Los incendios se apagan en invierno
No cabe duda que en cuestión de extinción y prevención de incendios hemos ido a peor
Incendio forestal se acerca a Vilela. en Orense, Galicia (España).
Los fuegos se apagan en el invierno. Vieja máxima, certera máxima. «Cuando el agua ha empezado a hervir, apagar el fuego ya no sirve de nada.» Frase de Nelson Mandela. Absolutamente razonables ambas. Como orensana desde Verín, desde Ourense, la provincia más castigada por los incendios, no puedo permanecer en silencio ante la situación tan grave que vivimos. Grave a nivel ambiental, pero más grave todavía la cuestión humana. He intentado recopilar artículos sobre los incendios, pero es imposible resumir tantos. Me dolían los ojos y todavía más el corazón. Muchos años luchando contra esta lacra, que no es una catástrofe natural repentina e imprevista; es una auténtica pandemia extendida en los años para fracaso de los políticos, ya que no han encontrado vacuna ni remedio. La medicina más adecuada es la prevención y esa no la practican. La alerta continua, no bajar la guardia nunca y dotarse de los medios suficientes, los más modernos y eficaces. Galicia, tierra verde y de bosques interminables, parece ser desde hace años, décadas, podemos decir, el territorio más castigado por los incendios. Es ya muy viejo aquel eslogan de «cuando un monte se quema, algo tuyo se quema.» Hoy se ha quedado inmensamente corto, porque no se ha quemado algo nuestro, se ha quemado casi todo, de todos. Hoy no nos hemos quedado solo en los bosques, también han ardido casas, aldeas y lugares enteros. Tal vez los árboles con el tiempo pueden reponerse, pero una aldea que se apaga, que se abandona, que se olvida, no es fácil que vuelva a resurgir. Que no lo olviden aquellos que tanto presumen de querer lo rural, ¿lo quieren para turismo, lo quieren para las fotos?, ¿o de verdad tienen pensado hacer algo serio?
No cabe duda que en cuestión de extinción y prevención de incendios hemos ido a peor. Basta ver las cifras de los presupuestos destinados a ellos por el Estado, el Estado en su conjunto, me refiero al gobierno central y a las autonomías, que han descendido en la inversión pública; no solo ha descendido, se ha desplomado a la mitad en los trece últimos años, y sobre todo en prevención que, como decimos, es lo más importante. Repetimos, e incluso yo misma lo he dicho con frecuencia en algún canal de televisión donde a alguno le llamaron la atención esas palabras, pero sí, la extinción de los incendios es cuestión de todo el año. Necesitamos un operativo de prevención y extinción pública anual, prevención, detección y combate de incendios forestales, porque esta es crucial. El que no previene acarrea muy graves daños y quienes aparentan proteger el medioambiente destruyen totalmente el ecosistema y la biodiversidad como ocurre en estos momentos, ante la impotencia de los vecinos y de todos los ciudadanos en general.
Hay que decir además que la rapidez y la inmediatez en la ayuda son fundamentales en el incendio. De ahí que volvamos a la frase de Mandela: «Cuando el agua hierve, poco hay que hacer ya». No hace mucho, a bombo y platillo, el gobierno anunció el Plan Nacional de Lucha contra los Incendios para el año 2025. Aquí la cifra que sería destinada: 115 millones de euros, sobre todo a la prevención y a los trabajos de limpieza. Una se pregunta dónde se han invertido. «Se usarán drones para monitorizar las zonas de mayor riesgo de incendios», también decía el gobierno en su comunicación. ¿Qué ha pasado? Lamentablemente, en esta ocasión en la que ha ardido y está ardiendo media España, una vez más vemos que los políticos viven de la publicidad y la palabrería, porque la traducción práctica ha sido nula. Según el sistema de satélites de la Unión Europea, Ourense es la provincia española que más superficie ha perdido en lo que va de año. Entre el 1 y el 16 de agosto se registraron 466 incendios. Y el presidente Sánchez se presenta en Ourense el domingo 17. Por fin, abandonó su descanso en la Mareta, pero llega rodeado de cámaras y de publicidad, manifestando que habilitaría todos los medios posibles. ¿Lo vamos a creer en esta ocasión?
Por tanto, no debemos dejar el tema y debemos denunciar día a día, porque las soluciones solo vendrán de la responsabilidad, de la toma de decisiones justas y de proyectos a futuro, como hemos dicho, elaborados por verdaderos expertos y no por aquellos que hacen política de despacho. Así pues, no más palabras huecas ni mentirosas. Desde el primer momento se ha sentido el abandono. Una vez más ha sido la gente del pueblo la que ha luchado, la que ha dado la cara, la que ha peleado y que nos ha demostrado que el rural es fuerte y que sabe luchar por aquello que ama. Sorprende después de ese veraneo en la Mareta que no se interrumpió aun ardiendo España, hasta, como decimos, este domingo que aparezca el presidente con una abundancia de vigilancia que incluso molesta todavía más a aquellos que han sufrido la lucha, la preocupación y siguen sintiendo el miedo que acarrea el que no parece tengan fin estos incendios. Menos vigilancia y protección al poderoso y más vigilancia en los montes.
