tenemos todo, menos dinero», comenta fray Faustino entre risas. Sus palabras, aunque teñidas de humor, revelan la compleja realidad de este lugar, donde las necesidades nunca faltan, pero tampoco el espíritu de entrega. «Cuando empezó, la gente no tenía, como hoy para pagar un seguro médico… Más bien, los médicos cobraban en chorizos y gallinas porque muchos pacientes no podían pagar otra cosa», recuerda fray Faustino.

Los tiempos han cambiado, pero el compromiso sigue siendo el mismo: tender la mano a aquellos que han sido excluidos del sistema. Así, cada año, cerca de 5.000 personas cruzan las puertas del dispensario.

Lista de espera... para ayudar

Aquí, 33 médicos voluntarios, dos abogados y tres hermanas misioneras de Jesús y María ofrecen sus servicios sin coste alguno. Desde consultas de medicina general e interna hasta especialidades como podología y cardiología, pasando por la asistencia legal destinada, especialmente, a los que llegan a España sin nada. «Pero tenemos lista de espera de médicos que quieren colaborar», asegura el capuchino Jesús Chillán, director del dispensario San Antonio. «Los médicos llegan aquí por ser conocidos de otros que ya colaboran con el dispensario; otros por ser compañeros, amigos, o alguno que se ha jubilado y quiere participar en esta acción solidaria», explica el religioso.

El doctor Fernando Sáiz es médico voluntario en el dispensario

El doctor Fernando Saiz es médico voluntario en el dispensarioLUIS LOPEZ

El dispensario no solo alivia enfermedades físicas. También atiende necesidades más básicas, como el hambre y el frío. El ropero, gestionado con dedicación por las hermanas y los voluntarios, es un oasis para quienes llegan a Madrid con lo puesto. «Vienen de países caribeños o del África subsahariana, sin ropa adecuada para estas temperaturas. Aquí les damos abrigos, gorros, bufandas, lo que necesiten para afrontar el invierno», explica fray Faustino.

Las medicinas también llegan al dispensario como donaciones. «Recibimos medicamentos que sobran en casas, siempre que no estén caducados. Los clasificamos, completamos cajas y los entregamos según las necesidades de cada paciente después de la consulta con los médicos», detalla sor Rosario, quien, al ser enfermera, gestiona la pequeña sala de curas. El carisma de las hermanas misioneras de Jesús y María se refleja en cada gesto. «Nuestro trabajo aquí es una forma de reproducir la vida activa de Jesús, a través de las obras de misericordia», explica la religiosa.

Derribar muros

Los pacientes encuentran más que una solución a sus problemas de salud. Encuentran humanidad. «Aquí no preguntamos si tienes papeles o de dónde vienes. Si necesitas ayuda, hacemos todo lo posible por brindártela», afirma sor Rosario. Esa filosofía ha derribado muros y ha cambiado percepciones, incluso entre quienes se acercaron inicialmente con reservas hacia la Iglesia. «Algunos llegaron un poco reacios, pero lo cierto es que el trabajo diario y la acogida, lo que ven que se hace aquí, ha derribado muchos muros», asegura la religiosa.

Además del trabajo de estas dos congregaciones, forma parte de una red de colaboración que incluye parroquias, centros de atención ciudadana, Cáritas y trabajadores sociales. «Cuando un paciente llega aquí, muchas veces ya ha pasado por servicios de urgencias. Nosotros completamos esa atención con seguimiento, medicamentos y asesoría jurídica si lo necesitan», concluye fray Faustino.

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