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02 de mayo de 2024

David Pastor Vico

David Pastor Vico

David Pastor Vico: «Una sociedad profundamente desconfiada también es una sociedad profundamente irresponsable»

Habla con acento sevillano, trabaja con adolescentes, es profesor de filosofía en México, lucha contra el cáncer de piel y se parece más a un cantante de rock que a Kant o Sartre. Explica de manera muy cercana y muy pormenorizada por qué la ética es importante y nos genera confianza

El profesor y divulgador de filosofía David Pastor Vico (1976) tiene aspecto de rockero fornido, y recuerda al Sevilla –Miguel Ángel Rodríguez Jiménez–, el cantante de «Mojinos Escozíos». De hecho, son amigos, y hablan de todo, también de filosofía. Aunque hace tiempo vive al otro lado del Atlántico, porque forma parte del claustro de la Universidad Nacional Autónoma de México, el cáncer lo ha traído un tiempo de vuelta a Utrera, y desde allí nos atiende con una fuerza intensa que nos hace pensar que está derrotando a sus melanomas por goleada. Y no habla de su enfermedad, sino que se acuerda de las de sus amigos. Hablamos sobre su nuevo libro, Ética para desconfiados (Ariel), que arranca con prólogo de José Antonio Marina.
–Su anterior libro era Filosofía para desconfiados, y este se llama Ética para desconfiados. ¿A qué se debe?
–En España y en Latinoamérica, estamos atravesando una de las mayores crisis de confianza interpersonal que se recuerda. La confianza interpersonal es la respuesta a una pregunta: ¿Crees que se puede confiar en los demás, o todo recelo sobre el otro es conveniente? Descubrieron –desde el año 43 al 68, desde Alemania a Estados Unidos– que sociedades con un alto índice de confianza interpersonal eran sociedades democráticamente mucho más sanas y participativas. Las poblaciones eran más inteligentes y más felices. Pero resulta que desde los años 90 a esta parte, tanto en España, Francia, Portugal, se registra un descenso traumático de la confianza interpersonal. En Latinoamérica ahora mismo está en un 14%, en España se sitúa entre un 20% y un 30%, dependiendo de quién haga la encuesta. Eso significa que tenemos un país profundamente desconfiado. Y en ética sabemos que confiar es saber que el otro hará lo que tú esperas que haga, y por tanto el otro, para responder a la confianza, lo que hace es ser responsable, o sea, hacer lo que los demás esperan que él haga. Así que una sociedad profundamente desconfiada también es una sociedad profundamente irresponsable, y en una sociedad irresponsable es muy difícil vivir, y ser feliz… ¡ya ni te cuento!
–¿Somos menos sociedad, y vivimos más el individualismo? ¿Necesitamos confiar más?
–Pensar que estamos condenados a vivir con los demás es de una cortedad de miras asombrosa. Vivir en sociedad es lo que nos ha permitido sobrevivir los últimos 300.000 años. A cualquiera de estos híper individualistas defensores de las libertades individuales –que son una chorrada, porque no hay posibilidad de una libertad individual, si no estás en un marco social– le podemos decir: «Anda, ve al desierto y disfruta de tus libertades individuales». Pero en el desierto no hay ninguna libertad. No estamos condenados a vivir en sociedad, sino que tenemos que sentirnos muy afortunados de que nuestra especie, la homo sapiens sapiens, sea una raza que se haya construido alrededor de la sociedad, alrededor de los demás. Los demás nos enseñan a andar, los demás nos enseñan a hablar y, por tanto, a pensar. Los demás nos enseñan a limpiarnos el culo. Hay una serie de esferas en la que el ser humano se va desarrollando. La primera esfera es la de la familia, que ya es puramente social, e inmediatamente después de la familia, viene la esfera de la amistad.

Confiar en los demás nos acerca mucho más a ser felices que funcionar desde el individualismo

Aristóteles nos enseña que hay tres tipos de amistades. La primera de ellas es la amistad por diversión, y es la que nos posibilita el desarrollo en los primeros años. Si usted, cuando era un chico, no hubiese tenido amigos con los cuales jugar en el jardín de infancia, en el patio de recreo, abajo, en el portal de su casa, en los jardines del barrio, sería un niño con carencias: carencias psicomotoras, de habilidades sociales y de pensamiento crítico. Los griegos tenían muy claro lo que era un individuo; decían que aquel que se encarga solo de sus asuntos privados y particulares, pero que no forma parte de las problemáticas públicas y de los asuntos que nos importan a todos, es un idiota. Porque confiar en los demás nos acerca mucho más a ser felices que funcionar desde el individualismo. El individualista no puede ser feliz, porque nadie puede ser feliz solo.
–¿El individualismo es un fenómeno de la Modernidad, o lo hemos heredado también de la Antigüedad y Edad Media? Aquí no hablamos de los ermitaños, que formaban parte de una comunidad espiritual y se aislaban por motivos ascéticos.
–Es absolutamente moderno y no lo hemos heredado de otras épocas, porque en otras épocas no tenía sentido ninguno, era absolutamente estéril. Cierto que hablamos de épocas con mayores complicaciones a la hora de sobrevivir, y eso es lo que tenemos que entender. El individualismo es muy moderno, porque el individualismo va de la mano de un cambio de paradigma socioeconómico que se nota más desde la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética. Ahora compran los individuos; si usted va solo al bar, entonces se limita a tomarse un café, comer algo e irse rápido y dejar el sitio libre para el siguiente consumidor. Hay que recordar que, cuando queremos castigar a alguien, lo metemos en una cárcel, y, cuando le queremos joder la vida, lo aislamos como a Edmundo Dantés en El Conde de Montecristo. Todo el mundo respira aliviado, cuando el conde de Montecristo, tras quitar una piedra, se encuentra con el abate Faria. Necesitamos al otro, y más en situaciones de este tipo.

El individualismo es muy moderno, porque el individualismo va de la mano de un cambio de paradigma socioeconómico

–Ahora estamos diseñando nuestras ciudades de otro modo, de tal forma que el nuevo patio de recreo son las redes sociales.
–Las redes sociales son sólo un engaño, porque lo virtual es todo aquello que parece lo que no es. Es una simulación lo de las redes sociales. Yo estoy muy contento de que redes sociales como Facebook están cayendo en picado y sólo esté quedando un sector bastante envejecido de la población. Intuyo que con Twitter está pasando exactamente igual, y que pronto Instagram también empezará a bajar, y TikTok, que ahora están en alza. Por otro lado, y fuera de las grandes ciudades metropolitanas, en cualquier barrio de España cada vez hay más espacios públicos, cada vez hay más parques para los niños. Yo alucino cuando veo los suelos de goma y los columpios de madera. En mi época era suelo de piedra, de hormigón, de tierra y, como mucho, tenían una estructura de hierro oxidado y con suerte no te daba el tétanos. El problema no son los jóvenes, el problema somos nosotros. Nosotros, los idiotizados por las redes sociales, lo que creemos que vivimos en un país de delincuentes –cosa que no es verdad–, que creemos que la calle es peligrosa –que tampoco es verdad. No ha habido en España un solo momento histórico como el que estamos atravesando, con menor incidencia de delincuencia, aunque quieran vender lo contrario. Es posible que en alguna que otra ciudad, como Barcelona, sea cierto y la cosa se esté complicando, pero casi toda España es un légamo de paz.
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