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27 de abril de 2024

Ignacio María Doñoro, durante su entrevista para El Efecto Avestruz

Ignacio María Doñoro, durante su entrevista para El Efecto AvestruzJosé María Visiers

El Efecto Avestruz

Ignacio Doñoro: «Si una banda viene a matarte es que has sacado a miles de niños del tráfico»

El fundador del Hogar Nazaret, en la Amazonia peruana, relata su testimonio en el último episodio de El Efecto Avestruz

Capellán castrense en excedencia, el padre Ignacio María Doñoro lleva casi 12 años viviendo en la selva del Amazonas y atendiendo a niños rescatados de las mafias del tráfico de personas. Lo hace en el Hogar Nazaret, una casa muy especial que se yergue como un refugio en una zona castigada por la droga y la explotación.
El sacerdote ha explicado su experiencia en dos libros –El fuego de María y El secreto es Jesús–, y esta semana se sienta en El Efecto Avestruz, el programa de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), para dar su testimonio. «El Hogar Nazaret –presenta– se crea para atender ese grito de Jesús: ¡Dejad que los niños se acerquen a mí! ¡No se lo impidáis!».
–Hoy vive rodeado de un centenar de niños rescatados en mitad del Amazonas, pero no siempre fue así.
–Es cierto. Yo soy de Bilbao, y durante casi 30 años he hecho de mi vida una lucha, desde Dios, a favor de las víctimas del terrorismo. Y esto no es política, sino vida o muerte: el terrorismo no es un tema político, sino de unos señores que asesinan y otros señores que mueren. El terrorismo es intrínsecamente diabólico. Creamos varias oenegés para ayudar a las víctimas de ETA, a los más pequeños.
–Y salió en los periódicos porque había comprado un niño.
–Sí, salí en la prensa porque viajé a El Salvador y allí compré un niño por 25 dólares, para rescatarlo; me hice pasar por traficante de órganos. Allí empezó todo, y poco a poco mi corazón estaba más con los pobres que con la Guardia Civil, a la que estoy muy agradecido. Tomé la decisión de coger una excedencia temporal, pero aquello te engancha.
–Viajó al Amazonas, pero aún no abrió el Hogar de Nazaret.
–Estuve seis años en otra zona de la selva, en Porto Maldonado, rescatando a niños del tráfico de personas. Allí me pasó una cosa muy bonita: una noche, a las cuatro de la mañana, desperté con tres pistolas apuntándome a la cabeza. Me dieron una paliza tremenda y me dejaron por muerto. Y digo que fue algo bonito porque cuando organizan una banda para matarte es una señal de que has sacado a miles de niños del tráfico.

Tengo 300 hijos acogidos, y 130 viven conmigo: por cualquiera de ellos daría mi vidaIgnacio DoñoroFundador de Hogar Nazaret

–Aquello no le frenó.
–Yo tenía dos opciones: volver o seguir. Me reconstruyeron un poco y fui a otra parte de la selva, a trabajar de otra manera. En 2011 creé el Hogar Nazaret en la prelatura de Moyobamba, en la Amazonia peruana. La zona es uno de los mayores productores de droga, y eso genera tremendas bolsas de marginación y explotación personal. Ahora tengo 300 hijos acogidos, y 130 viven conmigo: por cualquiera de ellos daría mi vida. Y les digo: «Si yo te quiero así, ¿cómo te querrá Dios?».
–¿Cómo son los niños que acogen en el Hogar Nazaret?
–Al Hogar llegan casos muy complicados, elegidos de entre 4.000 comunidades de los alrededores. Llegan niños completamente destrozados, irreconocibles. Algunos no sabes si son animales o personas. Hay casos que el médico te dice «No hay nada que hacer»… pero que con nosotros no solo sanan sus heridas físicas, sino que aprenden a perdonar, a amar. Algunos tenemos tan poquita fe que si no viéramos los milagros de Dios no sabríamos continuar, porque es terriblemente duro.
Ignacio Doñoro, durante su entrevista

