La mayoría de las personas no reparan en lo cotidiano que resulta eructar cuando el cuerpo lo necesita. Sin embargo, existe una patología poco conocida que impide realizar esta función y que puede condicionar de forma muy significativa la vida de quienes la padecen. Se trata de la disfunción cricofaríngea retrógrada, un trastorno del esfínter esofágico superior que bloquea la salida del aire acumulado en el esófago e impide eructar de manera normal.
“Es un problema muy concreto, pero a la vez muy limitante para el paciente. Quien lo sufre siente que algo no funciona bien en su cuerpo, pero muchas veces desconoce que existe un diagnóstico y, lo que es más importante, un tratamiento”, explica el doctor Raimundo Gutiérrez Fonseca, otorrinolaringólogo del Ruber Internacional Centro Médico Habana.
El cuadro clínico de esta disfunción es amplio y, en muchos casos, se confunde con otros problemas. Entre los síntomas más frecuentes se encuentran la imposibilidad total o muy limitada para eructar, presión en el cuello o pecho, ruidos de burbujeo en la garganta, dolor torácico no cardiológico, sensación de hinchazón constante, dificultad respiratoria, necesidad de suspirar repetidamente y molestias al hablar o cantar.
Este conjunto de síntomas no solo repercute en la salud física, sino también en el bienestar emocional: “La ansiedad, el aislamiento social o la incomodidad en reuniones y comidas con amigos son habituales en estos pacientes”, señala el especialista.
El desconocimiento generalizado sobre esta disfunción hace que muchas personas pasen años sin recibir un diagnóstico claro. No es raro que se confunda con trastornos digestivos, cuadros de ansiedad o incluso problemas psicosomáticos, lo que retrasa la búsqueda de soluciones.
Para el Dr. Gutiérrez Fonseca, visibilizar esta patología es clave. “Aunque pueda sonar anecdótico, no poder eructar condiciona la vida de las personas que lo sufren. Romper el silencio y divulgar que existe este trastorno es el primer paso para ayudar a quienes llevan años conviviendo con él sin respuestas claras”.
Soluciones eficaces y personalizadas
La buena noticia es que sí existen opciones terapéuticas. En los casos más leves, pueden indicarse cambios en la dieta o maniobras posturales. En los casos más complejos, la otorrinolaringología dispone de tratamientos avanzados capaces de restablecer la función normal del esfínter esofágico superior.

“El diagnóstico se realiza en consulta con una exploración otorrinolaringológica especializada, y en algunos casos se apoyan estudios que permiten valorar el funcionamiento del esfínter. A partir de ahí, diseñamos una estrategia personalizada para cada paciente, en función de la gravedad de sus síntomas y de su anatomía”, explica el Dr. Raimundo Gutiérrez Fonseca.

Vivir sin molestias es posible
El mensaje de los expertos es claro: se trata de un problema real, con nombre y con solución. Identificarlo a tiempo puede evitar años de malestar y abrir la puerta a una vida más plena.
“Animamos a cualquier persona que presente estos síntomas a consultar con un especialista. Hoy disponemos de tratamientos que permiten recuperar la normalidad y mejorar la calidad de vida de forma notable”, concluye el Dr. Gutiérrez Fonseca.

Bostezo

Las personas podrían sentirían peor al contarles a otros sus buenas accionesPixnio

¿Contar o no contar una buena acción? El dilema que revela más de lo que crees

Las personas creen que se sentirían peor al contarles a otros sus buenas acciones

En los últimos años es frecuente encontrar en la puerta del supermercados hombres o mujeres que piden comida para llevar a los suyos. Ante esta situación se encontró Jerry Richardson, estudiante de doctorado en psicología, quien gastó siete dólares en productos. El hombre quedó tan agradecido, y Richardson tan satisfecho con su gesto, que decidió contarles la anécdota a sus amigos. Sin embargo, esa misma noche comenzó a experimentar una incomodidad inesperada y optó por no comentar el episodio además de descartar la idea de compartirlo en redes sociales.

Esa inquietud se convirtió en el punto de partida de una investigación sobre cómo las personas perciben el costo emocional de hablar de sus propias buenas acciones y cómo creen que reaccionarán los demás al escucharlas.

El trabajo firmado por Richardson como autor principal, junto con Paul Bloom, de la Universidad de Toronto, y los profesores Shaun Nichols y David Pizarro, de la Facultad de Artes y Ciencias se titula «El dilema del bienhechor» y se ha publicado en el número de noviembre del Journal of Experimental Social Psychology.

En cinco estudios, los investigadores demostraron que las personas creen que se sentirían peor al contarles a otros sus buenas acciones, como dar a los necesitados, que si se guardaran la noticia para sí mismas o si les contaran a otros sus logros personales, como obtener un ascenso laboral.

«Fue una pequeña sorpresa descubrir lo intuitiva que es la gente acerca de sí misma: creen que se sentirán mal después», señaló Pizarro.

Buena acción vs logro personal

En los experimentos, varios cientos de participantes recordaron tanto una buena acción como un logro personal, y luego describieron cuánto orgullo, felicidad, vergüenza o bochorno les generaba cada uno. Después se les pidió imaginar cómo se sentirían si relataran esos episodios a un amigo o si los publicaran en redes sociales.

Los participantes anticiparon mayor vergüenza al compartir una buena acción, especialmente en redes sociales, mientras que dijeron sentirse más orgullosos al divulgar un logro personal.

Creemos que las personas son conscientes de que, al hablar de una buena acción, otros podrían pensar que lo hacen en busca de reconocimiento o prestigioJerry Richardson

Esa percepción coincidiría, según el artículo, con la mayor incomodidad prevista al publicar una acción altruista en redes: «Podría generar una dosis de vergüenza o culpa que opaque la satisfacción del acto», escriben los autores.

El estudio dejó otro hallazgo llamativo. Los encuestados consideraban que, aunque ellos se sentirían mal al compartir sus propias buenas acciones, otras personas probablemente se sentirían mucho mejor. Esto podría deberse a lo difícil que resulta imaginar los estados internos ajenos, apuntó Richardson: «Nuestras simulaciones de las mentes de los demás suelen ser más superficiales que las nuestras».

Los autores concluyen que contar historias sobre actos altruistas quizá no sea la mejor estrategia para mostrar nuestro carácter moral. De hecho, podría tener el efecto contrario: hacernos sentir peor.

«Tal vez Oscar Wilde tenía razón», reflexiona Richardson. «Decía que la mejor sensación del mundo es hacer una buena acción de forma anónima y que alguien se entere».

Temas

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas