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Central de carbón en AlemaniaEFE

El uso del carbón alcanzó en 2024 su máximo histórico

Un reciente informe advierte que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan en aumento, incluso con la expansión acelerada de las fuentes renovables

Durante 2024, el uso mundial de carbón alcanzó su nivel más alto en la historia, lo que representa un serio revés para los esfuerzos internacionales por frenar el calentamiento global. Aunque la generación eléctrica proveniente del carbón perdió terreno frente a la energía solar y eólica, la creciente demanda energética a nivel global impulsó nuevamente su consumo, según el informe «Estado de la Acción Climática 2025», publicado este miércoles y al que ha accedido The Guardian.

El documento ofrece una visión preocupante. En este seguro, expone que las metas para reducir las emisiones se están incumpliendo y, aunque el ritmo de crecimiento de los gases de efecto invernadero ha disminuido, las emisiones siguen subiendo.

En este sentido, Clea Schumer, investigadora del World Resources Institute (WRI) y coautora del informe, ha explicado, recoge The Guardian, que el mundo avanza en la dirección correcta, pero «no con la rapidez necesaria». Así, ha anotado que «por quinto año consecutivo», vemos que los esfuerzos para eliminar gradualmente el carbón están «muy por debajo de lo que se necesita».

Para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050 y limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C –el objetivo central del Acuerdo de París–, más sectores deberán electrificarse y abandonar el petróleo, el gas y otros combustibles fósiles. Sin embargo, Schumer ha advertido de que esta estrategia solo funcionará si la electricidad mundial proviene en su mayoría de fuentes limpias: «Un sistema eléctrico basado en combustibles fósiles genera efectos dominó que se extienden por toda la economía. Mientras el carbón siga batiendo récords, será imposible mantener el calentamiento por debajo de 1,5 °C».

El informe señala que las recientes políticas de Trump, dirigidas a frenar los proyectos de energía limpia y eliminar incentivos a las renovables, aún no se reflejan plenamente en el aumento de las emisiones, pero advierte que podrían tener consecuencias en los próximos años. En contraste, regiones como China y la Unión Europea mantienen el impulso hacia una transición energética más limpia, informa el medio británico.

Pese a este panorama, el estudio destaca un dato alentador. La generación de energía renovable ha crecido de forma explosiva. La energía solar se consolida como la fuente de energía con la expansión más rápida de la historia. Sin embargo, el avance actual no basta; según el informe, la tasa de crecimiento anual de la energía solar y eólica deberá duplicarse para cumplir los objetivos de reducción de emisiones hacia finales de esta década.

Sophie Boehm, investigadora sénior del WRI y autora principal del informe, ha subrayado que los ataques recientes de Estados Unidos contra las energías limpias dificultan mantener vivo «el objetivo del Acuerdo de París». Aun así, ha subrayado, la transición energética es global y está cobrando fuerza, sobre todo en «los mercados emergentes, donde la energía limpia es ya la opción más económica y segura».

El documento también alerta sobre la lentitud de los avances en eficiencia energética, especialmente en la reducción del carbono emitido por los sistemas de calefacción. En la industria, el panorama tampoco es alentador: la producción de acero, uno de los sectores más contaminantes, ha aumentado su intensidad de carbono pese a los intentos por adoptar tecnologías más limpias.

El transporte, en cambio, muestra señales de transformación. Uno de cada cinco vehículos nuevos vendidos en 2024 fue eléctrico, y en China esta proporción se acercó al 50 %.

Otro foco de preocupación es el deterioro de los sumideros naturales de carbono, como bosques, humedales y océanos. Aunque algunos países han ralentizado la deforestación, en 2024 se perdieron de forma permanente más de 8 millones de hectáreas de bosques, una cifra aún demasiado alta para los compromisos internacionales. El informe concluye que el ritmo actual de protección forestal debe multiplicarse por nueve para cumplir los objetivos climáticos.