Fundado en 1910
Imagen de la Gran Vía de Madrid

El Palacio de la Prensa junto al edificio Capitol en la Gran Vía madrileñaPixabay

La nueva vida del Palacio de la Prensa: así se transforma el corazón cultural de la Gran Vía

La reinvención del Palacio de la Prensa: el gran icono cultural de la Gran Vía madrileña afronta su transformación para encarar su centenario

La Gran Vía madrileña es la calle menos española de la capital de España y, precisamente por eso, es uno de sus símbolos más reconocibles y toda una joya cultural, comercial y social.

De toda la gran arteria que comunica la plaza de España con la calle Alcalá, la plaza de Callao es su centro neurálgico, donde se encuentran cara a cara algunos de sus edificios más emblemáticos: el edificio Capitol con sus neones publicitarios de Schweppes, el viejo edificio de Galerías Preciados que hoy ocupar la cadena Fnac, el edificio art déco del cine de Callao y, la gran joya de la corona, el Palacio de la Prensa.

Inaugurado por el rey Alfonso XIII en 1929, el Palacio de la Prensa fue el primer rascacielos de Madrid y hoy permanece como uno de los últimos baluartes de una forma de vivir el cine que se resiste a extinguirse, como recoge Europa Press en un reportaje con motivo de su inminente reforma.

Con una estética inspirada en los edificios neoyorquinos, el arquitecto Pedro Muguruza diseñó esta emblemática construcción de ladrillo visto, que se alzó con 58 metros de altura y 16 plantas, convirtiéndose en el edificio más alto de la capital hasta que, al año siguiente, se erigió el Edificio Telefónica.

Su azotea fue testigo de momentos históricos y culturales, como la presencia de Federico García Lorca, quien desde allí impulsó su compañía teatral La Barraca.

La sala de cine abrió sus puertas el 2 de enero de 1929. En sus inicios, acceder a ella implicaba tomar un ascensor, una peculiaridad que generaba largas colas y motivó una reforma en 1941 para trasladarla a nivel de calle. Con el paso del tiempo, el cine evolucionó: en 1989 se adaptó al formato de multicines, dividiéndose en varias salas, incluida la Sala 0, ubicada en el subsuelo, concebida como espacio polivalente y discoteca.

Durante la Guerra Civil, el edificio fue alcanzado por más de 70 proyectiles, y en los años 40 albergó la redacción de La Codorniz, publicación satírica que desafió los límites de la censura.

En décadas sucesivas, fue refugio de periodistas, artistas y punto de encuentro de la alta sociedad madrileña. En 2017, su relevancia histórica y arquitectónica fue reconocida con su declaración como Bien de Interés Patrimonial por parte de la Comunidad de Madrid.

A lo largo de los años, el cine ha cambiado radicalmente. «Cuando yo empecé, una película podía estar en cartelera año y medio. Ahora, en dos semanas ha desaparecido», rememora Juani Sánchez, una de sus trabajadoras.

A su lado, Esther Nieto, también veterana del Palacio, asegura que la sala no solo ha sido escenario de estrenos, sino de eventos inolvidables: desde pedidas de mano hasta presentaciones de discos y homenajes.

Uno de los recuerdos más emotivos fue la proyección de una película casera como declaración de amor, culminada con una petición de matrimonio frente a una sala llena de familiares y amigos.

Este cine también ha sido epicentro de fenómenos de masas, como el estreno del capítulo final de Juego de Tronos, que llenó sus salas a las tres de la madrugada y movilizó a centenares de personas disfrazadas que acamparon desde horas antes.

La Gran Vía ha tenido que cortarse en más de una ocasión ante la avalancha de asistentes por eventos protagonizados por celebridades de Internet como Wismichu o El Rubius.

Los trabajadores recuerdan otras épocas: cuando las entradas se cortaban con billetes del Ministerio, cuando había que memorizar las salas para evitar errores, cuando se vendían decenas de kilos de palomitas en un solo día. O cuando, por temor a la piratería, los estrenos traían medidas de seguridad extremas, como controles con gafas de visión nocturna.

Hoy, el Palacio de la Prensa se ha reinventado para sobrevivir. Ha sabido adaptarse a la competencia de las plataformas digitales ofreciendo experiencias únicas: proyecciones con músicos en vivo, espectáculos de mentalismo, monólogos, podcasts en directo, conciertos, ópera, incluso la gala de los Premios Oscar retransmitida íntegramente. Todo para ofrecer algo más que una película: una vivencia.

«Nos hemos reinventado porque, si no, la gente no se mueve de su casa. Pero lo hacemos sin perder la esencia. Porque esto no es solo un cine. Es un lugar donde pasan cosas. Donde se vive», afirma con orgullo Juani Sánchez.

El futuro inmediato pasa por una nueva reforma, no para transformarlo en otra cosa, sino para devolverle parte de su esencia original. Será un espacio donde ver una película, escuchar un concierto, grabar un podcast o emocionarse con una buena historia.

Quizá ahí resida su secreto: en su capacidad de ser, a la vez, monumental e íntimo; moderno y lleno de historia. Un espacio donde Madrid sigue soñando en pantalla grande.

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