
Luis Arroyo, presidente del Ateneo de Madrid
Entrevista con el presidente del Ateneo de Madrid
Luis Arroyo: «Incumplimos el reglamento del Ateneo en muchas cosas porque es anacrónico, caduco y alegal»
El presidente de la bicentenaria institución privada madrileña defiende su gestión y su visión de un nuevo Ateneo frente a la oposición constante de un grupo de socios antiguos que le acusan, con acusaciones y denuncias como hostilidades de por medio, de violar el reglamento y destruir la esencia de la Docta Casa
Luis Arroyo es el presidente del Ateneo de Madrid desde junio de 2021. No es un presidente del Ateneo de Madrid precisamente al uso. Sociólogo de carrera, su perfil político, afín al PSOE bajo cuyas siglas ha sido asesor de ministerios y jefe de gabinete de secretarías de Estado es uno de los motivos por los que un grupo de socios de la Docta Casa le ha señalado desde sus inicios. La reciente querella de la empresa gestora de La Cantina del Ateneo contra la institución es uno más, además de otras cuestiones por las que el presidente ha tenido la amabilidad de acudir a El Debate para responder sobre ellas.
–¿Cuál es su principal objetivo como presidente del Ateneo de Madrid?
–Devolverle la luz que tuvo en sus mejores tiempos. El Ateneo era el lugar de encuentro de lo más brillante de la cultura española, motor de la Ilustración, motor de la tolerancia, refugio de las ideas, fueran cuales fueran, Queremos devolver a esta institución esa luz, puesta al día, claro. Hemos hecho un ejercicio muy sencillo y es preguntar con qué edad se hicieron socios del Ateneo gentes como Emilia Pardo Bazán, como Clara Campoamor, como Federico García Lorca, etc. Y hemos descubierto que se hicieron socios con veintitantos años. Se trata de que la casa vuelva a contar con esa luz y con esa juventud. No solo, por supuesto, por edad, sino también por ideas para que el Ateneo recupere ese ese papel de lugar de encuentro, de la tolerancia, de la apertura de la razón y que vuelva a ser lo que fue.

Luis Arroyo, presidente del Ateneo de Madrid
–Habla de la luz. ¿Por qué razón? ¿Estaba realmente apagado?
–Es evidente que cuando llegamos el Ateneo estaba muy oscurecido. Cuando nosotros llegamos había 1.700 socios y socias desde el tope de 1984, que estaba en 6.600, si no recuerdo mal. Solamente hubo un pequeño repunte con la presidencia del filósofo Carlos París, y enseguida vuelve otra vez a caer y se ve. Ahora estamos ya en 2.600. Hemos recuperado otra vez la la entrada de socios. Cuando llegamos, el Ateneo perdía dinero. Es verdad que también llegamos justo después de la pandemia. Hay un paréntesis, pero quitando ese paréntesis, el Ateneo había perdido capacidad económica. Tenía un presupuesto que era prácticamente la mitad del que tenemos ahora. Y, sobre todo, había perdido la influencia social, la influencia cultural que había tenido en sus mejores tiempos. Y esto lo digo con modestia, pero también con orgullo.
–¿Qué destacaría de todo lo que se ha hecho en estos casi cuatro años?
–Le faltaba poner las cosas al día. Le faltaba generar una actividad que resultara atractiva a la ciudadanía, permitir que se pudiera programar con absoluta libertad. Hay 27 secciones. Las secciones programan lo que quieren. Yo no estoy todos los días en mi mesa programando actividades. Solamente canalizo con la Junta de Gobierno y con la Administración. Tenemos una nueva gerente extraordinaria que además está haciendo un trabajo fantástico para que el Ateneo sea un lugar de apertura. Y eso que en el Ateneo no se podía programar nada porque había unas broncas muy fraternales, pero muy brutales.
No entiendo cómo se puede discutir la necesidad de un gerente en una organización que tiene veintitantos trabajadores
–Acaba de mencionar lo del gerente. Algunos de los socios críticos con usted y su gestión han mencionado que nunca antes había habido un gerente en el Ateneo.
