«Las Tres Azucenas» del carmelo de Guadalajara
Santos de hoy
«¡Perdónales, perdónales!»: la súplica de «las Tres Azucenas» de Guadalajara, martirizadas en 1936
La Iglesia celebra hoy la memoria de las carmelitas descalzas asesinadas in odium fidei, las beatas María Pilar, María de los Ángeles y Teresa del Niño Jesús
«Si nos llevan al martirio iremos cantando 'Corazón Santo, tú reinarás'», decía Mª Pilar con una naturalidad pasmosa. «Yo desearía morir al grito de ¡Viva Cristo Rey!», contestaba Teresa, y agregaba: «Los mártires en el cielo tendrán particular amor a sus verdugos, por la gran felicidad que les proporcionaron». Mª Ángeles se sumaba a la conversación y observaba: «¡El martirio! ¡Qué dicha tan grande! Pero no soy digna de esa gracia. Hay que alcanzarla con la fidelidad en las cosas pequeñas». La sorprendente conversación se desarrolló pocos días antes de que María Pilar, María de los Ángeles y Teresa del Niño Jesús cayeran acribilladas por las balas de los milicianos.
La Guerra Civil española se había desatado hacía apenas seis días y, con ella, el odio incubado durante décadas contra la Iglesia. Hoy se cumplen 89 años de su martirio, y el santoral diocesano propio de Guadalajara venera la memoria de «las Tres Azucenas», las religiosas carmelitas que fueron asesinadas in odium fidei y murieron perdonando. Se trata, además, de las primeras mártires de la contienda beatificadas por la Iglesia. Fue el Papa Juan Pablo II quien lo hizo, el 29 de marzo de 1987.
La historia de «las Tres Azucenas»
El 22 de julio de 1936, las carmelitas del convento de San José de Guadalajara tuvieron noticia de que los milicianos se dirigían hacia allí para prenderlas e incendiar el cenobio. Las monjas, vestidas de seglares, escaparon discretamente de dos en dos y se repartieron por casas de conocidos para tratar de salvar sus vidas. Pero en uno de esos hogares se concentraron varias de ellas y, para no comprometer a los propietarios que las habían acogido, tres de ellas deciden buscar refugio en otro lugar.
Según sus biógrafos, «salieron sobre las 4 de la tarde de la casa número 5 de la calle Francisco Cuesta; pasan junto a un camión en donde unos milicianos estaban merendando. Una miliciana, al verlas, exclamó: ¡Disparadlas, son monjas! Se bajaron del camión y fueron en su busca. Las religiosas habían regresado al portal, pero las obligaron a salir a la calle».
Acribilladas a balazos
La primera en salir es la hermana Mª Ángeles, a la que dispararon varias veces hasta caer mortalmente herida. Tenía 31 años. Tras ella, la hermana Mª Pilar también fue acribillada y cayó desplomada. Prosiguen sus biógrafos: «Al ver que no está muerta, disparan nuevamente sobre ella, dándole también con un cuchillo. Ella exclama: ¡Viva Cristo Rey! ¡Dios mío perdónalos! Un guardia de asalto consigue llevarla a una farmacia próxima y de aquí es trasladada al puesto de la Cruz Roja, donde fue atendida con mucha caridad». «¿Pero qué les he hecho yo?», se preguntaba la religiosa para, acto seguido, repetir: «¡Perdónales, Señor!». La religiosa presentaba un disparo en el vientre, tenía rota la columna vertebral, al igual que una pierna «y un riñón al descubierto». En el hospital la atendió una Hermana de la Caridad, sor Dolores Casanova, «que le dio a besar el crucifijo, muriendo poco después en sus brazos mientras repetía: ¡Perdónales, perdónales…!».
La tercera religiosa, Teresa, había presenciado la muerte de sus hermanas. Trató de escapar, pero unos milicianos se lo impidieron. Uno de ellos la obligó a ir por la calle San Juan de Dios y le dice: «No te asustes, esos son unos brutos, pero yo te llevaré donde no te pase nada». Ella repite sin cesar: «¡Jesús, Jesús…!». «Al llegar al puente de San Antonio, tuercen hacia el camino del cementerio. Camina lentamente, va recelosa; arrecian las insinuaciones malignas del grupo de milicianos que se les habían juntado, le quieren obligar que grite: ¡Viva el comunismo! Pero esta nueva heroína de la fe, firme en su propósito de entrega a Dios, abre sus brazos en cruz y echa a correr gritando: ¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva Cristo Rey! Una descarga por la espalda troncha la vida de la tercera azucena blanca», concluyen sus biógrafos.