Fundado en 1910

02 de mayo de 2024

La filósofa estadounidense Zena Hitz publica 'Pensativos' (Ediciones Encuentro)

La filósofa estadounidense Zena Hitz publica 'Pensativos' (Ediciones Encuentro)Heaher Crowder

Entrevista | Filósofa estadounidense

Zena Hitz: «Hay una crisis de confianza en los profesores de Humanidades: no creen en lo que hacen»

La filósofa, experta en temas como Aristóteles, las virtudes, el carácter, la ética, su política o las personas, publica Pensativos. Los placeres ocultos de la vida intelectual, un ensayo en el que reflexiona sobre la plenitud asociada al estudio y la fragilidad de unos individuos incapaces de leer a los clásicos

En un mundo hiperconectado, superficial y tecnológico, en el que se juzga casi todo y a casi todos por su utilidad, ¿a qué lugar es posible acudir para retirarnos, disfrutar con sosiego, contemplar y vincularnos de nuevo con los demás? La estadounidense Zena Hitz tiene la respuesta: hacia dentro. «La clave está en cultivar la vida interior».
Profesora en el St. John's College (Maryland, Estados Unidos) y Premio Hiett de Humanidades 2020, tras los atentados del 11-S abandonó una carrera meteórica como especialista en filosofía griega para ingresar en una comunidad religiosa, consagrada al cuidado de los pobres. Se preguntaba qué sentido había en bucear en los libros si el mundo se desmoronaba a su alrededor.
Pero algo no encajaba. Decidió regresar a la universidad, donde ha fundado un novedoso curso de tutoría a distancia a la vez que agitaba los arcaicos y rígidos dogmas de la vida académica. En Pensativos. Los placeres ocultos de la vida intelectual (Ediciones Encuentro) escribe sobre la utilidad de lo teóricamente inútil, la devoción por el aprendizaje y la crisis de los modelos educativos. Sus indagaciones apuntan directas al cableado de un mundo donde la lectura de los grandes libros pierde terreno frente a la miríada de estímulos proporcionados por las redes sociales y el carnaval audiovisual.
Pero además, Zena Hitz apuesta por el aprendizaje sin obsesionarse con las consideraciones utilitarias más inmediatas, de tipo político o económico, y remueve los cimientos del pensamiento único, a la vez que propone una alternativa moralmente buena a la extrema competitividad de un mundo que se disputa nuestra atención. Ha visitado España invitada por el Centro Humanismo Cívico de la Universidad de Navarra y El Debate la ha entrevistado.
–¿Cuándo escribió Pensativos?
–Estaba viviendo en una comunidad de religiosas en Canadá. Pero vi que no era mi sitio, así que la abandoné y decidí volver a dar clases a mi antigua universidad, St. Johns, en 2015. Llevaba fuera del ambiente académico desde hacía tres años, así que leí mucho. No solo leí artículos de filosofía, sino también artículos de revistas sobre el estado actual de la universidad y la crisis de las humanidades. Nada de lo que leía me convencía, así que seguí leyendo hasta buscar algo que sintonizase con mi propia experiencia como profesora e investigadora de Humanidades. No encontré nada, así que decidí escribir yo misma un pequeño ensayo, muy básico, sobre el valor de la vida intelectual en sí misma, por su contribución al ser humano, más allá de los fines políticos o lucrativos que pueda traer consigo. El editor vio el ensayo en internet y me invitó a escribir el libro. Lo escribí en la primavera de 2018.
'Pensativos' (Ediciones Encuentro), de Zena Hitz

