Desde Cáceres hasta Roma: el viaje de una de las familias más grandes de España para ver al Papa Francisco
Para otros peregrinos era un miércoles cualquiera de agosto en la plaza de san Pedro, pero no para los Yayo, que con sus polos azules diseñados para la ocasión inundaron las primeras sillas de la audiencia y consiguieron saltarse la seguridad porque Francisco dijo que quería hacerse una foto con ellos

El Papa Francisco, junto a los Yayo, en la plaza de San Pedro
La familia González Fernández, más conocida como ‘los Yayo’, todavía no tenía sus 141 miembros en 2018. Los que eran entonces, unos largos 70, hicieron las maletas un caluroso día del agosto cacereño para desplazarse hasta Roma, donde Sagrario Fernández (o Abuelita, como todos la llaman en casa), que iba a cumplir los 90 y ese era su regalo de cumpleaños, tenía cita nada menos que con el Papa Francisco.
Para muchos otros peregrinos era un miércoles como cualquier otro en la plaza de san Pedro, pero no para los Yayo, que con sus polos azules diseñados para la ocasión inundaron las primeras sillas de la audiencia. Tras la catequesis del obispo de Roma, Sagrario, junto a su hija la mayor, de 16, Yayi, y la más joven, Ana, tuvieron la oportunidad de dar la mano y saludar personalmente al Santo Padre. «¿Ve a todos aquellos de azul? Son mi familia y nos gustaría mucho tomarnos una foto con usted», le comentó la matriarca de este gran hogar a Francisco. «No», dijo él. «Soy yo el que quiere tomarse una foto con ustedes», le espetó en su acento argentino.
En ese momento, la seguridad se hizo a un lado y los Yayo comenzaron a subir hacia la escalinata de la basílica, no sin pasar alguna cara larga de los guardaespaldas, que no esperaba tal brecha en el servicio un miércoles de finales de agosto. En seis hileras se fueron colocando ante la fachada de san Pedro, esperando a que Bergoglio terminase de saludar a otros asistentes. El recuerdo de este momento ha quedado grabado para siempre en un vídeo a cámara rápida en el que se ve a Sagrario y sus hijos colocarse en primera fila, una hilera anterior de sus nietos (y algunos bisnietos) sentados en el suelo y el resto hasta sumar los 39 (más cónyuges) en la parte posterior.

El Papa Francisco bendijo el embarazo de una de las 39 nietas de Sagrario
Por fin llegó Francisco, tras unos minutos que parecieron horas por los nervios y la emoción. «Me transmitió tanta cercanía, tanta proximidad y tanto cariño, incluso después de haber saludado a tantas personas. No tengo palabras para todos los sentimientos que pasaron por nuestro corazón y nuestra cabeza en ese momento», recuerda la más joven de los hermanos Yayo, quien confiesa que ese momento nunca se le olvidará y destaca la calidez y la humanidad del obispo de Roma.
Vale la pena casarseDeclaración a la familia González Fernández
Allí estaban los 79 miembros de esta familia cacereña, en formación, cuando tan jovial como siempre, Francisco apareció por su izquierda. Sentada en el escalón, estaba una de las nietas, justo entonces embarazada de su primer hijo. El Papa aprovechó para hacerle la señal de la cruz en la barriga antes de continuar por delante de todos los demás hasta el centro, donde le esperaba Sagrario. «Cuando cumpla los 100, dice mi madre que tiene que venir usted», bromeó una de las hermanas ante Bergoglio, que con su característico sentido del humor, les respondió que el regalo no solo se lo habían hecho a Yayo, sino también a él. Con Sagrario cogida de la mano, les dijo a todos: «Da gusto ver familias así. Vale la pena casarse».

El regalo del 90 cumpleaños de Sagrario Fernández fue viajar para conocer al Papa
Siete años después, en este hogar se recuerda todavía aquel encuentro. «Cuando estás cerca del Papa, sientes una emoción difícil de explicar. Para mí, se parece a cuando escucho el himno por los caídos por la patria en algún acto», comenta uno de los hijos más mayores, que igual que su padre antes que él, ha dedicado su vida al Ejército y a su familia.
Sagrario, que hoy tiene 98 años, 16 hijos, 15 yernos y nueras, 39 nietos, 31 añadidos y 38 bisnietos (y alguno más en camino), les confesó a todos en la comida después de la audiencia que estaba «en una nube». Abrumada y sin palabras se la ve en un vídeo grabado en el comedor de la Domus Carmelitana, donde toda la familia se hospedó aquellos días. «Me habéis hecho un regalo que no me lo merezco. Me estoy pellizcando porque aun no me lo creo», desveló de pie ante el resto de su familia, que respondió con una ola de aplausos. En las reuniones de los Yayo todavía se habla de lo que supuso este viaje para todos ellos, la alegría y el recuerdo de los que ya no están. Ahora, también Francisco.
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