Cinco lecturas para un lunes de verano Sophia de Mello Breyner Andresen, Santa Teresa de Lisieux, Isaac de Nínive o Ronald Knox para empezar un lunes como niños en sus vacaciones de veranoCinco lecturas sobre la fe cristiana para el fin de semanaCinco lecturas para empezar con esperanza la semana Ricardo Franco Madrid 18/07/2022 Actualizada 05:05 Facebook Twitter Whatsapp Whatsapp Enviar por Email «Entonces decidí ir detrás de él (...). Yo, que lo había seguido de lejos, me acerqué, escondida en las ondulaciones de la duna, y me arrodillé detrás de un montículo, entre las hierbas altas, transparentes y secas. No quería (...) que me viese(...). Desde lo alto de la duna se veía la tarde entera, como una enorme flor transparente, abierta y extendida hasta los confines del horizonte. La luz recortaba uno por uno todos los hoyos de la arena. El olor desnudo de la marejada, perfume limpio del mar sin putrefacción y sin cadáveres, lo penetraba todo (...). En lo alto de la duna(...), estaba con la tarde. El solo se posaba en su cara y en sus hombros. Estuvo algún tiempo callado; después, despacio, empezó a hablar. Yo entendí que hablaba con el mar, pues lo miraba de frente y extendía hacia él sus manos abiertas, con las palmas en concha vueltas hacia arriba. era un largo discurso, claro , irracional y nebuloso que parecía, como la luz, recortar y dibujar todas las cosas. No puedo repetir sus palabras: no me las aprendí de memoria y esto ocurrió hace muchos años. Y tampoco entendí del todo lo que decía. Y algunas palabras ni siquiera las oí, porque el viento se las arrebataba rápidamente de la boca. Pero recuerdo que eran palabras moduladas como un canto, palabras casi visibles, que ocupaban los espacios del aire con su forma, su densidad y su peso. Palabras que llamaban a las cosas, que eran el nombre de las cosas. Palabras brillantes como las escamas de un pez, palabras grandes y desiertas como playas. Y sus palabras reunían los restos dispersos de la alegría de la tierra. Él los invocaba, los enseñaba, los nombraba: viento, frescor de las aguas, oro del sol, silencio y brillo de las estrellas».Sophia de Mello Breyner Andresen. Cuentos ejemplares. Encuentro.Nikolay Bogdanov-Belsky «Se ha concedido tiempo a nuestra libertad(...). En otras palabras, soy libre para decidir cómo ocupar el tiempo que me ha sido otorgado, y sobre todo cómo ocupar mi corazón. Cada persona tiene un ámbito de libertad; no somos meramente el resultado de mejores o peores combinaciones genéticas, mejores o peores entornos familiares, mejores o peores circunstancias vitales. Aunque la gente y las circunstancias me influyan, aunque me limiten de diversas maneras, y aunque llegue a descubrir, quizás aún más dolorosamente, mis propias limitaciones, la verdad es que he sido creado por el amor y para el amor. Ese es el plan de Dios, y afortunadamente no puede ser destruido por nadie ni por nada desde el exterior».Katerina Lechmanova. Compasión.Nikolay Bogdanov-Belsky «Una cosa es la dulzura en la oración y otra es la visión que hay dentro de ella; y la segunda es más excelente que la primera, como lo es un adulto respecto de un niño. Hay un tiempo en que las palabras (de la oración) son dulces a la boca, y así repetimos sin descanso una sola palabra, sin saber cómo podríamos dejar esta recitación para acceder a otra plenitud. Pero hay un tiempo en que de la oración nace un tipo de contemplación que interrumpe incluso la oración de los labios; y quien gusta esta contemplación viene a ser como un cadáver sin alma, a causa del asombro. Es a esto a lo que llamamos visión durante la oración, y no una cierta imagen o forma figurada, como aseguran los necios. Y también en esta contemplación que está en la oración existen medidas y diferencias de dones, si bien hasta aquí se trata todavía de oración; el pensamiento, en efecto, no ha llegado aún más allá, alcanzando a aquello que será la »no-oración", que es más excelente que la oración, porque los movimientos de la lengua y del corazón en la plegaria son como llaves, pero lo que viene después de ellos es el ingreso en la casa del tesoro. Guarden entonces silencio todas las bocas, las lenguas, el corazón guardián de los pensamientos, el Intelecto que guía los sentidos y el pensamiento veloz como pájaro impúdico, con todos los medios y modos que hay en ellos, y que cesen aquí las súplicas, porque el amo de la casa viene a ella(...). Cuando se ha sobrepasado este límite, el pensamiento no tiene ya oración, ni movimientos, ni lágrimas, ni poder, ni libertad, ni súplicas, ni deseo, ni ansiedad por nada de cuanto se espera en este mundo o en el futuro. Por tanto, después de la oración pura no se da ya oración, sino que todos sus movimientos y sus formas, con el poder de su libertad, conducen al pensamiento hasta aquí. Por eso, mientras hay oración hay lucha. Pero, más allá de este límite, hay asombro y no oración. De aquí en adelante cesa la oración y se da la visión, y el pensamiento ora sin orar".Isaac de Nínive. El don de la humildad.Nikolay Bogdanov-Belsky «Ese amor divino-que nos escogió antes de que el mundo comenzara, que no nos creó y luego nos amó, sino que nos amó primero y luego nos hizo-reclama nuestro amor con un título mayor que la mera piedad o la mera reciprocidad. Nos atrae como un imán, por su propia fuerza. Nuestros corazones giran hacia él, como las flores lo hacen hacia el sol: no persuadidos por razones, sino llevados por un impulso atávico. Nuestros corazones están hechos para Dios. Si le permitimos a Él que actúe a su manera con ellos, crecerá una corriente de amor entre su corazón y el nuestro; de aquí para allá y viceversa, hasta que no se pueda decir cuál de los dos amores atrae al otro. La única comparación posible sería la del amor entre un hombre y una mujer, cuando los dos corazones laten al unísono. Nos amó primero. No se nos propone esto como un motivo para amarle. Se nos ofrece como una explicación de por qué somos capaces de quererle; de porqué nos atrevemos a quererle; de porqué le amamos».R.A.Knox. Meditaciones sobre la vida cristiana, Palabra.Nikolay Bogdanov-Belsky «(Ser siempre niña delante de Dios)es reconocer la propia nada y esperarlo todo de Dios, como un niño lo espera todo de su padre; es no preocuparse por nada, no ganar dinero. Hasta en las casas de los pobres se da al niño todo lo que necesita; pero en cuanto se hace mayor, su padre se niega ya a alimentarlo y le dice: ahora trabaja, ya puedes arreglártelas por tu cuenta. Precisamente por no oír eso, yo no he querido hacerme mayor, sintiéndome incapaz de ganarme la vida, la vida eterna del cielo. Así que seguí siendo pequeñita, sin otra ocupación que recoger flores, las flores del amor y del sacrificio, y ofrecérselas a Dios para su recreo. Ser pequeño es también no atribuirse uno mismo las virtudes que se practican, creyéndose capaz de algo, sino reconocer que Dios pone ese tesoro en la mano de su hijito para que se sirva de él cuando le necesite; pero es siempre el tesoro de Dios. Por último, es no desanimarse por las propias faltas, pues los niños se caen a menudo, pero son demasiado pequeños para hacerse daño».Santa Teresita de Lisieux. Obras completas.Nikolay Bogdanov-Belsky