Ignacio Doñoro, durante su entrevistaJosé María Visiers

–¿Me puede contar alguno de estos milagros?
–Te contaré lo último que ha sucedido. Tuvimos que llevar a un niño del Hogar, prefiero no decir su nombre, al hospital, porque se le había complicado mucho una herida que se había hecho jugando. Ingresó en la UCI. Su familia pertenece a una secta terrible, y ya se había resignado a que el chico muriese, pero no hubo manera de que pudiéramos bautizarle antes. Yo pensaba en algo que me dijo el cardenal Robert Sarah: «Que no se pierda ni uno solo». Fue muy complicado, pero logré que me dejaran pasar al hospital, y le dije: «Hijo, ¿quieres ser de Jesús y solo de Jesús? ¿Quieres ir al Cielo?». Yo les digo que de qué me vale que sean ingenieros o estudien en la CEU San Pablo si luego van al infierno. Y me dijo «Sí, papá, quiero». Le bauticé… ¡y de repente pegó un salto en la cama, con una cara de felicidad tremenda! Al día siguiente me dijeron que estaba sano. Pudimos trasladarle a Lima y hace una hora me han llamado para decirme que ya ha llegado al Hogar Nazaret, con ganas de jugar al fútbol. Estos son los milagros que me hacen seguir.

Es el amor, y la seguridad del amor, lo que saca a estos niños adelanteIgnacio Doñoro

–¿Alguna vez le han dicho que para ayudar de verdad no debe implicarse emocionalmente?
–Sí, pero… Mira, hace muchos años, cuando empezaba esta labor, acogí a un niño lleno de heridas; cada día abusaban sexualmente de él frente a las tapias del cementerio. El chico no podía hablar, y me seguía ansiosamente a todas partes. Consulté con un amigo que llevaba muchos años trabajando en estas cosas y me dijo: «Te voy a dar un consejo, distánciate, no te puedes implicar tanto». Y pensé: «¿¡Pero qué dices!?». Más tarde, ante el sagrario, le dije a Dios: «Señor, si no les puedo querer tanto, me vuelvo a España; yo quiero amar a estos niños aunque me explote el corazón». Es el amor, y la seguridad del amor, lo que saca a estos niños adelante.
–¿En algún momento ha tenido la tentación de dejarlo todo y volver a España?
–¡Todos los días! –ríe–. Todos los días pienso que no puedo más, que no puede ser, que me cago en todo lo que se menea… No son casos fáciles, y le digo a Jesús en la oración: «¿Por qué no nos vamos?». Y me dice «Márchate si quieres, pero yo me quedo». Yo adoro a los niños, pero la razón profunda de estar allí es que noto realmente la presencia de Jesús en ellos. Cristo es como ese niño que se tapa la cara y te pregunta «¿Quién soy?», pero se disfraza tan mal que claramente le ves detrás. Hay una presencia muy especial de Cristo en los niños crucificados.

A mí Dios me lleva a rastras y corriendo, porque tiene prisa en bajar a los crucificados de la cruzIgnacio Doñoro

–Y dice que, en su experiencia, Dios tiene prisa.
–Sí. Yo, cuando me dicen eso de que Dios tiene sus tiempos… Mira, ¡eso te pasará a ti! A mí Dios me lleva a rastras y corriendo, porque tiene prisa en bajar a los crucificados de la cruz, porque Él sabe lo que es el dolor. El Hijo de Dios ha asumido nuestro dolor y sabe rescatarlo. La capilla está en el centro del Hogar de Nazaret: geográficamente, sí, pero también en el centro del corazón de cada niño y niña.
–Está en España «pasando el cepillo», como dice usted. ¿Cómo le reciben cuando llega y explica su situación?
–Sí, vengo a pasar el sombrero, porque vivimos de la absoluta providencia. No tenemos detrás ninguna parroquia, iglesia, diócesis ni ONG. Nada. Y te aseguro que todo lo que me des, yo lo voy a multiplicar, voy a estirar cada euro como el chicle. Pero voy a decir algo que no es políticamente correcto: me cuesta venir a España, porque veo un mundo que se ha apartado de Dios. Veo a la gente amargada y triste. En cambio, cuando llegas al Hogar Nazaret te sorprende el amor, la alegría, la felicidad que se respira. La vida no consiste en tener muchas cosas, sino en amar mucho.
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