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06 de mayo de 2024

Filippo Tommaso Marinetti

El poeta Filippo Tommaso Marinetti

Marinetti, el poeta fundador del futurismo, la vanguardia artística donde imaginó y creó el fascismo

En 1909 escribió el Manifesto futurista y, agotado el movimiento artístico, diez años después escribió el Manifiesto político fascista

Filippo Tommaso Marinetti nació en Bellagio, en el Lago Como, casi un lugar utópico como la comunidad literaria y artística a la que perteneció en el tránsito entre la última juventud y la madurez. El mismo Bellagio, un pueblo hermoso en una ladera con puerto, tiene una estética futurista en su verticalidad, una idea de la velocidad característica del movimiento que fundó, como si se cayera desde el punto más alto hasta las aguas verdes, entre los bosques, igual que si fuera el Desnudo bajando una escalera de Marcel Duchamp.
Los miembros de la Abadía de Cretéuil en su interior

Los miembros de la Abadía de Cretéuil en su interior

La fantasía efímera de aquella comunidad, la Abadía de Cretéuil, se basaba en la idea original de escapar de la civilización, al modo de Gauguin, y autofinanciarse con una editorial. Como cabía esperar de una quimera, el asunto no salió bien desde el punto de vista de la supervivencia, pero sí desde el de la satisfacción de los deseos artísticos de sus miembros gracias a la publicación de un buen surtido de poemarios como el del conde Robert de Montesquiou, la personalidad de la que se valió Proust para crear a su barón de Charlus.

La velocidad

De aquella experiencia, con Nietzsche o D'Annunzio en el caletre, salió Marinetti con el Manifesto Futurista: un listado de elogios a la violencia en todos los ámbitos artísticos que publicó en Le Figaro en 1909. En algunos de sus puntos se podían leer cosas como que se quería cantar al «amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad»; el advenimiento de una «nueva belleza»: la de la velocidad; la glorificación de la guerra o la llamada a destruir las bibliotecas y los museos: una caída en plancha desde el punto más alto de Bellagio en las duras aguas del Lago Como.
'Desnudo bajando una escalera', de Marcel Duchamp

'Desnudo bajando una escalera', de Marcel Duchamp

Sin embargo, la utopía prosperó llamando la atención de los vanguardistas (era una de ellas), por la que se interesaron nombres como Marcel Duchamp o el pintor Luigi Russolo. Del «inofensivo» verso libre de sus primeras obras a la revolución de su Manifiesto inspirado, casi de golpe por la velocidad, tras un accidente de tráfico, del que salió un hombre nuevo con un movimiento nuevo similar al de Michael Douglas de Un Día de Furia, pero en teórico-artístico. En vez de recorrer las calles de Los Ángeles haciendo «justicia», el Manifiesto furibundo se publicó en todos los principales periódicos europeos adquiriendo una relativa notoriedad más contraria que favorable, más abucheada que aplaudida en su acción, que no en su expresión por la que adquirió el grado de corriente artística.

La República de Saló

Apagada la efervescencia del futurismo ideológico, Marinetti, graduado en Derecho que nunca ejerció, se apegó a un fascismo del que, como si fuera una costumbre, también escribió su Manifiesto diez años después: similar revolución y evolución: del arte a una política de sindicalizaciones, expropiaciones, nacionalizaciones, confiscaciones e impuestos (qué curiosa sonoridad al germen de Podemos), el fascismo temprano donde encontró acomodo bajo el ala de Mussolini, que le tomó como poeta oficial de su régimen, incluidos los tiempos de la títere República de Saló bajo el dominio nazi, en cuya plenitud murió un día como este de 1944 de un ataque al corazón.
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