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28 de abril de 2024

Francisco: «Hay muchos cristos abandonados que son descartados con guante blanco»

El Papa Francisco saluda durante el Domingo de RamosAFP

Semana Santa 2023

El Papa Francisco da inicio a una Semana Santa diferente e inesperada

Al abandonar el hospital, el mismo Papa manifestó su voluntad de volver a sus actividades ordinarias, presidiendo las celebraciones de la Semana Santa en Roma

Lo queramos o no, la Semana Santa que ha abierto el Papa Francisco este Domingo de Ramos es distinta a las anteriores y, por ello, inesperada.
Dos eventos han preparado a la Iglesia para su semana mayor. En primer lugar, el fallecimiento de Benedicto XVI, con toda una serie polémicas sobre el futuro del pontificado de Francisco, incluida su posible renuncia.
En segundo lugar, el miércoles precedente, un susto conmovía a la Iglesia y al mundo cuando una ambulancia llevaba al hospital Gemelli de Roma al Papa, de 86 años, en medio de una crisis respiratoria.
Estos dos eventos, aparentemente sin relación, se han convertido, sin embargo, en decisivos: en este Domingo de Ramos se ha congregado en torno al sucesor de Pedro la Iglesia, toda la Iglesia. Se han superado las sensibilidades que en ocasiones provocan división entre los católicos.

La fuerza de la fragilidad

La fragilidad del pontífice, que había sido dado de alta del hospital 24 horas antes, congregó a toda la Iglesia, más haya de gustos o posiciones políticas.
En la Plaza de San Pedro del Vaticano, en presencia de 30 mil peregrinos, no presidía la celebración Jorge Mario Bergoglio, con sus pronunciamientos o preferencias, sus grandezas y sus límites.
La fragilidad del pontífice, que había sido dado de alta del hospital 24 horas antes, congregó a toda la Iglesia, más haya de gustos o posiciones políticas, más allá de críticas legítimas o injustas. En torno al sucesor número 265 del apóstol Pedro, que en esa misma plaza fue martirizado, respiraba al unísono la Iglesia universal.
La fragilidad de Francisco, pálido, convaleciente, soportando la intemperie, a una temperatura de 13 grados, se convirtió en su más potente elocuencia. El Papa, que llegó en un papamóvil totalmente descubierto, con un abrigo blanco, pasando entre los fieles recogidos en oración, se convertía en testigo de la misión central que le confiaron hace 10 años y 19 días los cardenales que eligieron en cónclave: ser el símbolo de la unidad de la Iglesia.
En este Domingo de Ramos en el Vaticano no había cristianos de izquierdas, de centro o de derechas, solo seguidores de Jesús de Nazaret.

La paradoja cristiana

Es la paradoja cristiana que ya había revelado el apóstol Pablo a los cristianos de Corinto: «cuando más débil me siento es cuando más fuerte soy». En este Domingo de Ramos en el Vaticano no había cristianos de izquierdas, de centro o de derechas, solo seguidores de Jesús de Nazaret, arropando en la oración, sin ningún tipo de algarabía, a su vicario.
Su mensaje, ya revestido del rojo propio de los ornamentos litúrgicos de este día, concentró la fragilidad de la potencia y la potencia de la fragilidad. A pesar de que en ocasiones se notaba una cierta dificultad en la respiración, hablaba con voz clara y, en ocasiones, improvisó en la homilía para subrayar la consignas que para él muy importantes.

«Cristos abandonados»

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», fueron las palabras de Cristo en la cruz a las que dedicó su meditación. «En la hora más trágica, Jesús experimenta el abandono de Dios. Nunca antes había llamado al Padre con el nombre genérico de Dios».
«Se hizo solidario con nosotros hasta el extremo, para estar con nosotros hasta las últimas consecuencias. Para que ninguno de nosotros pudiera considerarse solo e insalvable -–constató el pontífice–. Experimentó el abandono para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado para siempre».
«Hermano, hermana –añadió–, lo hizo por ti, por mí, para que cuando tú, yo, o cualquiera se vea entre la espada y la pared, perdido en un callejón sin salida, sumido en el abismo del abandono, absorbido por el torbellino del ‘por qué’, pueda tener esperanza».
De este modo, en su fragilidad, el Papa reconoció que «Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados».
«En ellos no solo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo hasta lo más profundo de nuestra condición humana», meditó Francisco.
«Por eso quiere que cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se asemejan a Él, en el momento extremo del dolor y la soledad. Hoy hay tantos ‘cristos abandonados’», constató.
«Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros, sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas».
«Cristos abandonados, invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: iños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados»: Francisco
Sus palabras se convirtieron entonces en un auténtico puñetazo para conciencias adormecidas: «También hay tantos cristos abandonados, invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados, ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor».
En esas «personas rechazadas y excluidas», subrayó está la fuerza del cristianismo: «son iconos vivos de Cristo. Nos recuerdan la locura de su amor; su abandono que nos salva de toda soledad y desolación.
«Pidamos la gracia de saber ver y reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos; cuidemos de aquellos que han sido dejados solos», concluyó.

Gratitud por la cercanía en la enfermedad

Tras concluir la misa, Francisco arrancó el único aplauso no litúrgico de esa celebración eucarística de dos horas de duración al agradecer «las oraciones que en los días pasados habéis intensificado. Gracias, de verdad», indicó algo conmovido.
Antes de dejar la Plaza de San Pedro, quiso acercarse en silla de ruedas para saludar personalmente, uno por uno, a los numerosos cardenales que habían concelebrado la Eucaristía: con algunos bromeó, arrancando sonrisas de sus rostros.
Si bien el Papa presidió la celebración, el cardenal argentino Leonardo Sandri, vicedecano del Colegio Cardenalicio, presidió la plegaria eucarística en el altar. Esta delegación en un purpurado constituye el protocolo habitual desde la primavera de 2022, dada la dificultad del pontífice para mantenerse en pie a causa de los problemas de rodilla.

Próximos encuentros

Al abandonar el hospital, el mismo Papa manifestó su voluntad de volver a sus actividades ordinarias, presidiendo las celebraciones de la Semana Santa en Roma. En esta ocasión, ha decidido celebrar la misa del Jueves Santo en la Cena del Señor en la cárcel de menores de Roma.
Entre los momentos más emocionantes que vivirá el Papa en la semana mayor del cristiano cabe destacar el Viacrucis en el monumental Coliseo, rodeado de las velas de miles de peregrinos, en la noche del Viernes Santo, y la liturgia más importante del año, la Vigilia Pascual, en la noche del sábado.
Tras la misa, el Domingo de Resurrección a mediodía, pronunciará su mensaje «urbi et orbi» en el que se hará intérprete de un grito de paz para Ucrania y otros rincones martirizados del planeta. Debería ser el broche de oro de una Semana Santa que hace tan solo 24 horas antes parecía impensable.
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