No hay muchas películas que resalten los aspectos negativos del sistema penal tan bien como El hombre de Alcatraz. Esto se debe en parte a la honestidad de su protagonista (sí, ha asesinado gente, pero tiene su propio código moral, que jamás viola) y al tiempo que pasó en prisión, un tiempo abrumador que habría destrozado a la mayoría. Está basada en la historia real de Robert Stroud, que se encontraba en la cárcel mientras se rodaba la película, y que, aparte del final, no contiene violencia ni los habituales intentos de fuga. Poco más que añadir que la sublime interpretación de Burt Lancaster, uno de esos actores que da igual el papel que se les de, siempre lo borda.