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26 de abril de 2024

Retrato del científico español Severo Ochoa

Retrato del científico español Severo OchoaGTRES

Ciencia

¿Por qué España lleva sin recibir un Nobel de Ciencia desde Severo Ochoa en 1959?

La falta de financiación y el modelo científico español son dos de los factores que explican la escasez de premios cosechados

1959. El Instituto Karolinska de Suecia anuncia, como todos los años, los ganadores de los Premios Nobel de esa edición. El ganador en la categoría de Medicina es el científico Severo Ochoa –de 54 años y residente en EE.UU. en ese momento– y su discípulo, Arthur Kornberg, «por sus hallazgos sobre el mecanismo de la síntesis biológica de los ácidos ribonucleico (ARN) y desoxirribonucleico (ADN)». Sería la última vez que España (o, mejor dicho, una persona de ciencia con nacionalidad española) se alzara con el premio. EE.UU. (109 premios hasta ahora) y, a años luz, Reino Unido (33) y Alemania (20), encabezan el palmarés. En las categorías de Física y Química, nuestro país mantiene el contador a 0.
¿A qué se debe esto? ¿Realmente carece España de talento científico merecedor de un Nobel, u obedece esta sequía a otros factores de criterio o incluso externos a la estricta apreciación científica? A juicio de Francisco Javier Vilaplana, presidente de la Red de Asociaciones de Investigadores y Científicos Españoles en el Exterior (Raicex), son principalmente dos las causas determinantes en esta escasez: falta de inversión y de diplomacia.
Respecto a la primera, Vilaplana señala que «es necesario incrementar la base de financiación a largo plazo, creando una base estable que permita a los grupos de investigación desarrollar nuevas líneas ambiciosas y arriesgadas». Si se mantiene este modelo a largo plazo, enfatiza, «seguro que sonará la flauta y acabará llegando eventualmente el Nobel».
Sin embargo, son varias las trabas sistémicas que obstaculizan el camino. «El modelo español de ciencia, con la tan denostada endogamia y la alta burocratización, no favorece para nada el establecimiento de una cultura científica que promueva la retención y atracción de talento, y la libertad creativa necesaria para desarrollar descubrimientos rompedores», explica a El Debate.
Residente en Suecia, donde también preside la asociación de científicos españoles en ese país, Vilaplana conoce bien la importancia que conceden las instituciones de allí a su campo de trabajo, lo que resulta clave a dichos efectos. «La cultura científica es muy importante; en Suecia se valora muchísimo la labor de los investigadores, no sólo como generadores de conocimiento sino por su poder innovador y su impacto en la economía. Estos días en Estocolmo se respira ciencia por la calle. Sí que es cierto que en España en los últimos años se aprecia un mayor interés por temas científicos, quizás motivado por los desafíos de la pandemia y del cambio climático, pero es necesario mayor esfuerzo de divulgación», comenta.
Fundamental para la visibilización de la ciencia española es también, a ojos de Vilaplana, la llamada «diplomacia científica», una tarea que «debe ser continua». «Sí que es cierto que por fin desde las instituciones españolas y las Embajadas, concretamente la de España en Suecia, se ve un mayor interés en los últimos años por dar a conocer el valor de la ciencia hecha en España y conectar con los científicos españoles en el exterior», comenta, y pone como ejemplo el de Francis Mojica, investigador de la Universidad de Alicante que hace unos años estuvo en las quinielas por su descubrimiento de las secuencias CRISPR en bacterias, pero que finalmente quedó fuera del premio porque se valoró más la aplicación para el desarrollo de las técnicas de edición genética CRISPR-Cas9.
En cualquier caso, Vilaplana recuerda que el reconocimiento del Instituto Karolinska no es cosa de un día para otro, sino que lo normal es tardar décadas en conceder los galardones científicos desde el momento en que se realiza el descubrimiento o avance en cuestión: «Tenemos que recordar que los premios Nobel de ahora valoran descubrimientos revolucionarios que se generaron hace 10-20 años, por lo que la existencia de un modelo de carrera investigadora a largo plazo y una cultura científica reconocida son fundamentales. Pongo el ejemplo de países como China, que está apostando fortísimo por la ciencia y supongo que empezará a recoger sus frutos próximamente».
¿Hay otros factores, por ejemplo geopolíticos, que influyen también a la hora de tomar a la decisión? Vilaplana no lo duda. «En mi opinión estos factores siempre van a existir, es muy difícil aislar unos premios de la situación política existente en el momento que se dan. Pero sí que hay que reconocer que quizás no se dan los premios a todos las científicas y científicos que lo merezcan, pero todos los que lo reciben lo merecen», remacha.

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