'Pensativos' (Ediciones Encuentro), de Zena Hitz

–Cuando escribió el libro, ¿cuál fue su conclusión sobre la crisis que atraviesan las Humanidades?
–Lo que quería comunicar en mi libro es que hay una crisis de confianza en las personas que se dedican a la enseñanza de las Humanidades. Los profesores en materias como filosofía, historia o literatura realmente no creen en lo que hacen. Esto es muy desalentador para el futuro de las humanidades. Cuando quienes se dedican al cultivo y enseñanza de las Humanidades no están convencidos de lo que enseñan y desconocen el propósito de lo que hacen, dejan de inspirar motivación. Por eso creo que es importante detenernos y pensar en los beneficios personales del aprendizaje, para que los que enseñamos humanidades, filosofía, pensamiento político, historia… podamos entender la importancia del estudio y de la enseñanza. Mi propósito era este: restaurar la confianza.
–¿Y cuál cree que es el problema detrás de la falta de confianza de los profesores?
–Yo tuve una crisis en la que no encontraba el sentido a lo que hacía. El problema era que no sabía cómo conciliar la vida intelectual con todo el sufrimiento del mundo. No entendía cómo podemos vivir una vida en los libros, enseñando a partir de ellos, cuando hay tantos problemas, como la guerra, la violencia, la pobreza y el hambre. Esto era lo que más me inquietaba: saber que había realidades más importantes a las que prestar atención. Creo que muchos de mis compañeros se enfrentan a esta misma preocupación.

No sabía cómo conciliar la vida intelectual con todo el sufrimiento del mundo

–¿Cuál fue el punto de inflexión?
–Esta dificultad la experimenté yo misma cuando ocurrió el atentado en las Torres Gemelas en 2001. En esos momentos estaba estudiando Filosofía en la universidad y me cuestioné la utilidad de lo que estaba haciendo, pensé que debía cambiar el mundo. Fue el comienzo de un largo viaje en el que me convertí a la religión católica y comencé a hacer voluntariado en la comunidad. Después de un tiempo descubrí que la solución está en la capacidad de reflexión que nos brindan las Humanidades, la lectura y el estudio. Pensar es el verdadero pedal para el progreso y el desarrollo humano.
–Pero pensar hoy en día parece complicado...
–Actualmente, en la era de la tecnología, estas capacidades se encuentran en peligro. Estamos perdiendo lo que realmente da solidez a nuestra vida. Ahora todo se convierte en distracción y entretenimiento, lo demás deja de importar. Por eso creo que es muy importante transmitir el conocimiento a los jóvenes y difundirlo, para que el hábito de la lectura, la contemplación y la importancia del saber recobren su lugar. Parece algo sencillo, pero no siempre es fácil de ver. Pensar y aprender no son dos actividades, independientes sino complementarias.

Estamos perdiendo lo que realmente da solidez a nuestra vida. Ahora todo se convierte en distracción y entretenimiento

–En el libro explica que todos tenemos verdaderos deseos de conocimiento. ¿Dónde encuentra usted esta aspiración oculta por el saber?
–Cuando estaba viviendo en la comunidad religiosa había muchas mujeres que no habían tenido acceso a la educación y, a pesar de ello, se entusiasmaban al descubrir cómo funcionaba el mundo que las rodeaba a través de las Matemáticas, la Física o la Filosofía. Además de esto, antes de entrar en la comunidad enseñaba Filosofía a los prisioneros de la cárcel, así que, con todo, descubrí que hay muchas personas que quieren aprender y que están realmente interesadas en pensar y entender la realidad. Esta cuestión les importaba mucho, así que todo ello me inspiraba mucha esperanza. No obstante, cuando más noté el interés por el conocimiento fue con las cartas que me llegaron tras la publicación de mi libro.
–¿Qué le decían en esas cartas?
–Me contaban sus historias, sus vidas, me preguntaban cómo trabajar y dedicarse a la filosofía, o cómo ser ama de casa con varios niños pequeños y poder estudiar, cómo acceder a la vida intelectual siendo ya un jubilado... Entonces descubrí, tras haber expresado esta cuestión con esperanza, que era verdad: todos tenemos deseo de conocimiento. No me lo hubiese creído al principio...
–¿Y qué consejos les daba a quienes le escribían?
–Fue muy raro; al principio no sabía qué decirles. Con motivo de esa frustración nació esta idea de fundar el Catherine Project [un servicio gratuito de estudios basado en las comunidades de aprendizaje] hace tres años. De ahí junté a varios voluntarios para preparar seminarios online de grandes libros gratuitos y abiertos a cualquiera. Hay mucha demanda. Ahora estoy completamente convencida de que el problema de las Humanidades no son las personas. El problema está en las instituciones que no las apoyan, no en el corazón de las personas. Mi esperanza es que podamos construir comunidades donde este tipo de desarrollo humano sea posible.