–Ya sabe que a uno le ponen de estafador y tal. Pues yo voy a empezar mostrándole un correo de uno de estos dos socios, concretamente de Alfonso Vázquez, cuando él era secretario primero del Ateneo y nosotros llegamos allí de nuevas. Ahora se lo muestro si quiere. Pero supongo que se fía si le digo que era el propio Alfonso Vázquez quien solicitaba la necesidad de un gerente, cosa que es bastante evidente. Es cierto que en el Ateneo nunca, excepto durante un año, creo, no recuerdo bajo qué mandato, hubo un gerente en los doscientos años de historia. La razón es que la institución se organizaba con una suerte de turno de buena voluntad. Es evidente que hoy en día, con un presupuesto de casi un millón novecientos mil euros, con veintitrés, veinticuatro trabajadores, con una actividad de ochocientas conferencias, conciertos, mesas redondas, etc. No entiendo cómo se puede discutir la necesidad de un gerente en una organización que tiene veintitantos trabajadores.
–¿Cómo es el ingreso de los socios?
–Para ser socio del Ateneo se requiere el aval de tres socios. Cuando nosotros llegamos se exigía el aval formalmente. Pero yo, por ejemplo, me hice socio sin necesidad de pedirlo, porque directamente la Junta de Gobierno te ponía la firma de tres presidentes. Es decir, cuando yo le dije a Vázquez y a Juan Garrido que Pepita Marín y yo nos queríamos hacer socios, pero no teníamos aval, nos dijeron que no nos preocupáramos, que se daba directamente de oficio, sin mayor explicación.

Luis Arroyo en El Debate
–¿Eso está en contra del reglamento?
–Supuestamente el reglamento dice que hay que presentar tres avales. Ellos cumplían con el reglamento en la medida en que te daban tres avales, pero no pedían nada. Nosotros estamos haciendo algo parecido, pero pedimos un currículum. Y luego la petición se cuelga en la web para que si alguien ve... «oiga, no, que están ustedes admitiendo a alguien que se llevó un cuadro en el año 75». En todo caso, la Junta General tiene que aprobar la entrada de los nuevos socios. Por cierto, Vázquez y Alonso, que son los dos socios «raros», esta es una buena palabra, se han opuesto a la entrada de nuevos socios. Ahora ya cada vez son menos, pero al principio nos costaba aprobar la entrada de nuevos socios. Preguntaban: ¿Por qué motivo quieren venir al Ateneo Joan Manuel Serrat o Jon Sistiaga?
–Quizá la razón tenga que ver con esa acusación de que están metiendo a gente «de los suyos».
–Pues mire, no sé ¿Es de los míos Agatha Ruiz de la Prada? ¿O Valentina Martínez Ferro, amiguísima mía, exdiputada del PP? Es que es ridículo.
–Sobre el tema de la cantina, ¿tiene que cerrar cuando cierra el Ateneo?
–El reglamento no dice nada de la cantina. La respuesta es: cuando cierra la cantina cierra el Ateneo porque la cantina es parte integral del Ateneo, pero igual que yo puedo tener, podemos tener, abierta la biblioteca y no abrir la cátedra mayor o el salón de actos. Dice la nueva licencia que ya tenemos que es parte integrante del Ateneo y tiene que servir al Ateneo. Cualquiera puede hacer uso de ella si viene al Ateneo. Se permite el acceso, digamos, condicionado, a que usted está entrando en un lugar privado. No es un restaurante público. Ese es el problema que ha habido con la cantina desde hace años. Pero vamos, lo que ha pasado con la cantina es muy sencillo, a pesar de que nuestros enemigos en los tribunales nos hayan hecho pasar por estafadores:
Nosotros dejamos entrar, aprobándolo en los órganos correspondientes, a unos señores que tenían una larga tradición en Madrid. Beatriz Álvarez, dueña del Válgame Dios, su hija Candela Álvarez y sobre todo el yerno de Beatriz, marido de Candela, Mauricio Escribano. Y les dejamos entrar con la mejor voluntad. Conocíamos su gestión en el Válgame Dios. Había generado el Válgame Dios un ambiente muy interesante y permitimos que los anteriores se subrogaran en el contrato con él, cosa que aprobamos. Total, ellos entraron, luego comprometieron, no sé la cifra exacta, nunca la supe, pero creo que en torno a 900.000 euros de traspaso...
–Más unos 6.000 de alquiler...
