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29 de abril de 2024

James Joyce junto a la editora de Ulises, Sylvia Beach, en París en 1922

James Joyce junto a la editora de Ulises, Sylvia Beach, en su librería de París en 1922GTRES

Sylvia Beach, la mujer que publicó 'Ulises' y fue «madre» de grandes escritores como Hemingway

Fue la fundadora de la librería de préstamo Shakespeare & Company, adonde acudió la masa de autores jóvenes que se reunieron en París en los años veinte

seguramente a Paulo Coelho, conocido denostador de James Joyce, no le parezca tan extraordinaria la vida y la obra de Sylvia Beach, uno de cuyos hitos fue el empeño, por encima de casi todas las cosas de su vida, de publicar Ulises, la gran novela del irlandés que por entonces antes y a principios de los años 20 del siglo pasado, era el monstruo del Lago Ness parisino que se estaba creando para expectación absoluta de todos los jóvenes escritores que bullían de talento y de ansias de éxito alrededor primero de la calle Dupuytren, primer hogar de la librería de Sylvia, y después de la mítica calle del Odeón.
Por Dupuytren primero aparecieron los franceses curiosos por el cartel: Shakespeare & Company. Allí acudieron André Gidé, el viejo cuervo, entonces no tan viejo, como le llamó después Truman Capote, Maurois, Gallimard, Larbaud y Paul Valéry. Ellos eran la pandilla de Leon Paul Fargue, el factótum enemigo de los surrealistas. El interés repentino de la librería de aquella exiliada estadounidense por lo más profundo del mundo literario de París se debe a la publicidad que de ella a hecho su amiga, Adrienne Monnier, propietaria de la librería vecina en su segunda y definitiva sede en el Odeón.
Por allí ya aparecen los extranjeros que están en París por los precios bajos y el estallido cultural. Sylvia presta libros, hace de oficina de correos e incluso ayuda económicamente y de todas las maneras posibles a los poetas. Shakespeare & Company es el centro literario mundial sin saberlo. Es un volcán en invisible erupción. Por allí pululan sobre todo James Joyce y alrededor de él Ezra Pound, Scott Fitzgerald, el pianista George Antheil, el fotógrafo Man Ray, T.S. Eliot, los cineastas King Vidor y Eisenstein... la lista es casi inacabable y Sylvia de un modo u otro, es la «madre» de todos aquellos jóvenes artistas y de los no tan jóvenes, como Joyce, que ha encontrado, ya con su vista muy debilitada y con importantes problemas financieros, un sostén vital en tan incondicional admiradora.
Tras las dificultades y las largas y duras vicisitudes, anteriores y posteriores, de la creación y la publicación de la esperada gran obra del satélite literario, la peregrinación a la librería de Sylvia se hizo masiva hasta que los buenos tiempos, los que transcurrieron entre el fin de la I Guerra Mundial y la Gran Depresión, se acabaron. Sylvia mantuvo como pudo su negocio tras la marcha de los compatriotas, al que, al final de la década, hirió de muerte la II Guerra Mundial. Todo terminó definitivamente el día en que un oficial nazi se paró delante del escaparate de Shakespeare y quiso llevarse el ejemplar de la ininteligible nueva novela de Joyce, Finnegans Wake. Sylvia, que llevaba en el pecho la estrella amarilla, le dijo que no estaba en venta y el oficial se marchó airado.
Sabiendo lo que vendría después, Sylvia y sus amigos empezaron a desmontarlo todo. Veinte años de una de las aventuras literarias más emocionantes de la historia se terminaron en apenas unas horas. Los libros, las fotografías, los estantes y hasta el famoso cartel de taberna con la imagen de El Bardo desaparecieron. Sylvia se escondió, triste, y un día salió, feliz, cuando el mismísimo Hemingway, otro Hemingway distinto al joven pobre y prometedor, uno famoso y rico, llegó allí gritando su nombre al frente de las tropas estadounidenses. No hay nada allí donde hubo tanto y mucho más. Tan solo una placa recuerda en el sitio donde estuvo Shakespeare & Company que Sylvia Beach publicó allí el Ulises de Joyce en 1922.
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