La vida intelectual es una forma de cultivar la vida interior, pero no es la única: también están la religión, la espiritualidad, la naturaleza...

–¿Existen consecuencias para quienes no desarrollan este tipo de conocimiento? ¿Nos afecta como sociedad?
–Creo que la vida intelectual es una forma de cultivar la vida interior, pero no es la única. También están la religión, la espiritualidad, la naturaleza... Lo que sí es cierto es que, si pierdes tu vida interior, pierdes el sentido de quién eres. Quedas a merced de la competitividad social. Si algo sale mal y pierdes tu estatus o te quedas sin recursos, te puedes ver desprovisto de algo que te permite ver las cosas con claridad y encontrarle valor a tu vida, por encima de las circunstancias. Por mi experiencia como profesora en prisiones, me he conmovido mucho por las historias de personas que descubren en la cárcel un lugar en el que cultivar su vida intelectual. Es un signo del bien que hace a la gente.
–¿Realmente la ausencia de vida intelectual tiene consecuencias tan catastróficas?
–Su cara más extrema es la desesperación. Al menos en Estados Unidos, no sé si en España, hay ahora mismo un alto nivel de desesperación. Esto se ve en la cantidad de consumo de droga y de sobredosis por sustancias que se producen cada día. Pero pienso también que, tanto si la gente se desespera como si encuentra un cierto nivel de confort entreteniéndose con Netflix, la ausencia de vida intelectual lleva a «disminuir» la humanidad: es algo trágico. Hay algo en las personas que se acomodan, que no crecen, que no viven en plenitud o que no desarrollan sus propias capacidades, que resulta trágico. Opino esto también porque me dedico a ello, pero creo que es mucho lo que está en juego. Tenemos que encontrar el modo de recuperarlo.

La ausencia de vida intelectual lleva a «disminuir» la humanidad: es algo trágico

–Habla también de que esta vida intelectual es en sí invisible, de que es «una invisibilidad que resulta visible».
–Depende del motivo de la invisibilidad. Se trata de la vida interior y la vida intelectual, así que nadie tiene que saber de ello. Estoy segura de que todos hemos visto, en ocasiones, cómo alguien piensa en voz alta. También puede salir en la adversidad, cuando vienen circunstancias difíciles, ante la privación o el sufrimiento. Pero también puede salir a la superficie de distintas formas; es algo que si confiamos en que está allí fuera y lo buscamos, vemos cómo emerge. Creo que se manifiesta frecuentemente y es una de las oportunidades de la vida ver cómo alguien revela su 'yo'; un 'yo' que ha permanecido oculto todo este tiempo.
–Afirma que tenemos dificultad para calmarnos y encontrar un sitio para reflexionar. ¿Es, quizá, porque se trata de un sacrificio que requiere tiempo y atención?
–Creo que eso es verdad, pero también creo que hay múltiples retos y dificultades nuevas que antes no había. La tecnología nos distrae y es muy fácil llenar nuestra atención. Ya no es parte de nuestro día a día mirar el horizonte; ahora miramos nuestro móvil. Las personas estamos cada vez más aisladas del mundo, queremos distraernos de la soledad y el sufrimiento, así que recurrimos al trabajo o a cualquier otra cosa que nos haga huir del vacío. La modernidad aísla y las empresas nos hacen cada vez más fácil olvidar este aspecto. Esta es la mayor amenaza de la vida moderna.
Comentarios
tracking