Me siento un estorbo: las principales causas de la eutanasia en Canadá y el resto de países
Implementar la cultura de la muerte en la sociedad se ha convertido en el principal objetivo de algunos gobiernos socialistas, donde la legalización del aborto y la eutanasia han sido sus mayores aliados. No solo ocurre en España. 12 territorios internacionales decidieron hace unos años dar libertad a los ciudadanos para decidir si acabar o no con la vida de las personas más vulnerables: los enfermos. Entre ellos, Canadá, el país más laxo en lo que a esta controvertida técnica se refiere.
La controvertida práctica de la eutanasia, que comenzó siendo para pacientes muy graves, no es solo procedimiento que mata en cuestión de minutos al enfermo que la reclama, sino que se ha convertido en una técnica para acabar con la vida de niños, discapacitados, personas cansadas de vivir y aquellos que por motivos de salud se sienten un estorbo para sus familiares.
Los primeros en aprobar esta normativa mortal fueron Países Bajos y Bélgica en 2002, ambos liderados por fuerzas de centro e izquierda. En 2021, cuando miles de personas estaban perdiendo la vida por coronavirus, el Ministerio de Sanidad, con la aprobación de Pedro Sánchez, se subió al carro. No son los únicos territorios. Luxemburgo, Portugal, Colombia, Ecuador, Nueva Zelanda, algunos estados de EE.UU., Australia, Australia Occidental, Victoria y Canadá, también han dejado de lado los cuidados paliativos y se han olvidado de que «la vida es un don ofrecido por Dios».
La eutanasia, percibida como un suicidio
En una sociedad donde el suicidio es una realidad cotidiana, la aprobación de esta ley transmitiría el mensaje de que la vida no tiene ningún valor. Esto llevaría a algunas personas enfermas hacia una muerte prematura. Ya se ha visto en Canadá, Países Bajos u Oregón, tres zonas donde los más vulnerables, que se sienten amenazados y una carga para sus seres queridos, en vez de recurrir a los especialistas recomendados, solicitan la eutanasia.
Del mismo modo, comenta el Centro de Bioética Nathaniel, permitir la muerte mediante químicos abre las puertas a que las personas discapacitadas, enfermas y mayores que se consideran una carga financiera y emocional excesiva decidan morir. Este mal denominado «derecho a morir» podría pasar a convertirse en un «deber de morir», comentan en el documento. Además, apuntan, envía «un mensaje falso a los jóvenes», ya que estos podrían pensar que «algunos suicidios están permitidos».
En la misma línea, en una sociedad donde cada vez se maltrata más a los ancianos, la aprobación de esta ley pone a este grupo de ciudadanos en riesgo, puesto que con la intención de quitarse del medio y dejar de sufrir, podrían desear «acabar con su vida».
En definitiva, esta legalización conduce a la normalización. Además, como ha sucedido los países que han dado luz verde a la eutanasia, las muertes llevadas a cabo por este polémico método conducirán cada vez más a un aumento de fallecimientos.