La máxima importante, como hemos dicho, es la prevención. Vigilancia en esta ocasión la hemos visto, una vez más, en torno al presidente, rodeado de políticos, rodeado de policías y guardias civiles, también de abundante prensa, con mis respetos, para todos ellos. ¿Pero dónde estaban nuestras gentes? ¿Cómo se acercó a los vecinos? ¿A quién escuchamos que de verdad viviera directamente el problema? ¿Quién pudo hablar que propusiera las soluciones que hasta ahora no se han encontrado? Los vecinos están hartos de luchar y de llorar, y es bochornoso que vean llegar desde el cielo la prepotencia de un presidente y de quienes le acompañan, sin que de verdad presenten planes verdaderos y objetivos claros para evitar la continua repetición de la tragedia.
Los vecinos se quejan de tantas normativas dictadas desde los despachos que les impiden regenerar sus montes, incluso en algunos casos les impiden realizar cortafuegos. Y no digamos la complicación para tener animales, para la ganadería en general. El campo no puede mantenerse en esta situación. Está bien proteger al lobo o al lince, pero no puede ser que en nuestros montes ya no se vean los rebaños de ovejas, ni de cabras, ni de vacas, ni existan bueyes. Hasta aquella imagen de los burros. Dentro de tanta tragedia, con cierta simpatía recordamos la existencia de lo que llaman los Burros Bomberos, que hacen una labor fundamental e importante porque limpian el suelo de maleza y por tanto contribuyen a la prevención de incendios y también al cuidado del medio ambiente.
No es momento de criticar más a la clase política, pero es momento de empujarlos a actuar de verdad, con seriedad, hablar menos y escuchar más; coordinación. Todos deben tener cabida en reuniones en las que se estudie de verdad esta cuestión, y al decir cabida está el gobierno en general y al completo, pero también las comunidades autónomas, los presidentes con los consejeros adecuados, también los presidentes de diputaciones, e incluso citar por qué no y escuchar a los alcaldes de tantos municipios que se han quemado, grandes y pequeños. Queremos de verdad sentir que se preocupan por la situación, porque no admitimos ya que conociendo las tendencias meteorológicas, el escenario de temperaturas elevadísimas y la falta de lluvia, nos hablen de planes de prevención de incendios. ¿En qué quedó ese plan de actuaciones de lucha contra los incendios forestales de 2025? Plan en el que participaron 10 ministerios y la ministra Alegría —¿alegría o pena?— anunció a bombo y platillo, presumiendo además de que el año pasado se registró el dato más bajo de incendios.
«El cambio climático mata», dicen algunos, expertos no sé en qué. Los agricultores, ganaderos, quienes labran y cultivan la tierra desde tiempos ancestrales, conocen la climatología, saben más mirando a la luna que esos expertos mirando sofisticados aparatos modernos. Los cada vez más escasos habitantes del rural nos hablan de medidas burocráticas incomprensibles que les impiden la realización de esas tareas tan importantes de limpieza de montes, como ya hemos comentado. Escuchen los políticos: la gente dice «me multaron por tener un caballo de más y todo porque no habían anotado en el registro uno viejo ya jubilado». Otros te cuentan «no puedo tener ni cuatro o cinco gallinas y mis huevos de corral para mi familia como hemos tenido siempre para nuestro consumo». U otros te comentan «me enviaron un oficio para limpiar anunciándome multa si mi finca tenía maleza, alguna maleza, y resulta que fincas públicas y terrenos enormes a mi lado estaban llenos de maleza y sin limpiar desde hace varios años».
Sí, utilicen los drones, utilicen cuanto tengan a su alcance y no impidan ni al ejército, la UME, la guardia civil, las brigadas, los medios materiales de que dispongan; no dejen de ponerlos de inmediato a disposición de los ciudadanos. No tienen que pedirlo: están ahí porque son de todos, y ni siquiera el presidente puede presumir de ofertarlos, porque están —repito— para el servicio de todos. Desaparecidos hasta ahora, cuando van miles y miles de hectáreas quemadas y cuando, con tristeza, tengo que decir que Ourense ha sido la provincia más castigada, aunque otras muchas lamentablemente también lo son.
Estos políticos nos recuerdan aquella gran película de Bienvenido, Mr. Marshall, llegaban, apuntaban y pasaban de largo. El momento es trágico y dramático, pero quizá para finalizar utilicemos algo que es simpático, pero es real y auténtico, y que lo oí comentar a algunos vecinos. Por curiosidad, busqué luego conocer qué era eso de los burros bomberos. Parece ser que son muy eficaces utilizados en la prevención de incendios forestales, porque limpian la vegetación seca que alimenta el fuego y, por tanto, es un desbroce natural. Ellos crean sus propios cortafuegos y llegan a lugares donde muchas máquinas no pueden acceder por las dificultades. Son una alternativa ecológica y sostenible.
Pues apliquémoslo a los políticos, pues dicen que donde pisan los burros no hay fuego. Ojalá no lo haya donde pisan los políticos