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Gary Cooper protagonizó El manantial en 1949

Gary Cooper protagonizó El manantial en 1949

Cine

La película que anticipó 'The Brutalist' y supuso un duro revés para Gary Cooper

En este largometraje de 1949, Cooper interpretó a un arquitecto diferente al de Adrien Brody en The Brutalist

En 1939 el tesoro de Estados Unidos afirmó que Gary Cooper era el asalariado mejor pagado del país, con 482.819 dólares al año. Durante los años 30 y 40 quizás fue la principal luminaria de un Hollywood plagado de estrellas. Su fama, de ser posible, solo aumentó con estrenos como Juan Nadie, El sargento York y Bola de Fuego. Sin embargo, una serie de extrañas decisiones culminó en 1949 con un filme que apenas generó beneficios, recibió pésimas críticas y culminó un lento proceso de declive. Un filme que, en cualquier caso, es un claro antepasado de The Brutalist, una de las principales candidatas para triunfar en los Oscar de este año.

Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo no dejaba de cambiar, Gary Cooper siguió interpretando al mismo héroe americano, un hombre corriente capaz de renunciar a todo para conservar su integridad. Aunque algunas de sus películas alcanzaron ocasionales éxitos de taquilla, la mayoría pasaban desapercibidas para el público, pero no para la crítica, que cargaba fieramente contra ellas.

Tras numerosas vicisitudes, recaló en Universal Pictures, donde se aseguró 295.000 dólares por película, un fortunón. Y así llegó la mencionada película, dirigida por King Vidor, coprotagonizada por Patricia Neal y Raymond Massey (el memorable falso Boris Karloff de Arsénico por compasión), y basada en una novela superventas de Ayn Rand, a la sazón famosísima escritora y filósofa y autora del guion.

El filme se titula El manantial, y cuenta la historia de un arquitecto, Howard Roark, hombre íntegro hasta el punto de preferir trabajar en una cantera que dejar que toquen una sola esquina de sus planos. Se enamora de Neal en una trama tan melodramática que parece anticipar los culebrones que llegaron en los 70 y 80. Con una bella fotografía de sombras alargadas, una pretenciosa dirección de planos inclinados, una espléndida banda sonora de Max Steiner —¡una más!—, el artificioso y forzado argumento y los sobreactuados intérpretes, El manantial es una película fallida, de la que solo queda de memorable el famoso plano final, con Cooper en lo alto de un rascacielos, manos en la cintura, como dominando el mundo: el artista ha vencido a los inmovilistas.

Sin embargo, en la realidad, el filme apenas obtuvo beneficios. Pasó por las salas sin pena ni gloria. Peores fueron las críticas que recibió. Prácticamente, ningún crítico consideró acertado el casting de Cooper. Y casi todos se cebaron con la producción, con uno afirmando incluso que era «la más estúpida e inepta película que ha salido de Hollywood en años». Quizás reveladoramente, hace algunos lustros la gente bien reivindicó el filme como una magnífica obra de arte.

Como The Brutalist, El manantial presenta a un arquitecto que defiende su arte por encima de modas y convenciones. Rand, la escritora y guionista, quería denunciar la uniformidad del comunismo —después de todo, había abandonado la Unión Soviética en 1926—, pero también la del New Deal de Roosevelt. Según se comenta, The Brutalist denuncia la nueva era de Trump, y su conservadurismo reaccionario frente a las ideas más progresistas. Ambas películas, en cualquier caso, defienden el arte más innovador y digamos que contracultural. A partir de ahí, que cada cual decida a que causa sirve este o aquel filme.

La principal diferencia entre The Brutalist y El manantial, en cualquier caso, es la presentación del héroe. A pesar de su arrogancia, de masculinidad exacerbada, el personaje de Gary Cooper es un modelo intachable de moral, por mucho que ahora lo woke, si supiese que existe esta película y sus escenas de trasnochado romance, gustaría de cancelarlo. El personaje de Adrien Brody, por el contrario, es víctima y superviviente de la Shoah y, por extensión, un ser atormentado por su pasado y condenado a una adicción demoledora en todo menos en su genio artístico.

El manantial supuso un fiasco para la carrera de Gary Cooper, que siguió en declive unos años más hasta que, sorprendentemente –o, mejor, en consonancia con el sueño americano que él también representó– un filme le permitió regresar con todos los honores, tanto de taquilla como de Oscar, para dominar otra vez el firmamento de Hollywood. Pero esa es otra historia que pronto contaremos aquí.

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