
Retrato de Franz Kafka en su juventud
En el año de Kafka, ¿cuál es el verdadero significado de la palabra «kafkiano»?
Desde su trabajo como oficinista, el escritor checo descubrió la esencia de las relaciones y las tribulaciones laborales y personales del mundo que se avecinaba
La grandeza del autor que pidió antes de su muerte que destruyeran todos sus escritos, donde prefiguró el pasado y el futuro de los hombres, la certifica la RAE con la inclusión y definición de la tan traída y llevada palabra «kafkiano»: «Dicho de una situación: Absurda, angustiosa», después de sus primeras acepciones: «Perteneciente o relativo a Franz Kafka» o «Que tiene rasgos característicos de la obra de Kafka».
La metamorfosis del mundo
¿Cuáles son los rasgos característicos de la obra de Kafka? Pues basta («basta» quizá sea una palabra demasiado basta) con observar el presente, los miedos y los temores de la sociedad que experimenta una verdadera Metamorfosis íntima y superficial, como si toda ella fuera la casa y la familia y la situación y los sentimientos y hasta la irreal apariencia del infortunado Gregorio Samsa.
Desde su trabajo como oficinista, el escritor checo descubrió la esencia de las relaciones y las tribulaciones laborales y personales del mundo que se avecinaba, como metido en la burbuja del tiempo que le tocó vivir. La pesadilla de Josef K en El Proceso es la escena de la bola de cristal del genio incomprendido y desgraciado de Praga, quien, como sus personajes y los hombres del futuro (de este presente), se sentía prisionero físico y psicológico de una estructura que supo descifrar al detalle, como si leyera por primera vez un idioma que solo entonces él supo traducir.
Doble vida
La rutina, la burocracia, el trabajo mecánico, la colmena, el hastío, el absurdo, las reacciones y las construcciones que todo ella generaba y genera las combatió el amanuense vidente, el enorme literato, escribiendo para desembarazarse de todo en secreto, del mismo modo que quiso desembarazarse de todo lo escrito, lo documentado, las pruebas de su viaje por la escandalosa psique occidental, avergonzado porque alguien pudiera descubrirlo igual que el protagonista de su relato Poseidón, un hombre atrapado por el sistema y por la red profunda tejida en el interior para atrapar a mentes pensantes.
Kafka en 1923, un año antes de morir de tuberculosis
La prisión, la inhumanidad, lo funcional como destino y lo contrario como muerte. Muerte interna y externa. Siempre lo íntimo que tiene su reflejo por fuera. Lo íntimo que en Kafka también fue un padre que no le comprendió jamás (al que se dirigió por carta, todo un libro), una mala salud que le causó la muerte a los 40 años y una doble vida, ambas verdaderas, la de la literatura, la de la prospección de sí mismo y de sus semejantes y la vida diaria en una agencia de seguros como trabajador diligente.
La realidad de lo grotesco
¿Cuántas de esas vidas han existido y existen en el mundo? Acaso (casi) todas. Donde se vive en lo extraño y no en lo conocido, donde se camina, se come, se bebe y se duerme en un elemento ajeno: el mundo que le ha tocado, tan lejos del mundo al que se pertenece. Los hombres sumidos en situaciones angustiosamente invisibles que Kafka saca a la luz mostrando su inquietud soterrada, oculta por la sociedad.
Lo ridículo que subyace, lo grotesco que sobresale en medio de la aparente normalidad es lo «kafkiano». La paradoja de la realidad escondida (el mismo Kafka quiso esconder sus realidades antes de que las descubrieran) para no verla nunca y cuando asoma decir, por vergüenza subconsciente, que es «kafkiana» y no «verdadera».