La nueva serie de época ideal para los seguidores de 'Downton Abbey'

Hay series que no solo se ven: se habitan. Con Downton Abbey nos pasó a todos. Entramos por la puerta de servicio y acabamos instalados en los salones, entre encajes, intrigas y tazas de té humeante. Por eso, cuando en octubre se estrenó en cines Downton Abbey: El gran final, los espectadores salimos con el corazón calentito… y un vacío considerable. ¿Y ahora qué? ¿A qué familia vamos a engancharnos? ¿De quién vigilaremos los secretos, los silencios incómodos, las rivalidades que van fermentando bajo las alfombras?

La respuesta llega puntual de la mano de Movistar Plus+. Un mes después del adiós a los Crawley ha desembarcado Los Forsyte, un drama británico que recupera ese mismo perfume a época convulsa, a ambición contenida y a casas donde nunca falta dinero, pero sí paz. Y lo hace con una carta de presentación irresistible: está producida por Mammoth Screen, los responsables de Poldark, lo que significa que la serie tiene garantizado ese equilibrio entre épica romántica, sensibilidad contemporánea y un ritmo narrativo que invita al maratón inmediato.

Ambientada en el Londres de 1880, nos introduce en una de las familias más adineradas de la ciudad, un linaje impecable por fuera pero corroído por dentro. Porque si algo queda claro desde el primer episodio es que la riqueza no compra la armonía. Los hermanos Jolyon y James, patriarcas del clan, están enfrentados desde hace años: uno solo piensa en multiplicar beneficios y el otro se resiste a sacrificar la humanidad en el altar de los negocios. Esa grieta entre ambos se transmite, como una herencia envenenada, a la siguiente generación, y de esa rivalidad nace el conflicto central: la batalla por controlar la empresa familiar de inversiones.

Ahí entra en juego un reparto que brilla con suavidad pero con firmeza, como las joyas heredadas de la abuela. Jack Davenport y Stephen Moyer dan vida a los dos hermanos mayores; Joshua Orpin encarna a Soames, el joven heredero marcado por la ambición de su padre; y Danny Griffin interpreta a Jolyon Jr., un soñador que vuelve de una vida despreocupada en Italia para casarse con Frances (una viuda interpretada por Tuppence Middleton) y someterse a las exigencias del apellido. A su alrededor orbitan secretos familiares, bodas que esconden más de lo que celebran y personajes femeninos que, entre corsés y sonrisas medidas, tienen más capacidad para torcer el destino de la familia de lo que ellos imaginan.

La serie, basada en las célebres novelas de John Galsworthy, es ya la tercera adaptación televisiva en sesenta años. Pero esta vez llega con una factura visual impecable, con esa mezcla de sofisticación y conflicto interno que tanto disfrutamos en Downton Abbey y que, de manera sorprendente, también conecta con la tensión dinástica de Succession: el dinero como escudo, como arma y como frontera emocional.

Y quizá lo mejor de todo (además de que son solo seis episodios, perfectos para devorar sin miedo al compromiso) es que la serie ya tiene confirmada una segunda temporada. Es decir: inversión segura para quienes llevamos semanas buscando una nueva familia a la que asomarnos por la cerradura. Si te quedaste huérfano tras despedirte de los Crawley, aquí tienes un nuevo hogar al que mudarte. Y créeme: esta familia da mucho juego.