–5.000 más IVA o lo que sea de alquiler. Ellos luego dicen que se les subió, se les subió el IPC, porque era lo que estaba en el contrato, pero bueno, estuvieron durante un año más o menos pagando bien. Además se montaron unos cocidos maravillosos que empezaban a tener repercusión, eran muy entretenidos. Por lo que sea empezaron a tener problemas los trabajadores. Mauricio Escribano no es un profesional de la hostelería. Empezó a haber problemas de todo tipo, también financieros, y en el mes de abril del año pasado dejaron de pagar. En mitad de eso, llegaron quejas de vecinos y luego llegó la policía municipal y solicitó la licencia. Nosotros no teníamos licencia, cosa que por supuesto sabían. Ya está en los tribunales y ellos dicen que no sabían nada, que nosotros les estafamos. Pero bueno. En fin. Absurdo, completamente absurdo.
–La denuncia es que supuestamente ellos podían utilizar esa puerta, la de la calle Santa Catalina, que el Ateneo les ocultó que no se podía abrir por ser salida de emergencia de todo el edificio...
–Falso de toda falsedad, absolutamente falso. O sea, lo podríamos matizar. Es falso que nosotros ocultamos las circunstancias en las que se alquilaba el local. Es absolutamente falso y lo saben perfectamente, porque claro, a mí no me pueden mirar a la cara y decirme: no lo sabíamos. A mí no me pueden engañar. Otra cosa es que haya argucias, porque, y aquí viene la cuestión: hay señalado un desahucio. Ya la semana que viene tenemos el juicio por desahucio y en marzo está señalado este desahucio. Es decir, ante esas circunstancias, con una empresa quebrada, ya con concurso de acreedores, con un administrador asignado, un administrador concursal con una deuda de un millón novecientos mil euros, lo que quede. No queda todo porque pagaron. Hicieron un primer pago, pero pongamos que son 600.000 euros. A nosotros, al Ateneo, nos deben 150.000. Ahora ya 165.000, porque cada vez que pasa es la renta multiplicada por tres por contrato con los empleados pendientes del concurso de acreedores con esa situación. ¿Qué es lo que pueden hacer? Pues lo que pueden hacer es cualquier triquiñuela para intentar meterlo por lo penal, para que lo penal paralice el desarrollo. ¿Esta es la vida de nuestro país, no?
Vimos que podíamos ganar las elecciones y cambiar la institución. Y es exactamente lo que hicimos
–¿Cómo fue su ingreso? ¿Cómo llegó a la presidencia?
–En casa, con mi familia, pensamos que podríamos hacer algo para movilizar a la gente joven. Inventamos un chat que duró literalmente, no sé, 48 horas, con algunos de los amigos de mi hijo. Pero sus amigos eran demasiado heterogéneos. Unos eran muy conservadores, unos muy progresistas. Enseguida empezó la bronca y no funcionó. Yo me acordé del Ateneo porque había ido muchas veces por mi trabajo y por mi afición también muchas veces. Y recordaba también ese lugar que recordábamos todos, oscuro en todos los sentidos. Y entonces fuimos Pepita y yo a Pepita le fascinó la casa. Yo ya había estado allí, con gente cercana a Podemos, en la época de Manuela Carmena. Entonces pensamos que allí podríamos... pero no prosperó... Luego lo primero que hicimos fue estudiar el reglamento, estudiar la casa, ver que estaba pasando, participar en las reuniones, hacernos amigos de precisamente la Junta de Gobierno anterior y enseguida vimos que era una casa realmente muy democrática, muy participativa y que si éramos capaces de sumar gente, podíamos ganar las elecciones y cambiar la institución. Y es exactamente lo que hicimos.
–¿Siguen existiendo los discursos del presidente cada apertura de año académico?
–Esa es otra de las cosas que me critican muy señaladamente: ¿Por qué el Presidente no da su discurso inaugural? Y yo siempre les digo que yo no tengo ningún problema. Yo doy clases en la universidad, doy conferencias, no tengo ningún problema. He dado muchos discursos en el Ateneo. Cuando viene alguna autoridad tengo que dar la bienvenida, a veces más largo, más corto, no tengo ningún problema. Pero es que me da vergüenza porque en el reglamento, efectivamente, a poco que uno lo lea, le ve esa parte decimonónica, muy bonita también, pero muy extemporánea, muy anacrónica, en la que el presidente hace un discurso inaugural, fija las líneas. Francamente, es que creo que la tarea del presidente del Ateneo o presidenta del Ateneo actual no es esa, no es marcar en un discurso.

