Quizá alguien lo diga mejor como «No comerse un rosco». No importa que sea «rosco» o «rosca». «No comerse una rosca», según el DRAE: «no comerse, o no jalarse, una rosca. 1. locs. verbs. coloqs. No tener éxito o no conseguir lo que se pretende, especialmente en asuntos amorosos». La «rosca» da para locuciones múltiples, como «hacer la rosca» o «pasarse de rosca», expresiones de las que se hablará en otros artículos.
Pero, ¿de dónde proviene «no comerse una rosca»? No existe documentación de su empleo hasta bien entrado el siglo pasado y el diccionario lo recoge por primera vez en 1992. En un principio se asocia con «triunfar» en lenguaje taurino: «No comerse una rosca» es fracasar, no salir adelante como torero. El sentido de «tener relaciones sexuales» o «ligar» aparece en los años sesenta, pero es considerada una expresión vulgar por sus connotaciones.
Tradicionalmente, una invitación a tomar una rosca ha sido un medio para entablar relaciones amorosas. En las fiestas de san Isidro son típicas las rosquillas y las roscas, que se toman en la pradera con un vasito de agua de la ermita del santo. Si la chica aceptaba la rosca o la rosquilla, se entendía que aceptaba al regalador, con el que comenzaba su galanteo bailando con él.
Otra «modalidad» es la de cuando ellas les regalaban una rosca o rosquilla al joven que les gustaba. Era una insinuación que le tocaba al hombre corresponder comiéndose la rosca, de modo que, a quien ninguna mujer le regalaba una rosca, tampoco se la comía: «No se comía una rosca». El sentido que se le sigue dando hoy y que también se ha extendido más allá de este ámbito, referido a quien no consigue lo que quiere.
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