Marqués de Laserna
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¿Parques Nacionales?

Jaime de Foxá, ingeniero de montes, impulsó las veintiuna Reservas Nacionales de Caza, invento español que suponía una forma mixta de protección a la naturaleza no tan radical como los Parques Nacionales, conservando los usos tradicionales y donde cabía incluir propiedades privadas

Actualizada 23:42

Vista de satélite del Parque Nacional de Cabañeros antes y después de prohibir la caza

Vista de satélite del Parque Nacional de Cabañeros antes y después de prohibir la caza

El Presidente de EE.UU. Teodoro Roosevelt, apasionado cazador, casi descubre los safari y desde luego inventó los Parques Nacionales. Era un enamorado de la naturaleza y la América de su tiempo poseía, como ahora, grandes extensiones de terreno virgen y despobladas; Yellowstone, en las montañas rocosas, fue el lugar escogido para implantar el primer Parque Nacional del mundo, ofrecía naturaleza intocada, sin ninguna explotación rústica o industrial, desierta de población y con una extensión superficial como nuestra provincia de Lugo y mayor que Madrid o Valladolid.

El marqués de Villaviciosa de Asturias españolizó los Parques Nacionales y tras una defensa firme en la Cortes, donde era diputado, y con el apoyo constante y seguro del Rey Alfonso XIII consiguió que se aprobara la ley que consagraba su constitución en 1918. Serían los primeros designados en Europa y los segundos del mundo después de Yellowstone. Se trataba de conservar una zona intocada, algo posible en la América desierta y también luego en el África de Kruger, pero complicado en Europa, continente viejo, muy poblado y con la agricultura dominando los espacios llanos e… incluso muchos de montaña.

Es requisito fundamental de un Parque Nacional, y la ley así lo recoge, que se deje a la naturaleza actuar libremente sin intervención humana

A pesar de tantos inconvenientes Pedro Pidal encontró en España dos sitios en los que ni el arado ni las cabras domésticas habían dejado su impronta: Picos de Europa en la cordillera cantábrica y Ordesa en los montes del Pirineo y pudo constituir en España dos Parques Nacionales que se llamaron respectivamente La Montaña de Covadonga y Valle de Ordesa. El terreno se asentaba sobre montes de utilidad pública, propiedad del Estado español o de Ayuntamientos y no había propiedad privada alguna, condición básica para huir de conflictos de intereses.

Es requisito fundamental de un Parque Nacional, y la ley así lo recoge, que se deje a la naturaleza actuar libremente sin intervención humana, pero si el hombre ha modificado las condiciones originales no puede, no debe, dejar de hacerlo porque el equilibrio está roto, y ya no es el mismo. En Ordesa, ese imperativo ha supuesto la pérdida de la subespecie del macho montés del Pirineo, Capra pyrenaica, cuyo hábitat había quedado reducido a la faja de Pelay, umbría profunda de pasto poco nutritivo por falta de sol. Hubiera sido necesario limitar –como propuso el ingeniero Jorge de la Peña– el excesivo número de sarrios que suponía una competencia inabordable para la pequeña colonia de monteses.

Y es que la no intervención es una forma de intervención por omisión.

Mucho tiempo después de que el Parlamento aprobara la ley de Parques Nacionales, Jaime de Foxá, ingeniero de montes, impulsó las veintiuna Reservas Nacionales de Caza, invento español que suponía una forma mixta de protección a la naturaleza no tan radical como los Parques Nacionales, conservando los usos tradicionales y donde cabía incluir propiedades privadas haciéndolas partícipes de los aprovechamientos. La ley de 1966 salvó a los sarrios del Pirineo, esquilmados en Francia y muy escasos entonces en España, y a varios núcleos de macho montés además de devolver una nueva vida a montañas de distintas regiones. Aunque la mayor parte de estas reservas se implantaron sobre montes de utilidad pública se respetaron los derechos de particulares, si los había, haciéndoles partícipes en la dirección y aprovechamiento.

En los años setenta del siglo pasado, con las Autonomías, cada caudillo local quiso tener su Parque ¡Ay dolor! Extremadura implantó Monfragüe, Castilla la Nueva impuso Cabañeros, una zona con vegetación secundaria devastada por 17.000 cabras domésticas que se recuperaba lentamente y Madrid el Guadarrama cuyos límites naturales son ¡Cotas de altitud!

El resultado no puede ser más triste con gravísimos problemas sanitarios y daños importantes en la flora al dispararse el número de caprinos en una y de cérvidos en las otras: en Monfragüe la tuberculosis se ha apoderado de la población de cervuno, en Cabañeros la fauna está acabando con la flora y en Madrid las monteses han arrasado la sierra. Y los 3 Parques Nacionales son unos gulag administrativos a los que la burocracia dificulta acceder. ¿Quién puede imaginar Yellowstone sin visitantes?

Todavía se está a tiempo, de sabios es enmendar equivocaciones, es tiempo de buscar nuevas fórmulas como se hizo en el 1966 y cambiar la figura legal para que la naturaleza permanezca amparada, impedir urbanizaciones fuera de lugar y volver a prácticas tradicionales.

Dios lo quiera, y la racionalidad colabore.

  • El marqués de Laserna, Íñigo Moreno de Arteaga, es Académico de Honor de la R.A. de la Historia

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