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24 de abril de 2024

Jurassic World: Dominion se estrena en los cines este jueves 9 de junio

Jurassic World: Dominion se estrena en los cines este jueves 9 de junioUniversal Pictures

Crítica de cine

'Jurassic World: Dominion': la huella de Spielberg nunca se extingue

La nueva película vertebra con acierto los mundos de Parque Jurásico y Jurassic World

En 1993, el año de Parque Jurásico, TVE estrenaba ¿Qué apostamos? Una noche, entre los concursantes de aquel mítico programa que presentaban Ramón García y Ana Obregón, sorprendió la presencia de un niño. La criatura, a sus ocho años, no solo era capaz de identificar la imagen de un dinosaurio y reconocer su especie. El niño también explicaba, con acento gallego, a qué período pertenecía, qué comía y a qué velocidad podía desplazarse el dinosaurio en cuestión. El espectáculo se servía solo. Ramón García únicamente tenía que acompañar el momento con sus caras de sorpresa y su sonrisa. El chico, por supuesto, fue el ganador de la noche y se llevó tres millones de pesetas. Me pregunto si a aquel niño, que ya no lo es, le gustará Jurassic World: Dominion. A este otro chico de entonces, sin saber nada de dinosaurios –ni entonces ni ahora– sí le ha gustado. Así que a él seguro que también.
Comenzar esta crítica de Jurassic World: Dominion con el recuerdo de ¿Qué apostamos? y hablando de pesetas me convierte automáticamente en dinosaurio. Así que dentro de unas líneas actuaré como tal y me dedicaré a perseguir a los humanos que aparecen en la tercera y última película de Jurassic World que, por extensión –o por extinción–, también sirve como colofón a la (pre)historia iniciada con Parque Jurásico.
Los dos mundos, los de Jurassic World y los de Parque Jurásico no están perdidos, sino vertebrados entre sí por la conjunción de sus respectivos protagonistas. Ya que hemos citado a Ramón García, Jurassic World: Dominion es como el Grand Prix: la película del abuelo y el niño. O mejor, del padre y del joven. Al padre (o al abuelo) lo representan Sam Neill, Laura Dern y Jeff Goldblum, las leyendas de Parque Jurásico recuperadas para la causa, y al joven (al niño), Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, protagonistas de la saga Jurassic World.
La mezcla de generaciones en una misma cinta podría resultar mucho más explosiva y dañina que la bengala de Alan Grant en Parque Jurásico –en Jurassic World: Dominion no faltan las bengalas ni las antorchas–, pero lo cierto es que las dos especies de estrellas cohabitan en pantalla con la misma naturalidad con la que ahora conviven las personas y los dinosaurios. La película juega con eso. Al inicio, Alan Grant (Sam Neill) muestra a uno de los nuevos personajes su preocupación por las descargas que pueden recibir los dinosaurios. Su interlocutor responde con otra pregunta: «¿Sabe cuál era la carga eléctrica de las vallas de Parque Jurásico?». El profesor Grant calla ante la evidencia.
Jurassic World: Dominion, la mejor de las tres entregas de la saga, solo puede mirar desde abajo a Parque Jurásico, pero lo hace con dignidad. Sobre todo cuando se propone seguir su huella y la de Spielberg que aquí, de nuevo, únicamente ejerce como productor ejecutivo porque la dirección corre a cargo de Colin Trevorrow, el realizador de la primera entrega de Jurassic World.

El reparto de 'Jurassic World: Dominion'

Me lanzo –ahora sí– como dinosaurio que soy a la persecución del reparto. Los protagonistas de Jurassic World: Dominion pueden estar tranquilos porque no me los voy a comer. Bueno, a una, sí. A Laura Dern, la doctora Ellie Sattler. Pero a besos. Sobre todo cuando acaricia a un inocente dinosaurio –perdón, pero soy la antítesis del niño de ¿Qué apostamos? y solo distingo a las especies entre grandes y pequeñas y entre las que gastan mejor y peor genio–. Si corro detrás de Jeff Goldblum es solo para abrazarme a él y a su optimismo hasta en las situaciones más peligrosas. Y si voy detrás de Sam Neill es únicamente por darle un susto porque se muestra algo desganado en pantalla –por lo visto le costó aceptar la propuesta para recuperar su personaje de Parque Jurásico–.
Tampoco voy a lanzar mi ataque contra los dos estandartes de la saga Jurassic World. Chris Pratt me despierta simpatía y me hace gracia cuando le dice a cierto personaje que ha leído su libro y enseguida matiza que en realidad era un audiolibro, como si no fuera con él eso de leer. Si acaso, como dinosaurio que soy, le diría que el truco de agacharse ligeramente, hablar en voz baja y adelantar una mano en señal de calma cuando estás delante de un dinosaurio está muy visto y no funciona siempre.
Detrás de Bryce Dallas Howard, aunque su rostro parezca indicar que siempre está amenazada, tampoco puedo ir. En ninguno de los dos sentidos. Más que nada porque vengo de prometer amor eterno a Jennifer Connelly en la crítica de Top Gun: Maverick y mi mujer, con toda la razón, me gritaría con los mismos decibelios que la niña de Parque Jurásico. Si eso ocurre, por si acaso, probaré a agacharme ligeramente, hablar en voz baja y adelantar una mano en señal de calma.
Mi única presa sería el malo de Jurassic World: Dominion. No desvelo de quién se trata pero igual que puedo perdonar que alguien interprete a un bueno en un película y lo haga mal, no soy tan condescendiente con un malo que haga mal de malo.
Jurassic World: Dominion sorprende porque a veces uno tiene la sensación de estar viendo una película de otra saga. Una de Misión Imposible, James Bond, Indiana Jones, Jason Bourne o incluso de Star Wars más que una de dinosaurios. Y aunque pueda descolocar, no resulta desconcertante. El ejemplo más claro lo encuentro en la persecución por las calles de Malta. Owen Grady (Chris Pratt) intenta huir en moto en una escena que sería típica si no fuera porque los villanos que le persiguen son rapidísimos dinosaurios. La carrera parece de Moto GP. O mejor, de JP, que es Jurassic Park.
Me he salido un poco de mi papel de dinosaurio. Lo arreglo enseguida. En Jurassic World: Dominion, como no podía ser de otra forma, lo que domina es el caos. Todo está manga por hombro. Esa es una expresión de dinosaurio. Ahí va otra: está todo como la habitación de los niños, que parece una leonera.
Cansa esto de ser dinosaurio y eso que no llevo dos horas y media como las que dura la película. Mejor me voy a dormir. Por cierto, no les he dicho a qué especie de dinosaurio pertenezco. Cuando duermo, soy un roncosaurio. No me como a nadie, pero molesto.
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