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02 de mayo de 2024

Lagunas y niebla, obra interpretada en el Teatro Abadía

'Lagunas y niebla', obra interpretada en el Teatro Abadía

Como en 'Altsasu', otra vez 'Lagunas y niebla' en el Teatro de la Abadía

LaJoven muestra en su obra el desconocimiento y la confusión de los jóvenes respecto a una Guerra Civil contada mayormente desde un bando

En Lagunas y niebla a un joven le interesa el cambio climático. Y a su novia combativa y enfadada le interesa el pasado. El de las fosas comunes de la Guerra Civil. Otra joven cuenta su cita por Tinder con otra chica, a la que define como «facha lesbiana». Hablan del general Yagüe, «el golpista» que resulta que es el bisabuelo de la «facha lesbiana», quien se define como «liberal económicamente hablando». Risas estruendosas entre el público.
La «facha lesbiana» habla de la quema de iglesias. Los demás se indignan. Oponen la atmósfera de terror de los «golpistas» del 36, cuando nos cuentan que la guerra empieza en África y que, gracias a los musulmanes de la guardia mora, Franco creó una España apostólica. «What the fuck» (sic). Más risas. Es una joven española con orígenes africanos que da lecciones de historia.
Reivindica a la guardia mora como unos pobres niños reclutados para luchar por una causa ajena. «Violad a las mujeres», dice que les dijo Franco. «Generad miedo». Un relato de terror. Pero esos moros no son los malos. Son violadores, pero víctimas, según la obra de unos jóvenes y para los jóvenes que van a ver 3.000 alumnos de educación secundaria.
Un momento de la obra 'Lagunas y niebla'

Un momento de la obra 'Lagunas y niebla'

Es cuando se cambia el tercio. Habla la «facha lesbiana», que muestra en un Power Point, ridiculizado por los otros, a Calvo Sotelo muerto. Y la barbarie de la II República con la Iglesia, los seminaristas, los sacerdotes... se pelean por cuál de los dos bandos fue peor. Aparecen las checas. Muñoz Seca asesinado en Paracuellos... «no sólo mataron a Lorca...».
Discuten los jóvenes por la ideología heredada. De repente, alguien dice «Palestina». No se sabe por qué. Y entonces aparece de nuevo el drama de un bando y la crueldad del otro. Los señoritos andaluces. Hitler y Mussolini. Citan a Hemingway, pero no es 'Por quién doblan las campanas', sino solo las campanas, como las interpretaciones: correctas, pero escasas y sometidas a la ideología, al mensaje. El único destino de esta época teatral.
Aparece Lorca desdibujado y relatan el traslado de las obras de El Prado. Ya no hay ni rastro de la iniquidad republicana, zanjada en una escena. El relato es el relato. No hay paz tras la guerra, sino dictadura. Entonces sí. Se presenta la Guardia Civil en la casa del molinero y le piden a su viuda que señale a quienes mataron a su marido y a sus hijos. Y lo hace. Y parece que es mala porque lo hace.
En cambio, Picasso no pudo volver nunca a España, cuentan. Y los vencidos, como la abuela de 99 años, que se puso a trabajar con 14 años de criada, que mentirá «muchos años» diciendo que a su familia la mataron los rojos cuando la mataron los nacionales. Y la guardia mora a cuyos hijos les quitaron la pensión. Hablan de esclavos y en medio sueltan, muy rápido, antes de continuar con el drama escogido, que hubo maldad por ambos lados en la «guerra infinita».
Y tan infinita si es que hay que volver a ella y preguntarse, como se preguntan estos jóvenes, de forma absurda, pero sibilinamente ideológica, dónde colocamos el pasado del que casi solo se acaba de contar, otra vez, una parte.
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