Finales de julio de 2022. En un verano marcado por las altas temperaturas y el regreso definitivo a la normalidad tras el debilitamiento de la covid, los primeros titulares comienzan a brotar en los medios de comunicación con una palabra presente en todos ellos: «pinchazo».
En discotecas, en festivales y en verbenas, son decenas las jóvenes que denuncian haber sido víctima de punzadas que las hacen sentir mareadas y abatidas. Y aunque la teoría de los intentos de sumisión química cobra fuerza, en ningún caso se registra, sin embargo, agresión o robo a las afectadas. Pese a todo, las autoridades ponen en marcha una investigación ante la avalancha de casos, al tiempo que el sector político feminista no pierde ocasión para hacer campaña y condenar los «ataques».
Pasan los días y semanas y, aunque el fenómeno se vuelve exponencial, con decenas de casos denunciados cada día en distintos puntos de la geografía, los análisis toxicológicos arrojan una y otra vez el mismo resultado: negativo. Un veredicto acorde a la logística necesaria para llevar a cabo una inyección química por vía intramuscular, pues harían falta, apuntan los profesionales, entre 20 y 30 segundos para completar la descarga, una dinámica improbable en los entornos festivos en los que se producen los «pinchazos».
Hubo, en total, dos detenidos: un menor de edad que denunció un falso pinchazo en Mallorca asegurando que le habían robado el móvil para cobrar así el seguro, y un joven al que le fue interceptado un alambre que empleaba para pinchar a chicas en una feria en Albacete.
¿De dónde procedían, entonces, los supuestos pinchazos, una práctica que ya se había registrado anteriormente en Reino Unido, Francia, Bélgica y Países Bajos, también con cientos de casos denunciados? La Policía, que en un primer momento lo atribuyó a «bromas de mal gusto», determinó más tarde que muchos de ellos correspondían probablemente a picaduras de insectos o arañas, alambres clavados accidentalmente y punzadas de plantas, como hojas de palmeras, ortigas, cactus o rosales.
Más de un año después de aquella oleada que sembró el pánico durante unas semanas, los políticos que aprovecharon para hacer campaña no se han vuelto a pronunciar al respecto. Igual que entidades como la Asociación de Asistencia a Mujeres Agredidas Sexualmente, que afirmó sin pudor: «Es a través de pinchazos como los hombres ejercen el poder; lo hacen porque pueden hacerlo».
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