Cardenal Willem Eijk
Cardenal Willem Eijk: el médico que cura la fe en uno de los países con mayor número de protestantes
Su lema episcopal, «No rechazar el trabajo», no es una frase de adorno, sino su guía de vida. Si le tocara ser el timonel de la barca de Pedro, no cabe duda de que remar no le asustaría
En medio de la crisis que sacude a la Iglesia en los Países Bajos, el cardenal Willem Eijk (Países Bajos, 1953) se ha consolidado como una figura clave, firme en sus convicciones y dispuesto a defender la enseñanza católica sin titubear. Su formación, que combina la medicina, la bioética y la teología, lo convierte en uno de los más destacados prelados provida.
Nacido y criado entre dos mundos, con un padre protestante y una madre católica, Eijk desarrolló desde joven una habilidad única para conectar diferentes formas de pensamiento. Estudió medicina en la Universidad de Ámsterdam, pero fue su transición hacia el sacerdocio lo que marcaría su carrera.
Ordenado sacerdote en 1985, pronto se hizo un nombre en el campo de la ética médica, y su trabajo sobre la eutanasia en los Países Bajos dejó claro que no tenía miedo de enfrentarse a temas espinosos.
Tras completar sus estudios en Roma y convertirse en arzobispo de Utrecht en 2007, Eijk se encontró al frente de una Iglesia en declive. La secularización estaba haciendo mella, y las vocaciones religiosas se reducían año tras años. A pesar de los retos, el cardenal ha logrado mantener el rumbo en su diócesis.
Un cardenal mariano
La página Cardinalium Collegii considera a Eijk «sólidamente ortodoxo y provida», y con «una marcada devoción a Nuestra Señora». Y eso no se queda en el papel: buena parte de su trabajo pastoral ha girado en torno a promover el amor por la Eucaristía y por la Virgen, con una intensa labor en la catequesis familiar y la evangelización.
A pesar de las críticas que muchas veces ha sufrido por su claridad y determinación en cuanto a las enseñanzas de la Iglesia, el cardenal no ha claudicado en su defensa de la doctrina católica. En este sentido, ha sido un firme defensor de la Humanae Vitae, y ha insistido en la importancia de enseñar a las nuevas generaciones los valores fundamentales del cristianismo.
Incluso en 2022, Eijk llegó a preguntar al Papa «si no sería bueno que emitiera una encíclica sobre el pensamiento de género». Argumentó que «las teorías de género están siendo impulsadas en todo tipo de organizaciones» y que «nosotros, como Iglesia, no hemos dicho mucho al respecto». Fiel a su estilo, planteó la necesidad de un documento de peso —una encíclica, nada menos— que marcara con claridad la postura del magisterio.
Su lema: «No rechazar el trabajo»
Por otra parte, al tiempo que se compadece de los refugiados y subraya la necesidad de atenderlos, especialmente a los cristianos que huyen de la persecución, Eijk ha dicho que los emigrantes tienen obligaciones con el país al que inmigran.
También ha hablado con claridad de las diferencias fundamentales entre el islam y el cristianismo. Además, valora la reverencia en la liturgia, pero hasta ahora se ha mantenido al margen de la polémica cuestión de restringir la Misa tradicional en latín.
Este purpurado elector entrará este miércoles en la Capilla Sixtina. No es de gestos ruidosos ni declaraciones altisonantes, pero tampoco es de los que ocultan sus cartas. Prudente y medido, Eijk cree firmemente que «la Iglesia debe hablar con una sola voz», como dijo en una entrevista, advirtiendo que cuando esa unidad se pierde, también se erosiona la credibilidad. Su lema episcopal, Noli recusare laborem —«No rechazar el trabajo»— no es una frase de adorno, sino una guía de vida. Si le tocara ser el timonel de la barca de Pedro, no cabe duda de que remar no le asustaría.