Luis Arroyo durante la entrevista en El Debate
–¿Se incumple el reglamento?
–Se incumple el reglamento en esto, pero es que incumplimos el reglamento en muchas cosas porque es un reglamento claramente anacrónico, realmente caduco, alegal. Estamos incumpliendo, por ejemplo, el reglamento que establece que las decisiones de la Junta General se toman por mayoría absoluta. Llevamos décadas sin tomar decisiones por mayoría absoluta porque no se tomaría ninguna. Es evidente que hay que modificar el reglamento del Ateneo. No es el Ateneo de finales del XIX, ni tampoco el de la Transición. Se tiene que adaptar y por tanto hay muchas cosas que incumplimos y una de ellas, efectivamente, es el discurso.
–¿Fue juzgado por amenazas en 2023? ¿Es cierto que le denunció uno de estos socios críticos y hubo un juicio?
–Eso es absolutamente falso. Yo nunca he sido juzgado por amenazas.
–Por amenaza leve, si no me equivoco, he leído la noticia en un diario...
–Ah, sí. Francisco José Alonso puso una denuncia. La vista duró, no sé, ¿diez minutos?. La juez dijo que se deberían haber estudiado bien los asuntos, porque no procedía. Él pedía una rectificación, se mezclaron los asuntos. Y por supuesto que inmediatamente se sentencia como inocente. Pero claro, es que yo puedo denunciarle a usted mañana por haber violado a mi perro. Ahora también las cosas hay que ponerlas en su sitio, claro. Aquí cualquiera puede denunciar. Y si un juez admite a trámite algo, pues ya eres sospechoso de estafa o de violar perros.
Uno de los motivos de la decadencia del Ateneo es un reglamento que somete a una tensión a la casa que no hay organización que la aguante
–Usted quiere reformar el reglamento del Ateneo de Madrid. ¿Por qué y para qué?
–Principalmente para introducir una estabilidad que es imprescindible. Uno de los motivos de la decadencia del Ateneo es un reglamento que somete a una tensión a la casa que no hay organización que la aguante. Todavía no he visto en ninguna parte del mundo donde haya una junta general de socios al mes que hace que solamente vayan los más cafeteros, los que tienen más tiempo, una minoría de socios que se hace con el control de la institución, una minoría, sea la que sea, me da igual si es progresista, conservadora, creyente, atea, me da igual. Pero no, no puede permitirse... Dos elecciones al año.... No hay organización que aguante esto. Es un reglamento anacrónico, obsoleto, fuera de la ley. Es previo a la Ley de asociaciones, no hay un código de conducta. Perdón si soy un poco cáustico, pero es como si alguien orina en el Sorolla y tenemos que ir al juzgado. Por supuesto. Ahí hay un delito de lo que sea, pero no se le puede echar. Se puede agredir, lo que es un delito de agresión, pero no se le puede echar del Ateneo.
–¿Cuánto tiempo piensa seguir como presidente del Ateneo?
–No mucho. No sé. Si lo supiera, probablemente tampoco se lo diría, pero no lo sé. No mucho, desde luego. Esta una tarea maravillosa. Me siento súper privilegiado. Es lo más bonito que he hecho en mi vida. Lo más bonito que he hecho en mi vida, bueno, quiero decir, aparte de mis hijos, lo digo profesionalmente, para mí es un privilegio espectacular. Pero una vez hecha la tarea, hay que dejar paso a que vengan otros. Si conseguimos modificar el reglamento, será todavía más democrática, pero también más estable que la Junta de Gobierno tenga cuatro años por delante. El Ateneo necesita estabilidad.
–¿Por qué cree que hay una oposición tan dura e insistente hacia usted por parte de este grupo de socios?
–Es normal también, ¿no? Ellos controlaban una institución que era como era. Tenían muchos menos socios, mucha menos presencia, pero la controlaban ellos, era su lugar. Eso es comprensible y lo comprensible es comprensible hasta que te hacen pasar por estafador, por dictador, te mandan al juzgado a que te defiendas de barbaridades... pero me lo tomo con deportividad, si no habría dimitido ya.